Fiesta de Cristo Rey del Universo


Evangelio según san Juan 18,33 - 37

Si el mundo ha sido creado y recreado en el Verbo, y el Verbo se ha encarnado hasta tal punto de morir en la Cruz, ésta ha de ser la clave del universo, de la historia y de cada hombre. Las personas pasan, los imperios también, y las fortunas económicas y los honores. Sólo una cosa permanece, como reza el lema de la Orden de la Cartuja: «Mientras gira el orbe, la Cruz permanece». En la Cruz un hombre, y sobre su cabeza un cartel que afirma: Rey. Es engañoso el mundo al prometer la felicidad a través del triunfo, de la prepotencia, de la astucia, de salirse con la suya, o el ser alguien.

Cristo reina desde la cruz, desde el trono de la obediencia y el amor al Padre, desde la entrega sin condiciones. Y desde ahí, desde el sufrimiento, lanza su última palabra para que el hombre rasgue su corazón, se convierta y aprenda a reinar con Él desde ese trono real. 

La disyuntiva es clara, o se vive para Dios (en la obediencia, la entrega, el servicio), o se vive egoístamente y, en definitiva, en el fracaso. San Pablo dice en momentos difíciles: «... nosotros proclamamos un Mesías crucificado. Para los judíos ¡que escandalo más grande! Y para los griegos ¡que locura!» (1 Co 1, 23). Es preciso ser humilde y tener sentido sobrenatural para estar en la verdad y ver las cosas como las ve Dios. Cristo es la última palabra, la última verdad del hombre.

El pesebre de Belén, el taller de carpintería de Nazaret y los tablones de la cruz nos hablan de lo mismo: de la humildad del Verbo de Dios, de su obediencia, de su pobreza. En este Reino de los cielos, el triunfo está en la humildad, en el don de sí mismo. Cristo vino a servir, y donde está Él, tiene que estar su servidor. Y quien le sirve, reina con Él como hijo de Dios.

Señor, yo reconozco que Tú eres el Rey de los hombres y de la creación. Creo lo que creyó el ladrón arrepentido, que Tú eres Rey, y te pido lo mismo que él: llévame al Paraíso. Reina ahora en mi corazón. Procuraré seguirte, en la obediencia al Padre, en el servicio, en la entrega, llevando la cruz de cada día. Dame tu fortaleza para cuando las fuerzas me falten.

Fraternalmente, buen domingo, feliz fiesta de Cristo Rey!



__

Sobre textos de Jesús Martínez García, Pbro.

Terminamos el año litúrgico. Termina el tiempo ordinario, y la semana próxima empezará el Adviento. Y, para terminar bien, se nos presenta el domingo de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.

La fiesta de Cristo Rey fue instituida por el Papa Pío XI en 1925 para luchar contra la sociedad laicista y subrayar la primacía de Jesucristo, muchas veces fue mal comprendida. Porque no es un reino en el sentido que le da el mundo. Hace ya algunos años que se trasladó su celebración del último domingo de octubre al último domingo del Año Litúrgico, para significar la culminación de nuestra salvación.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Te damos gracias, María

El Espíritu es animoso, pero la carne es débil

En la fiesta de los Tabernáculos. Joaquín y Ana poseían la Sabiduría. (El Hombre - Dios)