María de la Esperanza
¡Paz y bien para todos!
Cuando Dios empezó a crear, ya me poseía
(Salamón, Prov. 8, 22)
(Salamón, Prov. 8, 22)
Dice Jesús:
Fuente: El Hombre-Dios, revelaciones a María Valtorta, Agosto de 1944, Tomo 1
Hoy escribe esto solo. La pureza tiene un valor tal, que en el seno de una mujer pudo encerrarse quien es Infinito, porque Ella es dueña de una pureza absoluta de la que puede ser capaz un ser humano a quien Dios creó.Dios los bendiga!
La Santísima Trinidad descendió con sus perfecciones, habitaron las Tres Personas, se encerró el Infinito en un pequeño espacio -no por esto se empequeñeció, porque el amor de la Virgen y el querer de Dios ensancharon esta espacio hasta convertirlo en cielo- se manifestó con sus características:
El Padre creador, como si de nueve crease como en sexto día una creatura, y con ello tenía una "hija" verdadera, digna, hecha a su perfecta semejanza. La huella de dios quedaba impresa tan nítida en María, que solo la que estaba en el Primogénito del Padre la superaba. María puede ser llamada después de Cristo, por la perfección que le dió y que Ella supo conservar, por la dignidad de Esposa y Madre de Dios y Reina del cielo, ocupa el segundo lugar después del Hijo y es Ella en quien el Pensamiento de Dios ha encontrado sus complacencias.
El Hijo, que también era su Hijo le enseñó por un misterio de la gracia, su verdad y sabiduría, cuando no era todavía más que un granito que crecía en el seno.
El Espíritu Santo, apareció entre los hombres por una larga anticipación de Pentecostés cual Amor "en quien El amó" como consuelo para los hombres por el fruto que latía en el seno de Ella, como santificación por la maternidad que se verificó.
Dios para manifestarse a los hombres en la nueva y completa forma que empieza con la era de la Redención, no escogió para trono suyo una estrella del cielo, ni el palacio rico de un poderoso. No quiso siquiera las alas de los ángeles que le sirviesen de peana a sus pies. Quiso un seno sin mancha alguna.
También Eva había sido creada sin mancha, pero libremente se entregó al mal. María que vivió en un mundo corrompido -lo que no pasó con Eva- no quiso manchar su candor ni siquiera con el pensamiento que mirase al pecado. Supo Ella que el pecado existe. Vió caras raras y horribles. Las vió todas. Aún la más horrible, la del deicida. Las conoció, sin embargo, para expiar por ellas y para ser en la eternidad la que tiene piedad de los pecadores y la que ruega por su redención.
Fuente: El Hombre-Dios, revelaciones a María Valtorta, Agosto de 1944, Tomo 1
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