Sanados por el Espíritu Santo
"Maestro, sabemos que tú has venido de parte de Dios para enseñar, porque nadie puede realizar los signos que tú haces, si Dios no está con él". Jesús aprovecha el asombro de Nicodemo para enseñarle la lógica divina, la de la acción del Espíritu Santo en nuestro interior. Nicodemo era un judío influyente, del grupo de los fariseos. Esta posición social quizá explique que haya ido de noche a buscar a Jesús. No quería ser visto por sus compañeros, que se habían enfrentado en numerosas ocasiones con el nuevo maestro de Galilea.
Jesús invita a este fariseo influyente a pensar que la cosa verdaderamente decisiva no es tanto los signos que ha visto sino el nuevo nacimiento que el Espíritu Santo genera en nuestro interior. Es la acción de Dios que nos hace dejar una vida según la carne para pasar a una vida según el espíritu. Con otras palabras, el Espíritu Santo nos empuja a abandonar el pecado, una vida centrada en nuestras cosas, en nuestro “yo”, para pasar a una vida de comunión con Dios y con los demás.
Los que alguna vez hicieron un retiro espiritual, saben que y como se habla y se vive durante ese tiempo. La finalidad principal de un retiro es tener una experiencia del amor misericordioso de Dios manifestado en Jesucristo. Esta experiencia se manifiesta en un proceso proporcionado al deseo que yo tengo de encontrar y gustar de este amor. Como si nos estuviéramos ahogando en una pileta de natación y buscamos afanosamente la superficie, por qué no damos más, así el alma no puede vivir sin la luz y el oxigeno de Dios.
"Dios es quien da tanto el desear como el obrar, según su voluntad" (Filipenses 2,13) San Bernardo limita la cooperación humana aún más: "Dios hace en nosotros el pensar, el querer y el obrar. El primero, sin nosotros. El segundo con nosotros. El tercero por medio de nosotros"
Cuando tengamos este deseo de Dios, entonces realmente llegaremos a tener una experiencia de él. Mientras no haya ese deseo de Dios el no se manifestará en nuestra vida. Esa es la condición más importante para experimentar y encontrarnos con Dios, tener ese deseo de amarlo y dejarnos amar por él.
María Magdalena es el mejor ejemplo de la persona llena del deseo de encontrar al amado en su corazón (Juan 20, 1-18). En esta mujer se puede ver los relatos del Cantar de los Cantares en donde la persona enamorada va por las calles y plazas buscando su amado hasta que la encuentra.
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
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Fuente: Evangelio según San Juan 3,1-8. | "Sanados por el Espíritu" - Darío Betancourt, 1994
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