Rebeldes del Reino de Dios
Lc 14, 15-24
Cuando retomé el camino después de estar parado en medio del desierto, en octubre de este año, escribí un artículo donde expresaba que Cristo siempre interpela y que los hombres tienen -de hecho siempre lo usa- libre albedrío. De eso trata el Evangelio de hoy. La figura que elije Jesús para que dimensionemos el Reino de Dios, es el de un gran banquete, tan grande que hay comida para todos y en abundancia. Y por lo que decía del albedrío, viene el que quiere y cuando quiere.., hasta en eso es misericordioso el Señor, en la espera..
Tengo amigos adventistas que son piadosos pero no siempre concurrir a sus asambleas los sábados, aun así, su vida es de servicio a los demás; tengo amigos evangélicos que asisten a sus encuentros puntillosamente y tiene una vida en plenitud, de servicio, donde se nota la paz que tienen sus almas. ¿Somos acaso los católicos, los rebeldes de Dios?
En un excelente artículo Virginia Fernández dice: "Los bautizados somos ese nuevo pueblo… ¿lo somos? Como miembros de la Iglesia, ciertamente. Pero si cada uno se examina, puede ser que la respuesta personal, si vamos al fondo, no esté en consonancia con lo que proclamamos cuando cantamos, por ejemplo aquello de “somos un pueblo que camina” o “juntos como hermanos, miembros de una Iglesia”.
Es una cuestión de prioridades que se hace muy visible cuando se trata de la celebración de la
Misa y de la oración personal: nuestras elecciones cotidianas se anteponen al Bien, la Bondad y la Belleza, así con mayúsculas. Es decir a estar con Jesús, de quien dice San Pablo en la primera lectura que “Dios lo exaltó sobre todo”.
Y no es porque seguirle requiera -que también- un cierto grado de heroísmo. Digamos que a todo católico se le pide que santifique las fiestas de la manera que la Iglesia ha previsto: acudiendo a Misa. Una ley de mínimos en suma. Digamos también que algunos y bastantes mantienen la ficción de ser practicantes pero a su aire. ¿Que es prioritario en nuestra vida? ¿Qué anteponemos a la participación en el banquete Eucarístico o a un tiempo de oración y silencia dedicado al Señor? Pretextos banales con un discreto disfraz de bien para encubrir la frialdad, la indiferencia, la pereza. También, y sobre todo, la incomprensión e ignorancia de lo que es, en realidad, ese banquete. En el Catecismo está escrito: “La Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida cristiana”.
Como los invitados de la parábola presentamos excusas o nos damos por excusados porque hay cosas “importantes” que nos impiden ir. Ciertamente prestar auxilio cuando es urgente, atender a un anciano solo que necesita ayuda, cuidar a los pequeñitos cuando nadie más puede hacerlo… son razones suficientes. Pero con frecuencia nuestros pretextos son tan ridículos y tan fáciles de posponer o ignorar como los que presenta la parábola."
Paz y bien!
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