9 de julio de 2010

El deseo de cumplir tu voluntad

¡Paz y bien!

Les había compartido en la reflexión sobre la necesidad de reconocer los múltiples beneficios de Dios, ya terminando el artículo que "Por un lado, el que más recibe no puede gloriarse de su merecimiento ni juzgarse más digno que los demás, ni insultar a los inferiores, porque el mayor y el mejor es aquel que menos se atribuye a sí y manifiesta más humildad y devoción para agradecer. Por el otro, el que se considera más indigno de todos y se juzga el más despreciable, es el más apto para recibir dones mayores".

Pues bien, el que recibe menos no debe apenarse, ni irritarse, ni profesarle envidia al más rico, antes de levantar los ojos hacia tí y ensalzar sobremanera tu bondad porque tu, sin distinción de personas (Pe 1, 17) repartes tus beneficios con tanta abundancia y liberalidad. Todo procede de tí y, por eso, en todo debes ser alabado. Tu sabes lo que más conviene dar a cada uno. Y la razón de que uno tenga más y otro menos, no nos pertenece a nosotros juzgarla, sino a tí, que conoces claramente los méritos de todos.

Por eso Señor Dios, hasta considero un gran mérito no poseer muchas de esas cosas por las cuales los hombres pueden honrarme y alabarme. Por lo tanto, cualquiera que mire a su pobreza y a la vileza de su persona, no debe concebir un sentimiento de congoja, de tristeza o de abatimiento, sino de consuelo y de gran serenidad, porque tú Señor, a los pobres y a los despreciados por el mundo, los has escogido como tu más íntimos amigos.

Testigos son tus mismos apóstoles a quien constituiste prínicipes sobre toda la tierra (Sal. 44, 17). Y sin embargo pasaron por este mundo sin emitir quejas y fueron tan humildes y sencillos , tan simples e inocentes, que se alegraban por haber sido dignos de ser ultrajados en tu nombre (He. 5, 41) y abrazaban con gran afecto lo que los hombres detestaban.

Para el que te ama y precia tus dones nada le debe ser tan agradable como el cumplir en si mismo tu voluntad y lo que dispone tu divino beneplácito. Lo cual se ha de consolar de tal forma que desee de corazón ser el menor de todos como otro desearía ser el mayor, y tan tranquilo y contento ha de estar en el último lugar como si se ocupara del primero. Debe, además, aceptar voluntariamente ser menospreciado y desechado, sin gloria ni honra, como ser ensalzado por encima de todos y considerado el más digno de los hombres.

El deseo de cumplir tu voluntad y el amor de tu gloria deben superar cualquier aspiración y una persona se ha de consolar y contentar más con esto que con todos los beneficios recibidos o por recibir.

¡Que el Señor los colme de bendiciones!

Cuidalo C.

Fuente: La Imitación de Cristo

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