Los desafíos de vivir en comunidad
En un mundo donde la intemperancia, el desamor, la impaciencia y las mezquindades son moneda corriente, nos encontramos divididos por opiniones y puntos de vista que parecen irreconciliables. En el Evangelio de hoy, algunos afirmaban que Jesús era el profeta, otros que era el Mesías, y otros lo rechazaban por venir de Galilea. Esta escena refleja lo que ocurre en nuestras comunidades, en el trabajo, e incluso en la vida familiar: las opiniones divididas generan tensión y separación.
Pero, ¿qué hacemos cuando las divisiones nos afectan? Buscamos la verdad con humildad, sin imponerla con dureza, sino con el testimonio de una vida coherente? El desafío es vivir en la verdad, incluso cuando eso signifique enfrentarse a la incomprensión de quienes nos rodean.
En ocasiones, nosotros también juzgamos a los demás por lo que vemos superficialmente, sin dar espacio a la profundidad de sus historias o experiencias. Nos resulta fácil encasillar y etiquetar, en lugar de abrirnos al diálogo sincero y al encuentro con el otro.
Romper esos esquemas limitantes. No podemos dejar que las etiquetas nos impidan ver el valor genuino de las personas. Aceptar al otro con su historia y su identidad auténtica es un acto de humildad que enriquece nuestras relaciones personales y comunitarias. La identidad de Jesús no se definía por su lugar de origen, sino por su entrega y amor. Así también, cada persona merece ser valorada más allá de sus circunstancias.
En medio del conflicto y la hostilidad, Nicodemo se atrevió a cuestionar la condena precipitada hacia Jesús. Su valentía nos invita a reflexionar sobre nuestra actitud ante la injusticia. ¿Guardamos silencio cuando otros son juzgados sin fundamento? ¿Nos atrevemos a alzar la voz cuando la verdad está en juego?
Defender la verdad exige coraje, especialmente cuando implica ir contra la corriente de la mayoría. No se trata de imponer opiniones, sino de abrir caminos para el diálogo, fundamentado en el respeto y la escucha. Como comunidad, debemos aprender a acompañar a los que son marginados y juzgados, mostrando empatía y comprensión en lugar de condena.
Como Nicodemo, dejemos que la verdad se revele con paciencia, y no nos apresuremos a condenar por prejuicios o apariencias. Reconocer nuestros errores es signo de madurez y autenticidad. Abramos el corazón a la reflexión antes de actuar con dureza o indiferencia.
La división y el juicio fácil destruyen la comunidad y en el hogar. Jesús nos muestra que la verdadera unidad se construye desde la comprensión mutua y el respeto, incluso ante la diversidad de opiniones. En lugar de encerrarnos en nuestras certezas, dejemos que la Palabra de Dios ilumine nuestras decisiones y actitudes.
Trabajemos juntos para edificar espacios donde las diferencias no se conviertan en barreras, sino en oportunidades para crecer. Que el amor y la verdad se conviertan en pilares de nuestras relaciones, superando los obstáculos del prejuicio y la falta de empatía.
El compromiso cristiano nos impulsa a ser puentes de reconciliación y diálogo, evitando el juicio rápido y el rechazo al que piensa diferente. Que nuestras palabras y acciones reflejen la misericordia de Jesús, construyendo relaciones basadas en el amor y la verdad.
__
Fuente: Evangelio Juan 7,40-53 | Adaptación de textos de juanxxiii.org | Imagen: del blog
Comentarios
Publicar un comentario
«Porque la boca habla de la abundancia del corazón.» (Mt. 12, 34) Por lo tanto, se prudente en el uso de ellas y recuerda que en este blog no se aceptan los comentarios anónimos.