2 de septiembre de 2010

El epitafio de Moisés

¡Paz y bien en Cristo Jesús y en la Virgen María!

Moisés ha muerto sin dejar rastro de su sepulcro. Sin embargo, algunos le han consagrado un epitafio inmortal no escrito en una fría loza de mármol, sino en la eterna y siempre nueva Palabra de Dios. Veamos algunos de los epitafios más importantes:

El hombre más humilde sobre la tierra
"Moisés era un hombre muy humilde, más humilde que cualquier otro hombre sobre la tierra" - Num. 12, 3
Humilde no es quien vive en silencio y la modestia, que no levanta la cabeza y habla en voz baja. No. Humilde es quien da a Dios toda la gloria de todo cuanto realiza. Se reconoce colaborador parcial en la obra cuya totalidad pertenece solamente a Dios.

Moisés es humilde porque sabe asumir su papel dentro concierto de la historia , sobre todo a la hora de su muerte, cuando, aceptando que su misión es limitada, se retira voluntariamente para que otro asuma su lugar. Jamás es altivo ni presumido. Sabe dar lugar a los demás y en varias ocasiones consulta al pueblo, reconociendo que el no tiene toda la verdad.

El siervo de Dios
"Mi servidor Moisés es el hombre de confianza en toda mi casa" - Num. 12, 7
Si pudiéramos resumir el sentido de la vida de Moisés, sería: servicio. Sin embargo, en este caso es necesario comentar algo más. No se trata de un siervo cualquiera, o por lo menos en el sentido ordinario de esta palabra: es el siervo del Señor que cuando presentó el examen final, fue encontrado fiel en toda su casa (Heb. 3, 5)

Si hay un rasgo en la personalidad de Moisés que parece destacar, es su fidelidad. A pesar de las pruebas y adversidades, aunque se le cierra el paso de ingreso a la tierra prometida, se mantiene siempre fiel a la misión encomendada.

El amigo de Dios
"El Señor conversaba con Moisés cara a cara, como lo hace un hombre con su amigo" - Ex.33, 11
Nadie en toda la historia de la salvación, ha guardado una relación tan íntima y familiar con Dios como Moisés. A partir de su encuentro en la zarza del Horeb, su corazón se queda adherido al misterio divino. Su fuego prendió en sus huesos y le unió de manera definitiva.

Hay un texto muy hermoso que solo quien ha tenido la experiencia de una verdadera amistad no puede pasar de largo delante de él: se trata de la palabra más bella que Dios le haya dirigido a un hombre mortal:
"Tu, en cambio, quedate aquí junto a Mi" - Dt. 5, 31
Sólo un amigo es capaz de pedir algo semejante y sólo otro amigo sabe escuchar en su corazón esta súplica. Los amigos no sólo están unidos, sino juntos, uno al lado del otro. Se necesitan... y lo más admirable es que el Dios eterno y perfecto se lo pide al tímido pastor de ovejas.

Ciertamente Moisés fue un hombre de oración. Sin embargo, no fue amigo de Dios por los cuarenta días que gastó en la cima del monte, ni por los frecuentes encuentros en la Tienda, ni por las continuas veces que intercedió... sino por la actitud que tenía frente a Dios; se manifesdtaba como era: tímido y animoso, suspicáz y honesto, violento y tierno, deprimido y eufórico. En la oración no cuenta tanto el tiempo, sino se logra entrar en contacto de intimidad con Dios.

Este es el hilo conductor que teje las profundas y verdaderas amistades: no la cantidad de tiempo sino la calidad de la comunicación: cuando se abren las ventanas de las heridas de la vida para penetrar hasta la más profundo del corazón. La mejor confirmación de esta íntima amistad la declara Dios mismo:
"Si hay entre ustedes un profeta me muestro a él en visiones y le hablo por medio de sueños. Pero no así con mi siervo Moisés: el es el encargado de toda mi casa. Cara cara hablo con él abierta y claramente y dejo que él vea mi forma.." - Num. 12, 6-8
Caminó como si viera al invisible
"Por la fe Moisés huyó de Egipto sin temer la furia del rey y se mostró firme como si estuviera viendo al invisible" - Heb. 11, 27
Moisés ha descubierto el atributo esencial de Dios: es invisible, pero real; intangible, pero verdadero. El Dios que se escondía detrás del fuego y que hablaba en la penumbra de la nube, es un Dios inaprehensible que trasciende toda figura. Por eso no se puede representar por ninguna imagen, sea mental, de oro o madera preciosa. Trasciende todo y nada es capaz de abarcarlo, pues supera tanto el entendimiento de los sabios, la imaginación de los artistas, así como los elevados conceptos de los teólogos. Sólo el místico puede internarse en dicha dimensión, que ni el ojo puede ver, ni el oído escuchar, cuando Dios libremente enciende el alma con el éxtasis y la contemplación.

Moisés ha percibido lo esencial de Dios: es invisible, es trascendente, es Santo, Santo, Santo..!

Que el Señor los bendiga

Claudio


Más allá del desierto, José H. Prado Flores.

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