Responsabilidad
¡Paz y bien en Cristo y en la Virgen Maria!
Un sacerdote anciano disfrutaba a sus anchas viendo a sus compañeros pegados al celular hablando con medio mundo. Le pregunté si él usaba celular y me dijo que no, porque no era evangélico. La respuesta me hizo reír y le pedí que lo justificara. Entonces recitó "¿Quién es el administrador prudente y fiel que sabe repartir los alimentos a la servidumbre a su tiempo? (Lc. 12, 42). El venerable me explicó que él no necesita celular porque tiene la vida ordenada, la misma hora para levantarse, rezar, celebrar misa y atender a sus fieles. Todos los míos saben dónde y cuándo encontrarme, dijo. Le rebatí haciéndole ver que existen emergencias que no se pueden aplazar. Pues no conozco eso que usted dice, porque hasta para morirse me tienen que pedir permiso y aquí nadie se adelanta sin mi autorización.
Dejo a un lado el tema del celular, porque yo también utilizo uno, y abordemos el tema de la responsabilidad, de la formalidad, del cumplimiento del propio deber según nuestro estado de vida.
Un buen católico no puede ser una persona mediocre e irresponsable, sobre todo ahora, cuando los valores humanos son tenidos en tan grande estima. La seriedad en el trabajo, la profesionalidad, la iniciativa, el aprovechamiento del tiempo, son el secreto de una vida llena y fecunda. Ascendiendo por la escala de los valores humanos, debemos aspirar a los valores espirituales, como son la lealtad, la fidelidad, la sinceridad, la nobleza o la gratitud.
¡Cómo nos exasperan el desorden, la pereza, la apatía o la falta de compromiso en cualquier persona! Desde el estudiante al servidor público, el profesional, el hombre que camina por la calle. Aspectos como la formalidad, la puntualidad, la seriedad, el valor de la palabra empeñada, se han perdido totalmente. Hay que hacer un examen de conciencia porque las formas externas ponen de manifiesto lo que llevamos por dentro. Tal vez la puntualidad habría que considerarla con detenimiento porque es un mal generalizado el que la gente no llega a las citas y luego te los encuentras corriendo, queriéndose colar por las avenidas y despotricando contra todo.
Pasando del ámbito personal al social, ¿quién es el administrador prudente y fiel? Es aquel que tiene conciencia de que debe cooperar para el bien común y no rehúye vivir como una rémora o un parásito esperando que lo mantengan. Cada persona debe ser útil y aportar el propio talento e iniciativa al desarrollo. "Dichoso este siervo, si el amo, a su llegada, lo encuentra cumpliendo con su deber. Yo les aseguro que lo pondrá al frente de todo lo que tiene" (Lc. 12, 43-44).
Que el Señor los bendiga!
Dejo a un lado el tema del celular, porque yo también utilizo uno, y abordemos el tema de la responsabilidad, de la formalidad, del cumplimiento del propio deber según nuestro estado de vida.
Un buen católico no puede ser una persona mediocre e irresponsable, sobre todo ahora, cuando los valores humanos son tenidos en tan grande estima. La seriedad en el trabajo, la profesionalidad, la iniciativa, el aprovechamiento del tiempo, son el secreto de una vida llena y fecunda. Ascendiendo por la escala de los valores humanos, debemos aspirar a los valores espirituales, como son la lealtad, la fidelidad, la sinceridad, la nobleza o la gratitud.
¡Cómo nos exasperan el desorden, la pereza, la apatía o la falta de compromiso en cualquier persona! Desde el estudiante al servidor público, el profesional, el hombre que camina por la calle. Aspectos como la formalidad, la puntualidad, la seriedad, el valor de la palabra empeñada, se han perdido totalmente. Hay que hacer un examen de conciencia porque las formas externas ponen de manifiesto lo que llevamos por dentro. Tal vez la puntualidad habría que considerarla con detenimiento porque es un mal generalizado el que la gente no llega a las citas y luego te los encuentras corriendo, queriéndose colar por las avenidas y despotricando contra todo.
Pasando del ámbito personal al social, ¿quién es el administrador prudente y fiel? Es aquel que tiene conciencia de que debe cooperar para el bien común y no rehúye vivir como una rémora o un parásito esperando que lo mantengan. Cada persona debe ser útil y aportar el propio talento e iniciativa al desarrollo. "Dichoso este siervo, si el amo, a su llegada, lo encuentra cumpliendo con su deber. Yo les aseguro que lo pondrá al frente de todo lo que tiene" (Lc. 12, 43-44).
Que el Señor los bendiga!
Claudio
Contribuye: P. José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
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