Segunda venida. Vigilancia y esperanza
Evangelio de Mc 13, 24-32
«En ese tiempo, después de esta tribulación, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte. Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta. Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.».
La Segunda Venida de Cristo o Parusía es una idea que asusta. Pero, no debería asustarnos, pues hablamos de la culminación de nuestra salvación.
El Evangelio de hoy, Jesús menciona eventos cósmicos como señales de su segunda venida. La oscuridad del sol, la caída de las estrellas y el estremecimiento de los cielos pueden parecer escenarios aterradores. Sin embargo, estas imágenes no deben llenarnos de miedo, sino de esperanza. La presencia del Hijo del Hombre es una promesa de redención y justicia. En nuestro día a día, podemos ver señales del amor de Dios: en el perdón, en la compasión que compartimos con los demás y en la lucha constante por la justicia. Debemos ser como aquellos que reconocen las señales y se preparan, no con temor, sino con confianza y fe en el Señor
Palabras del Papa Francisco
«Y nosotros, hermanos y hermanas, preguntémonos: ¿en qué estamos invirtiendo la vida? ¿En cosas que pasan, como el dinero, el éxito, la apariencia, el bienestar físico? De estas cosas, no nos llevaremos nada. ¿Estamos apegados a las cosas terrenas como si tuviéramos que vivir aquí para siempre? Mientras somos jóvenes y tenemos salud, todo va bien, pero cuando llega la hora de la despedida, debemos dejar todo. La Palabra de Dios hoy nos advierte: la escena de este mundo pasa. Y solamente permanecerá el amor. Por consiguiente, fundar la vida sobre la Palabra de Dios no es evadirse de la historia, es sumergirse en las realidades terrenas para hacerlas firmes, para transformarlas con el amor, imprimiéndoles el sello de la eternidad, el signo de Dios. He aquí entonces un consejo para tomar las decisiones importantes. Cuando no sé qué hacer, cómo tomar una decisión definitiva, una decisión importante, una decisión que implica el amor de Jesús, ¿qué debo hacer? Antes de decidir, imaginemos que estamos ante Jesús, como al final de la vida, ante Él que es amor. Y pensando allí, en su presencia, en el umbral de la eternidad, tomemos la decisión para el hoy. Así tenemos que decidir: siempre mirando la eternidad, mirando a Jesús. Quizá no sea la elección más fácil, la más inmediata, pero será la buena, eso es seguro.» (Ángelus, 14 de noviembre de 2021)
Jesús nos llama a una espera activa, no a una actitud pasiva. Esta espera no es inactividad, sino una vida dedicada al servicio y al amor. En nuestra comunidad parroquial, esta enseñanza se manifiesta en la forma en que trabajamos juntos, apoyamos a los más necesitados y extendemos la mano a aquellos que buscan consuelo. Estar atentos significa vivir cada día como si fuera el último, entregando lo mejor de nosotros. Así, en nuestro trabajo apostólico, no debemos perder tiempo en cosas superfluas, sino enfocarnos en lo que es verdaderamente esencial: la construcción del Reino de Dios aquí y ahora.
Paz y bien!
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