Iluminar las crisis y las dificultades


El capítulo sexto de la exhortación del papa Francisco a las familias trata sobre algunas perspectivas pastorales de acompañamiento y subraya la necesidad de afrontar las crisis de pareja o de familia bajo los principios del Evangelio.

Hoy más que nunca, vale la pena que reflexionemos sobre lo que significa una crisis. No es extraño escuchar a las personas preguntarse ¿Cómo salir de una crisis?, pero quizá la pregunta más adecuada no es cómo salir sino cómo hemos desembocado en ella. ¿Qué ha ocurrido y cómo ha ocurrido? Enfrentar una crisis siempre dependerá de cuánto la comprendamos. Para ello tenemos que preguntarnos qué mentalidad la sostiene, que comportamientos la secundan, qué situaciones juegan a favor y en contra, las amenazas que comporta y evidentemente, cuánta disposición hay de las personas implicadas para resolverla.

No hay manera de salir de un conflicto sin comprenderlo en toda su profundidad. Caso contrario, se puede volver a caer en los mismos mecanismos que lo originaron.

En este contexto, es interesante señalar que, en el idioma chino, la crisis se compone de dos ideogramas: peligro y oportunidad. Es decir, que la crisis es considerada tanto como un evento amenazante como la posibilidad de aprender.

Para aclararlo, piense en una crisis personal y se dará cuenta que, en medio de esa situación complicada, usted trató por todos los medios y con todos sus recursos de salir adelante. Justamente por ese esfuerzo, usted aprendió destrezas nuevas o desarrolló, de diferente manera, las que ya tenía. Esto no dependió de la cualidad de la crisis, es decir si fue difícil o fácil de resolver o si sus consecuencias fueron positivas o negativas; lo importante siempre está en el proceso, en los pasos que vamos dando.

Para ello es importante detenernos a comprender las bases de las crisis familia-res. Por ejemplo: ¿Hay resentimientos, heridas, frustraciones, etc.? ¿Es una reacción a algo en particular? ¿Es transitoria o permanente?

De la objetividad con la que nos aproximemos a la crisis (mirar las cosas como son) dependerá que la comprendamos y, por tanto, aprendamos de ella.

Pero es importante que antes de indagar la crisis de pareja o de familia, nos preguntemos. ¿Desde dónde lo vamos a hacer y para qué? Evidentemente, el amor debe ser nuestro punto de partida y nuestro punto de llegada.

¿Y cómo hacerlo desde el amor? Jesús nos dio muchas claves para comprender.

1.- No juzgar. Tener el coraje y la humildad para mirar la viga en el propio ojo antes que la paja en el ojo ajeno. ¿Cómo podríamos enfrentar una crisis en pareja o en familia si condenamos, descalificamos y criticamos al otro cuando nosotros mismos estamos lle-nos de problemas? Como decía Jesús, un ciego no puede guiar a otro ciego, so pena de caer juntos en un hoyo.

Juzgar no hace bien a nadie. Es mejor encontrar juntos una forma de comprender la situación y dejar a un lado tanto los juicios como las defensas personales.

2.- Hacer al otro lo que nos gustaría que hagan con nosotros mismos. Es decir, tener la conciencia plena de la semejanza que nos une y lo que implica. El otro es como usted, tiene la misma libertad, la misma capacidad de elección, el mismo deseo de paz y seguramente el mismo afán de resol-ver la crisis. Si usted trata al otro con el mismo respeto que usted cree merecer, seguro que su acercamiento será el correcto.

3.- Cada día con su afán. No pretendamos solucionar todo en un instante, hay que permitir que las conversaciones maduren, que las conductas vayan alineándose y que los ritmos de cada persona sean respeta-dos. Esto también implica no traer continua-mente el pasado al presente o las expectativas personales a futuro. ¿Qué crisis podría resolverse si siempre estamos hablando del pasado o del futuro? Recuerde que cada día es un día nuevo y lleno de posibilidades.

Si usted se aproxima con amor a una crisis, confiará también plenamente en que ella guarda un posible aprendizaje. La tormenta siempre pasa y si ha navegado con amor, lo más probable es que el sol no solamente que brillará otra vez sino que seguramente le abrirá nuevos horizontes.

Y recuerde que no se trata de salir, de luchar o de eliminar una crisis en familia, se trata de comprenderla profundamente y propiciar que todos aprendan de ella.

Si partimos de esta concepción, se deduce que las crisis implican situaciones que pueden convertirse en crecimiento.


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Textos de Eliana Cevallos - Imagen: El Ojo Digital

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