La vida, un constante equilibrio
Lc 16: 1-8 - Administrador astuto
La vida del ser humano es así. Pendular, entre el bien y el mal. Jesús en el Evangelio de hoy nos hace reflexionar sobre dos estilos de vida contrapuestos: el del mundo por llamar así a la vida misma que no tiene perfiles de rectitud total, absoluta y el del Evangelio. Sólo una sentencia para meditar: «Pues los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz’’.
Decía Rui Barbosa, escritor, jurista y político brasileño «De tanto ver triunfar las nulidades, de tanto ver prosperar la deshonra, de tanto ver crecer la injusticia, de tanto ver agigantarse los poderes en las manos de lo malos, el hombre llega a desanimarse de la virtud, a reírse de la honra, a tener vergüenza de ser honesto.»
Somos la única criatura creada por Dios, que tiene libre albedrío, estamos suspendidos entre la claridad de los ángeles y los deseos de las bestias.
En el medio del caos que significa la sociedad en el siglo XXI el evangelio versus la mundanidad, la luz versus la oscuridad es un cuento de hadas. Amigos! la mundanidad se manifiesta con actitudes de corrupción, de engaño, de abuso, y supone el camino más equivocado, el camino del pecado, ¡porque uno te lleva al otro! Es como una cadena, aunque sí —es verdad— es el camino más cómodo de recorrer generalmente.
En cambio, el espíritu del Evangelio requiere un estilo de vida serio y de duro trabajo, basado en la honestidad, en la certeza, en el respeto de los demás y su dignidad, en el sentido del deber.
La parabola enseña que la honradez en el uso de las riquezas es importante, ya que quien es honrado en lo poco también lo será en lo mucho; enseña además, que quien sirve a Dios por la ganancia, o por los posibles beneficios, no sirve a Dios sino a la ganancia. (Alli donde está tu tesoro, estará tu corazón. Mt 6,21)
¿Se puede transitar, vivir y trabajador entre dos mundos tan distintos? Se puede con valor, con equilibrio, con sensatez y con la constante práctica de las virtudes, las del corazón: templanza, justicia, mansedumbre, humildad, generosidad, discernimiento, bondad, perdon.
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