Entrega absoluta y sin reservas
Con la paz de Cristo En torno a Dios todo es blanco, todo límpido, todo sencillo, todo sin dobleces, todo tiene sonrisa de niño, cantos de pájaros, aroma de flores, candidez de virgen. La vida del que cree en Dios en un alleluia perenne e inmutable, un canto de esperanza, un grito de exultación y de gozo, un himno de gratitud y de petición, un estallar el corazón en lágrimas que tranquilizan, que reconfortan, al saberse hijo de Dios. Toda la vida del cristiano se cristaliza por la presencia de Dios en ella; por eso el cristiano canta, no solamente en sus actos litúrgicos, sino en todos los momentos, aun en los más duros y difíciles, aun en los más ásperos y de aristas más cortantes. El creyente no puede tratar de engañar a Dios presentándole flores artificiales, en actitud de niño travieso que oculta las cosas; ha de darle no una apariencia de fe y de amor, sino una fe ciega y total y amor de entrega absoluta y sin reservas. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el