La nuevas familias
La liturgia católica introduce este domingo la Fiesta de la Sagrada Familia y la pregunta que nos hacemos es ¿hacia donde va la familia? ¿Es el matrimonio la muerte del amor? El modelo tradicional de familia se desdibujó de manera notable en las últimas décadas a la par que la sociedad transformaba sus funciones clásicas. El incremento de las familias monoparentales o ensambladas, la legalización de las uniones gay, son sólo el síntoma de una nueva cultura afectiva.
¿Qué está pasando con el amor en nuestra sociedad? ¿Nos hemos vuelto inconsistentes e incapaces de vivir este afecto humano fundamental? La necesidad fundamental de amar y ser amado, de dar y recibir amor, ¿se ha apagado? ¿Ya no es una carencia que pone en vilo nuestra existencia temporal y la llama a la relación? Divorcios, uniones gay, parejas que no pasan por el registro civil ni por la Iglesia aun después de muchos años de convivencia, Hijos cuyo padre es "la ciencia" gracias a las técnicas de fertilización asistida, Familias ensambladas, que hacen realidad aquello de "los tuyos, los míos y los nuestros".
Es un tema que lo venimos tratando en el blog al comentar sobre las jornadas de exhortación del Papa Francisco a las familias para que se exploraren algunas perspectivas pastorales de acompañamiento y subraya la necesidad de afrontar las crisis de pareja o de familia bajo los principios del Evangelio.
El panorama de la vida familiar cambió tanto en los últimos años y tan drásticamente que todavía genera sorpresa y desconcierto. Estudios recientes confirman con estadísticas lo que se hace evidente en la vida de todos los días: la familia tipo (mamá y papá con sus hijos bajo el mismo techo) se desdibuja y en su lugar avanza lo que se ha dado en llamar "la familia posmoderna", marcada por la creciente inestabilidad de los vínculos, la disminución de hijos por cada pareja, la resistencia generalizada a formalizar las uniones, la convivencia bajo el mismo techo de hijos de diferentes relaciones y muchas veces de distintas generaciones.
Los jóvenes son el sector en el que estas nuevas modalidades de unión calan más hondo. Dos investigaciones, una realizada por la cátedra de Sociología de la Cultura de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y la otra por la Sociedad Argentina de Terapia Familiar (SATF), coinciden en que los jóvenes están desarrollando una nueva sensibilidad respecto de los afectos. Hablan concretamente del surgimiento de una nueva cultura afectiva, la de los vínculos contingentes o casuales.
Alertada por lo que considera un proceso de disolución familiar amenazante, la Iglesia católica dedicó y dedica mucho tiempo a reflexionar sobre "la problemática familiar signada por el crecimiento de las familias monoparentales y las uniones de hecho" y sobre la legislación "divorcista y antinatalista".
¿La familia está en crisis? Una pregunta tan simple y sin embargo capaz de dividir aguas. Para quienes no ven alternativas "sanas" al modelo tradicional, las nuevas modalidades de vinculación familiar denuncian no sólo una crisis de valores sino también su decadencia.
Pero para quienes creen que sólo se trata de la crisis del modelo tradicional, lo que estamos viviendo son procesos de transformación acordes con otros cambios igualmente profundos de la vida social y cultural hoy consolidados, que se vienen gestando desde los años sesenta: el ingreso masivo de la mujer a la vida laboral y profesional, la invención de la píldora que abrió nuevos caminos para la experiencia de la sexualidad e influyó decisivamente en el descenso de hijos por cada pareja, el surgimiento de una conciencia centrada en las necesidades del individuo y no en los mandatos de las instituciones.
Déborah Fleischer ─Médica, psicoanalista, doctora en psicología por la Universidad de Buenos Aires ─ pone la palabra crisis en relación con otra que aparece como su oponente: ideal. Cuando se habla de crisis, dice, se está hablando desde un ideal predeterminado de familia. Ahí está la cosa, ese es el punto.
De sus investigaciones no se desprende que la caída de la imagen paterna -signo dominante de nuestra época- y de la familia patriarcal sean la causa de los malestares de la actualidad. La familia moderna es esencialmente compleja porque sufrió transformaciones en las tres dimensiones que conforman sus funciones organizativas clásicas: la función de organizar la convivencia, la sexualidad y la procreación. "No hay crisis, lo que sí hay son transformaciones que nos enseñarán configuraciones inéditas de los lazos familiares."
¿Es el matrimonio la muerte del amor?
La cultura dominante nos está impulsado con fuerza a vivir en el momento presente como individuos; a sacar todo el jugo posible a la vida de cada día de forma acelerada y subjetiva. Cada uno tiene que cubrir la necesidad de sentido de su vida, su orientación y comprensión. De muchas maneras nos disuade de pensar en la adversidad, la enfermedad y en nuestra muerte. Es como si no existiera. Pero sí nos informa y obliga a pensar en la muerte del amor: ahí están las estadísticas de las separaciones, de los divorcios, de la baja nupcialidad…
Feliz yo y listo
La aspiración a una vida colmada se concentra en el aquí y el ahora. Se aceleran los estímulos por concentrar la felicidad en el presente; no hay tiempo que esperar. No hay gratificaciones que diferir.
Paradójicamente en la medida en que desaparece el horizonte de la plenitud de la vida para siempre como realización de las aspiraciones humanas más hondas, en esa misma medida se hace frágil la pasión de amor. Por más que se pretenda hacer del amor un sustituto de Dios y convertirlo en una religión, no llena el vacío y la potencia del corazón marcado por la temporalidad, la finitud, la mortalidad. Las expectativas religiosas sobre el amor terminan en decepción. No podemos hacer que el amor de una persona humana nos haga felices. Nadie tiene la misión de amarnos tanto que llene todos nuestros vacíos.
Clamor de resurrección
A la inversa, en la medida que el dinamismo del amor se activa con lucidez, en esa misma medida, se convierte en protesta contra la muerte. La experiencia del amor es un clamor de relación y de resurrección. Si se apaga la experiencia del amor, se apaga la esperanza de la resurrección y de la vida para siempre.
El amor a otra persona no implica anularse a sí mismo; el amor es siempre auto realizador y expansivo de la vida. No implica renunciar a las propias ideas y proyectos y sueños de vida auténtica. La cuestión fundamental es: ¿De qué amor estamos hablando cuando nos referimos al amor y de su muerte en el matrimonio? ¿Hablamos del sentimiento del amor o incluimos la decisión de amar? Escuchamos al maestro:
¿Qué es el amor?
Ausencia total de miedo- dijo el maestro
Y ¿qué es a lo que tenemos miedo?
Al amor, -respondió el maestro.
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Fuentes: Carolina Arenes, diario La Nación, Argentina. / Bonifacio Fernández, Ciudad Redonda, España
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