22 de julio de 2012

Descanso

Paz y bien

16º Domingo - B - Marcos 6, 30-34

El relato de la creación del libro del Génesis termina diciendo que Dios descansó de su trabajo, y en la Ley de Moisés se prescribía el sábado como día de descanso y de culto a Dios. La Iglesia señala el domingo como el día del Señor, día en que hemos de dejar el trabajo para poder alabar a Dios, sobre todo participando en la celebración Eucarística, descansar y dedicarnos a los demás.

En sus tres años de vida pública, Jesús tenía jornadas agotadoras en las que recorría las aldeas y predicaba el Evangelio. Era muy necesario, y le daban pena las gentes porque andaban como ovejas sin pastor. Pero aun con todo, Jesús se reservaba largos ratos para la oración con su Padre, y también dejaba todo y se iba «con los suyos» a descansar. Por mucho trabajo que se tenga y por muy importante que sea, hay que descansar, al menos unas horas a la semana.

No es sólo una necesidad humana, sino que el domingo es el día del Señor y hay que dedicar tiempo al culto. Además ése es el día del hombre (cf. Juan Pablo II, Dies Domini) en el que puede dedicarse a la contemplación y a vivir sosegadamente con «los suyos», con sus familiares: los demás tienen derecho a nuestra compañía, por tanto, tenemos un deber para con ellos.

En este sentido sería conveniente plantear los tiempos de descanso para no ocuparnos solamente en nuestros gustos, sin pensar en los que nos rodean -peor si esas actividades nos alejaran de Dios-, porque significaría que serían como unos ídolos que nos roban el corazón. Jesús apenas tenía tiempo para descansar, pero dedicaba tiempo a su Padre y a los suyos.

Que yo vea las necesidades de los demás, que salga de mis gustos y aficiones. La puerta de la felicidad siempre se abre hacia afuera, nunca hacia dentro, intentando satisfacer mis intereses personales. Que vea a los demás y te vea a Ti, Señor, que esperas que esté contigo el domingo.

Fraternalmente,


† 
Dominus Providebit

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Huellas de Jesús Martínez García

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