Dios, discrimina?
Evangelio Lc 17, 26-37
El evangelio de hoy, es durísimo. Describe escenarios promiscuos y de muerte. Describe el enojo de Dios al decir quien se salva y quien no. Si estar alertas, atentos es vivir una vida simple, sencilla interactuando con paz y compromiso por la verdad y la justicia, no hay nada que temer, dice mi confesor; «la vida me han prestado y tengo que devolverla, cuando el Creador me llame para la entrega» es la letra de una pieza folklórica argentina, que habla por si misma, no necesita interpretación.
Describe la vida convulsionada en tiempos de Noe y Lot, la falsa seguridad en lo material, un llamado a estar vigilantes, la invitación al desapego, el juicio de Dios y el sentido de la urgencia.. Es una ¿sugerencia? a reflexionar sobre nuestra vida y nuestras prioridades; sobre nuestra vida y la inversión de nuestro tiempo en el sentido de la distracción y la indiferencia que podemos adoptar fácilmente ante lo que realmente importa.
Dice en su reflexión Virginia Fernández, «...quizá haya muchas personas que desearían aprovechar estas lecturas para “demostrar” que Dios no es el Padre amoroso, sino un ser cruel; y quizá haya otras que también las tomen para asegurar que Dios es juez y no va a dejar pasar impune el mal que se haya hecho en esta vida».
Un cosa es cierta. Hoy se vive de una manera caótica; por la economía cotidiana, por la lucha constante de supervivencia, por la prevalencia de los poderosos y en esa convulsión mantenerse de pie y equilibrado parece una quimera.. Se menciona tanto hoy el final de los tiempos! Terremotos, inundaciones, incendios, la supremacía de la opulencia... y uno se pregunta donde está la misericordia del Señor.. «ver agigantarse los poderes en manos de los malos, llegamos a desanimarnos de la virtud, reírnos de la honra, y tener vergüenza de ser honestos»
Escenario perfecto para Satanás y sus invitaciones contantes.. «...donde hay un cadáver, se juntan los buitres» (v 37) La culpa de que haya un cadáver no es de Dios, sino de quien ha matado en sí el amor, la verdad, la justicia. De quien ha rechazado el agua de la vida y se ha convertido en cadáver ambulante. Las aves de rapiña reconocen el cadáver, reconocen a quienes se han dejado llevar por ideologías; está el engaño sutil, el que va enredando, pudriendo y matando sin que las personas se den cuenta llevados por costumbres y corrientes del mundo que poco tienen que ver con la verdad, la justicia y el amor del reino de Dios.
Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a discernir y a vivir con el corazón enfocado en Dios, para que cuando Él venga, nos encuentre listos y dispuestos a seguirle.
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre; don en tus dones espléndido; luz que penetras las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tú aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.
Amén.
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