30 de mayo de 2010

Solemnidad de la Santísima Trinidad

¡Paz y bien para todos!

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Aún tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender. Pero, cuando venga el Espíritu de verdad, El los irá guiando hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que haya oído y les anunciará las cosas que van a suceder. El me glorificará, porque primero recibirá de Mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes" ( Evangelio de Juan 16, 12-15)

Uno de los llamados “libros sapienciales” de la Sagrada Escritura, el de los Proverbios, nos habla de la Sabiduría. Y al hablar de la Sabiduría se nos va mostrando en bellísima poesía el inmenso poder de Dios con frases como éstas: “jugando con el orbe de la tierra ... afianzaba los cielos ... colgaba las nubes en lo alto”.Y es curioso apreciar cómo también esta poesía nos presenta la Sabiduría como si fuera un personaje, como si fuera una creatura de Dios: “El Señor me poseía desde el principio, antes que sus obras más antiguas ... Antes que las montañas y las colinas quedaran asentadas, nací yo”.

Sin embargo, en esta otra frase podemos intuir que la poesía bíblica señala a la Sabiduría como si fuera Dios mismo: “Quedé establecida desde la eternidad, desde el principio”. En efecto, en otro de los libros sapienciales, el de la Sabiduría, se nos dice que por la Sabiduría “los hombres se salvarán” (Sb. 9, 18). También: “la Sabiduría es una emanación pura de la gloria de Dios” (Sb. 8, 25).

Es importante notar que en este caso, como en otros cuantos, el lenguaje de la Biblia no es literal. Estas bellísimas metáforas que nos comunican con claridad, aunque en lenguaje poético, la idea de la magnificencia y del poder de Dios, no son lenguaje literal. El cristiano reconoce en estas citas que la Sabiduría es una figura de Cristo, que es la imagen de la excelencia de Dios y reflejo de su actividad, porque Cristo es la Palabra (es decir, la expresión misma de Dios) (Jn. 1, 1).

Siendo la Fiesta de la Santísima Trinidad, en el Evangelio (Jn. 16, 12-15) Jesús nos habla de sí mismo, y también del Padre y del Espíritu Santo. Habla de éste como el “Espíritu de Verdad”. Y nos dice: “El los irá guiando hasta la verdad plena ... recibirá de Mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío ... tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes”. Perfecta unión entre las Tres Personas, cuya Sabiduría es comunicada a nosotros.

Dicho en palabras de San Atanasio: “El Padre da a todos por el Hijo lo que el Espíritu Santo distribuye a cada uno”. Es decir: todo nos viene del Padre, por la gracia del Hijo, y todo es repartido por el Espíritu Santo. De allí la frase de San Pablo (cf. 2ª Cor. 13, 14) con que iniciamos la Santa Misa: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el Amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con todos ustedes”.

San Pablo nos explica el funcionamiento de la Santísima Trinidad para con nosotros. “Por mediación de nuestro Señor Jesucristo hemos obtenido la fe, la entrada al mundo de la Gracia ... Dios ha infundido su Amor en nuestros corazones, por medio del Espíritu Santo, que El mismo nos ha dado”. Quiere decir esto que el Padre es Amor, el Hijo es la Gracia. El Espíritu Santo es la comunicación del Amor y la Gracia. Es decir, el Amor del Padre y la Gracia del Hijo nos son comunicadas por el Espíritu Santo, el cual las infunde en nuestros corazones. ¡Maravilla operacional del Dios Uno y Trino, del Dios Vivo y Verdadero!

Y si Dios es así, si Dios funciona así para con nosotros sus creaturas, y si Dios es todo Amor y todo Gracia ¿por qué nos empeñamos en desfigurar a Dios?

Veamos: Un dios que no ama es la antítesis de Dios, pues esencialmente “Dios es Amor” (1ª Jn. 4, 16).Y esas Tres Personas que son cada una el mismo y único Dios, se aman entre sí y nos aman a nosotros con un Amor que es Infinito, como Infinito es Dios. Pero esas Tres Personas no están incluidas en el monigote de dios que se está creando esta civilización. Jesucristo, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, ni siquiera es considerado Dios. Es simplemente un profeta más, equiparado con Buda, Mahoma o Laotsé.

Los del New Age tienen la audacia de considerarlo un hombre que se dio cuenta que podía llegar a ser un dios. Para estos equivocados, Jesucristo no es el Dios-hecho-Hombre del Cristianismo, sino el hombre-hecho-dios que nos propone el post-modernismo, siguiendo la corriente panteísta, según la cual todo es dios y nosotros formamos parte de dios, por lo cual podemos pretender llegar nosotros también a ser dioses. ¡La tentación original: ser como dioses!

El Espíritu Santo ni siquiera aparece en este nuevo y errado concepto de Dios. Dentro de esta corriente, cuando se habla de “espíritu”, en nada se refiere a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, que nace del Amor del Padre y del Hijo y que comunica ese Amor a los seres humanos.

En fin, con este dios inventado no hay posibilidad de relacionarse, pues más bien se cree que todos formamos parte de esa “divinidad energética” a la que llaman dios. Parece muy lindo el concepto de “formar parte” de dios. Pero al nosotros aparecer metidos dentro de esa “energía”, en esa pretendida unidad no hay distinción entre nosotros y esa “energía”. Y si no hay distinción entre nosotros y dios ¿cómo puede existir el amor?

Parece, incluso, que esa pretendida unidad de todos formando parte del dios energía, fuera lo mismo que la unión o comunión con el Dios único y verdadero que pregona el cristianismo y que, efectivamente, Dios nos ofrece. Pero es muy distinto.

En la verdad y realidad cristianas, Dios se da a los seres humanos y espera que nosotros nos demos a El. El nos comunica su Amor y desea que le amemos a El (por cierto, sobre todas las demás cosas y personas). El nos ama para que nosotros le amemos y para que nos amemos entre nosotros con ese Amor con que El nos ama. Y en ese Amor de Dios a nosotros, de nosotros a Dios y de nosotros entre sí, se da la unión. “Que todos sean uno como Tú, Padre, estás en Mí y Yo en Ti. Sean también ellos uno en Nosotros” (Jn. 17, 21). Si amamos a Dios como El desea ser amado por nosotros y si nos amamos entre nosotros con ese amor con que Dios nos ama, estaremos unidos a Dios para toda la eternidad. Pero aún en el más allá, cuando esa unión se dará a plenitud, y los que hayamos obrado bien estaremos resucitados en cuerpo y alma gloriosos en unión plena en Dios, Dios seguirá siendo Dios y nosotros seguiremos siendo nosotros.

Dios seguirá siendo Tres Personas y nosotros seguiremos siendo también personas. ¡Gracias a Dios que no seremos todos “energía”!

Bendiciones!

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