Que no se apague el fuego


Evangelio de San Lucas 18, 1-8

La lectura de hoy es la persistencia de la viuda ante el Juez para recibir justicia y la respuesta del Juez de conceder lo que pedía para que no la molestara más. Mujer pesada si las había. 

Voy a ser autorreferencial. ¿Que es lo que le pido? Siempre, por mi esposa, mis hijos y nieto que tengan salud y trabajo, y que me diga que quiere que haga. Esta pregunta se la hice hace mucho, porque era evidente que no quería que hiciera lo que hice los últimos 25 años de mi vida. Es cierto, para una persona que se pasó la mitad de su vida entre papeles, cuentas, balances, bancos y el ejercicio de la función pública y no hacer nada más que cobrar su jubilación cada 28 de mes, es la nada misma. En ese desierto le pregunté cual era el camino, que quería que hiciera.

Y un día, se me dió por volver a escribir en mi blog -que comparto a veces con mi hija- porque más allá de volcar reflexiones, siento que aunque sólo me lea una persona, la misión estará cumplida. Quizá dentro de un tiempo me de cuenta que esa era su voluntad. Espero, eso si, no desfallecer.

Las otras cuestiones que tienen que ver con la política que me producen mucho enojo por los excesos de un gobierno en contra de un pueblo que cada vez es más pobre, se las entrego diciendo lo que digo siempre ante situaciones de angustia/enojo/ira: Dios proveerá (está escrito debajo del título del blog: Dominus Providebit)

Ayer escribí que de tanto ver triunfar las maldades en manos de los poderosos, el hombre llega a desanimarse de la virtud, reírse de la honra, y tener vergüenza de ser honesto. Dije también, terreno fértil para Satanás..., como dice el Padre Adrián Henao, colombiano, joven, muy ungido, que diariamente invita a rezar la Coronilla de la Misericordia y el Santo Rosario a través de Tik Tok: "démosle a la oración hermanos que si Satanás nos encuentra desocupados tiene un trabajito para darnos"

Dice el Papa Francisco «En nuestro camino cotidiano, especialmente en las dificultades, en la lucha contra el mal fuera y dentro de nosotros, el Señor no está lejos, está a nuestro lado; nosotros luchamos con Él a nuestro lado, y nuestra arma es precisamente la oración, que nos hace sentir su presencia junto a nosotros, su misericordia, también su ayuda. Pero la lucha contra el mal es dura y larga, requiere paciencia y resistencia —como Moisés, que debía tener los brazos levantados para que su pueblo pudiera vencer. Es así: hay una lucha que conducir cada día; pero Dios es nuestro aliado, la fe en Él es nuestra fuerza, y la oración es la expresión de esta fe. Por ello Jesús nos asegura la victoria, pero al final se pregunta: «Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?» (Lc 18, 8). Si se apaga la fe, se apaga la oración, y nosotros caminamos en la oscuridad, nos extraviamos en el camino de la vida.

Me quedo con la reflexión de Virginia Fernández; la confianza es rocosa. Dios solo dará lo bueno; no un capricho, ni algo que no vaya a hacer bien, sino lo que de verdad satisfaga el hambre más profunda.


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