Creciendo en Jesus por Maria - IV


¡Paz y bien para todos!

Crecimiento Cristiano

Cuando un ser humano alcanzó la madurez es porque tuvo un encuentro con Dios y consigo mismo, habiendo logrado un grado de conocimiento personal, que lo hace reconocer sus defectos y virtudes, capacidades y limitaciones, por tanto una conciencia clara que es:Un ser único, un ser social, un ser con vocación determinada, un ser capacitado para dar y recibir amor, un ser que acepta a los demás, sin dudar de sus capacidades, resaltando sus virtudes y sabiendo sobrellevar con amor sus defectos, no queriendo sobresalir para demostrar su superioridad, ni disminuirse para demostrar lo que no es, respetar y hacerse respetar.Un ser que debe ser ordenado.

Pero sobretodo, sabiendo que en esta madurez el Señor debe ser el artífice principal sin el cual no podemos alcanzar la perfección.

Tengamos presente, que desde el comienzo de la humanidad, Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Por la desobediencia del hombre, se rompe el plan de Dios y para rescatar al hombre del pecado, establece Dios un nuevo plan de salvación, enviándonos a su único Hijo y al Espíritu Santo.

Dios Hijo, redimió al mundo cargando en su cruz nuestros pecados e instituyendo el bautismo no hizo hijos de Dios,

"Pero a todos los que lo recibieron, les concedió ser hijos de Dios: estos son los que creen en su nombre" (Jn 1, 12)

"Todos nosotros, ya seamos judíos o griegos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un cuerpo único y a todos se nos ha dado beber del único Espíritu" (1 Cor 12, 13)

"No se fijó en lo bueno que hubiéramos hecho, sino que nos tuvo misericordia y nos salvó. En el bautismo volvimos a nacer y fuimos renovados por el Espíritu Santo que derramó Dios sobre nosotros por Cristo Jesús, salvador nuestro. Por gracia de Cristo pasamos a ser justos y santos y esperamos como herencia la vida eterna" (Tt. 3, 5-7)

En virtud de la misericordia de Dios, sólo nos podemos realizar plenamente en Cristo Jesús, imagen e hijo de Dios. Solamente en Jesús podemos encontrar sentido a nuestra existencia, porque solamente Cristo da sentido a la vida humana, asumiendo, como verdadero hombre, la debilidad y el dolor, para enseñarnos como hermano nuestro, cual debe ser nuestra actitud frente a los problemas del mundo.

Por eso viviendo la vida que Jesús vivió por el Espíritu Santo y cumpliendo con el mandato de María "hagan lo que El les diga" refugiado en el corazón de María, nos iremos transformando en la auténtica imagen del Hijo.

Es necesario que Cristo crezca cada vez más en nuestros corazones y que nosotros vayamos disminuyendo cada vez más, para poder decir con San Pablo,

"Y ahora no vivo yo, sino que Cristo vive en mi. Todo lo que vivo en lo humano se hace vida mía por la fe en el hijo de Dios que me amó y se entregó por mi" (Gal 2, 20)

Imitando a María y auxiliados por ella, Cristo podrá comunicarnos su vida y el conocimiento del Padre a través de su Palabra. María, la llena de gracia, en la que jamás el pecado pudo ingresar y sin embargo es puerta abierta para el pecador, María, la madre por excelencia, está deseosa de alimentar nuestras almas con Jesús, que es la vida, para poder participarnos de las virtudes del Hijo y de las suyas propias, como así también de los dones divinos que son luz y guía de nuestras vidas.

Si nos consagramos a María, nunca estaremos solos. Ella va siempre por nuestros caminos y nos dice contigo estoy, en el trabajo, en el hogar, con nuestras amistades, en nuestra vida cotidiana, llevándonos constantemente a Jesús; y no lo queda otra: donde esta uno está el otro y para Cristo no hay mayor alegría que ver a su madre honrada por los fieles y mucho desea habitar en los corazones capaces de amar con verdadera devoción a su madre.

María, quiero cobijarme en tu inmaculado corazón, necesito refugiarme en tí. Madrecita mía, Cristo me liberó para ser libre, por eso te pido ayúdame a mantenerme firme y que el yugo de la esclavitud no se apodere de mí. No permitas que me aparte del camino del Espíritu. Madre, quiero vivir unido a Cristo Jesús y que la ley del Espíritu que de la vida en Cristo Jesús, me libere de la ley del pecado y de la muerte. Amén.

Que Dios los colme de bendiciones!

Claudio C.

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