El discernimiento espiritual - 2ª parte
¡Paz y bien en Cristo Jesús y en la Virgen María!
El itinerario del discernimiento espiritual. (Ignacio de Loyola)
1. Conquistar la libertad interior. Don del Espíritu santo y conquista del hombre. Toda predeterminación o prejuicio bloquea el proceso de conocimiento y de búsqueda de la voluntad de Dios. La exigencia es dejarse vencer a uno mismo y ordenar la vida sin dejarse determinar por ningún afecto desordenado. No hay que ocultar la dificultad que existe, tampoco se debe racionalizar ni negar; los obstáculos se han de reconocer, aceptar y dialogar con una persona madura que pueda ayudarnos para llegar a una mirada de fe y a un impulso de amor purificados. Todo nuestro ser debe orientarse en la búsqueda de la voluntad de Dios con gran ánimo y liberalidad: “Buscar las cosas de arriba donde está Cristo sentado a la derecha del Padre” (Col 3, 1-3)
2. La escucha de la Palabra. Dios se comunica mediante la palabra que libera. El hombre debe colaborar con si adhesión personal. San Ignacio recomienda, por lado pedir y por el otro desear lo que se pide en el plano de la salvación y de la perfección cristiana.
3. Prontitud para el cambio. Disponibilidad para cambiar lo que sea necesario en la vida personal, comunitaria y social. Sólo Dios es absoluto y necesario, lo demás es relativo. Es necesario optar por el plan de Dios y su voluntad. Hay que dejarse llevar por el Espíritu que hace nacer en nosotros los buenos deseos y nos da la fuerza para realizarlos. Renunciar al cambio es cerrarse a la novedad del Espíritu que puede abrir caminos nuevos que nos lleven a la intimidad con Dios y al encuentro con los hermanos. Veces pedimos al Señor el don de la castidad, pero no somos prudentes para impedir las ocasiones de pecado.
4. La experiencia de consolaciones y desolaciones. Como fruto de la resonancia interior que la Palabra de Dios suscita en nosotros con alternancia de euforia y de depresión. ¿Qué es la consolación espiritual? Cuando en el alma hay alguna moción interior que la inflama en amor a su Creador y Señor. También se llama consolación espiritual a todo aumento de fe, esperanza y caridad y a toda alegría interna que llama y a trae a las cosas celestiales y a la propia salud de su alma. Se trata de experimentar en los frutos del Espíritu en la vida personal.
5. La desolación es lo contrario a la consolación, es: turbación, obscuridad del alma, moción hacia las cosas bajas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones que mueven a desconfianza, sin esperanza, sin amor. Todo lo que conduce a la pereza, a una vida de tibieza y tristeza como separación de Dios. La consolación es energía del Espíritu santo para emprenderse y comprometerse en el llamado de Dios; la desolación lleva lejos del Señor y es signo de la acción en nosotros del espíritu malo que pretende desviarnos del camino.
6. La dinámica de una elección. Por medio de la experiencia del discernimiento de las mociones interiores se puede llegar a una elección según Dios, teniendo presente que el objetivo de la elección sea bueno e indiferente. Dios nos muestra su voluntad a través de la experiencia de consolaciones y desolaciones y por la experiencia de discernimiento de varios espíritus. Cuanto más profunda sea la experiencia espiritual, tanto más posible será desenmascarar las sutilezas del enemigo, el cual se transforma en ángel de luz; insinúa pensamientos aparentemente buenos que luego resultan ser espiritualmente nocivos.
Es necesario discernir el discurso de los pensamientos para ver si terminan en una cosa mala o destructiva o menos buena. El proceso de discernimiento, no exime de emplear las energías humanas, a saber: examinar serenamente los motivos en pro y en contra de una determinada elección, que ha de hacerse en tiempo tranquilo, cuando el alma no está agitada por varios espíritus y usa sus potencias naturales libre y tranquilamente.
San Ignacio nos presenta un itinerario concreto:
1. Precisar el objeto de la elección.
2. Fijar el fin: la gloria de Dios y su alabanza.
3. Pedir al Señor que oriente las mociones interiores hacia su voluntad.
4. Considerar las ventajas y desventajas del objeto de la elección sólo con vistas al fin.
5. Deliberar según motivos razonables.
6. Presentar en oración la elección hecha a Dios para que la confirme.
Es recomendable hacer cada día un examen de conciencia, sobre todo, al caer la tarde o antes de irse a dormir, para que con la ayuda del Espíritu Santo vayamos aprendiendo a discernir nuestra vida, manifestada en las acciones realizadas durante el día. Es también aconsejable que tengamos a mano la ayuda de un director espiritual que nos permita discernir los espíritus que vienen de Dios, del espíritu malo o simplemente de nuestra mente, veces iluminada por criterios mundanos.
