Escándalos, perdón y fe


De las lecturas de hoy, carta del apóstol san Pablo a Tito  (Ti 1, 1-9) y Evangelio de San Lucas (Lc 17, 1-6) salen tres enseñanzas: sobre el escándalo, sobre el perdón y sobre la fe. 

Veamos, en la organización de la iglesia, San Pablo le ordena a Tito -que estaba en Creta- que designe presbíteros  que sean irreprochables, que haya tenido un solo matrimonio y que sus hijos también lo sean (irreprochables); le ordena que designe obispos que no sean arrogantes, iracundos, bebedores, violentos, que no anden en negocios turbios; que sean hospitalarios, amables, justos, piadosos, dueños de si mismos (equilibrados) e indulgentes y con mucha fortaleza en la fe para poder enseñar a los demás. 

Descripción exacta de como debe ser una persona que camine y sea agradable a los ojos de Dios. 

En el Evangelio de hoy, Jesús dice: No es posible evitar que existan ocasiones de pecado, situaciones escandalosas; (usaremos las acepciones: desenfreno, descaro, desvergüenza, inmoralidad, provocación.) les dice a sus discípulos que se cuiden «de ser causa de», «que no las provoquen para la gente sencilla» y que apliquen la indulgencia con aquellos que los ofenden, corrigiéndolos y perdonándolos tantas veces como sean necesarias. 

Como los apóstoles, venidos de una sociedad de trabajo duro, donde todo era ojo por ojo, ser indulgentes y perdonar era algo novedoso y sentían que sin fe en la doctrina de Jesús era imposible. Por eso pedían que le aumentara la fe y ya. Y la fe, no se compra ni se vende. Se tiene o no se tiene. Punto. Es creer en algo para hacerlo posible. Es perdonar porque se cree en el arrepentimiento de la otra persona. Eso es tener fe sobre la base de un corazón misericordioso. 

«Pequeños», en las palabras de Jesús no son sólo los de poca edad, sino los menos considerados socialmente, la «gente sencilla» Tal vez hoy, deberíamos tomarlas alguna vez específicamente con relación a los niños.

No nos engañemos, sin amor nada dura, todo se desvanece, se derrumba, y nos deja prisioneros de una vida evasiva, vacía y sin sentido, de un mundo inconsistente que, más allá de las fachadas, ha perdido toda credibilidad.  Hay preocupación y cuidado para preservar a los niños de peligros, abusos, maltrato, abandono. Leyes, protocolos, servicios sociales, instituciones educativas, parecen tomar muy en serio el tema y parece que cuanto más se proclaman los derechos más vemos, espantados, como crecen los problemas. 

Ya no sorprenden noticias sobre niños abusados, niños con experiencias sexuales prematuras, menores embarazadas, niños con adicciones, menores de doce años que ven pornografía, niños en tratamiento psicológico, con traumas, con tendencias suicidas. 

En esta época que parece manejarlo todo la inteligencia artificial y que ya se construyen androides, robots, con la idea de la abolición del hombre como especie, tal vez uno pueda imaginar que todos querríamos una infancia feliz, sana de cuerpo y de alma, educada para desear la bondad, la rectitud, la superación. Al mismo tiempo, aceptamos con resignación o indiferencia un mundo sucio, una ambiente del “todo vale si me gusta”, la permisividad total y complaciente con el mal, quien sabe si para no resultar retrógrados o intolerantes. 

¿Cómo exigir las obras de un corazón bueno si no impedimos que este ambiente lo extirpe?, se pregunta Virginia Fernández en Ciudad Redonda. Parte de la letra del tango «Las cuarenta»  dice... «la vez que quise ser bueno, en la cara se me rieron. Cuando grité una injusticia, la fuerza me hizo callar. La esperanza fue mi amante, el desengaño mi amigo. Aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran, y si la murga se ríe, uno se debe reír; no pensar, ni equivocado, para qué?, si igual se vive, y además corres el riesgo que te bauticen gil».

Podemos escandalizar a pequeños y mayores por nuestros malos ejemplos y también y sobre todo por callar, por no denunciar, por no defender la verdad del ser humano. Estaríamos pecando por omisión. 


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