Que el Señor los bendiga.
1. Conquistar la libertad interior. Don del Espíritu santo y conquista del hombre. Toda predeterminación o prejuicio bloquea el proceso de conocimiento y de búsqueda de la voluntad de Dios. La exigencia es dejarse vencer a uno mismo y ordenar la vida sin dejarse determinar por ningún afecto desordenado. No hay que ocultar la dificultad que existe, tampoco se debe racionalizar ni negar; los obstáculos se han de reconocer, aceptar y dialogar con una persona madura que pueda ayudarnos para llegar a una mirada de fe y a un impulso de amor purificados. Todo nuestro ser debe orientarse en la búsqueda de la voluntad de Dios con gran ánimo y liberalidad: “Buscar las cosas de arriba donde está Cristo sentado a la derecha del Padre” (Col 3, 1-3)
2. La escucha de la Palabra. Dios se comunica mediante la palabra que libera. El hombre debe colaborar con si adhesión personal. San Ignacio recomienda, por lado pedir y por el otro desear lo que se pide en el plano de la salvación y de la perfección cristiana.
3. Prontitud para el cambio. Disponibilidad para cambiar lo que sea necesario en la vida personal, comunitaria y social. Sólo Dios es absoluto y necesario, lo demás es relativo. Es necesario optar por el plan de Dios y su voluntad. Hay que dejarse llevar por el Espíritu que hace nacer en nosotros los buenos deseos y nos da la fuerza para realizarlos. Renunciar al cambio es cerrarse a la novedad del Espíritu que puede abrir caminos nuevos que nos lleven a la intimidad con Dios y al encuentro con los hermanos. Veces pedimos al Señor el don de la castidad, pero no somos prudentes para impedir las ocasiones de pecado.
4. La experiencia de consolaciones y desolaciones. Como fruto de la resonancia interior que la Palabra de Dios suscita en nosotros con alternancia de euforia y de depresión. ¿Qué es la consolación espiritual? Cuando en el alma hay alguna moción interior que la inflama en amor a su Creador y Señor. También se llama consolación espiritual a todo aumento de fe, esperanza y caridad y a toda alegría interna que llama y a trae a las cosas celestiales y a la propia salud de su alma. Se trata de experimentar en los frutos del Espíritu en la vida personal.
5. La desolación es lo contrario a la consolación, es: turbación, obscuridad del alma, moción hacia las cosas bajas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones que mueven a desconfianza, sin esperanza, sin amor. Todo lo que conduce a la pereza, a una vida de tibieza y tristeza como separación de Dios. La consolación es energía del Espíritu santo para emprenderse y comprometerse en el llamado de Dios; la desolación lleva lejos del Señor y es signo de la acción en nosotros del espíritu malo que pretende desviarnos del camino.
6. La dinámica de una elección. Por medio de la experiencia del discernimiento de las mociones interiores se puede llegar a una elección según Dios, teniendo presente que el objetivo de la elección sea bueno e indiferente. Dios nos muestra su voluntad a través de la experiencia de consolaciones y desolaciones y por la experiencia de discernimiento de varios espíritus. Cuanto más profunda sea la experiencia espiritual, tanto más posible será desenmascarar las sutilezas del enemigo, el cual se transforma en ángel de luz; insinúa pensamientos aparentemente buenos que luego resultan ser espiritualmente nocivos.
Es necesario discernir el discurso de los pensamientos para ver si terminan en una cosa mala o destructiva o menos buena. El proceso de discernimiento, no exime de emplear las energías humanas, a saber: examinar serenamente los motivos en pro y en contra de una determinada elección, que ha de hacerse en tiempo tranquilo, cuando el alma no está agitada por varios espíritus y usa sus potencias naturales libre y tranquilamente.
San Ignacio nos presenta un itinerario concreto:
1. Precisar el objeto de la elección.
2. Fijar el fin: la gloria de Dios y su alabanza.
3. Pedir al Señor que oriente las mociones interiores hacia su voluntad.
4. Considerar las ventajas y desventajas del objeto de la elección sólo con vistas al fin.
5. Deliberar según motivos razonables.
6. Presentar en oración la elección hecha a Dios para que la confirme.
Es recomendable hacer cada día un examen de conciencia, sobre todo, al caer la tarde o antes de irse a dormir, para que con la ayuda del Espíritu Santo vayamos aprendiendo a discernir nuestra vida, manifestada en las acciones realizadas durante el día. Es también aconsejable que tengamos a mano la ayuda de un director espiritual que nos permita discernir los espíritus que vienen de Dios, del espíritu malo o simplemente de nuestra mente, veces iluminada por criterios mundanos.
Que el Señor los bendiga.
Claudio
Textos de P. Uriel Medina Romero
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