Resistir

 


San Lucas, 13: 31-35

Con el evangelio de hoy, pienso en todos los cristianos católicos y no católicos que caminan las calles llevando la Palabra de Dios; los que visitan enfermos, presos, los ministros de la Eucaristía que ejercen ese ministerio dentro y fuera del Templo. Todos ellos en el medio de una sociedad convulsionada. Vivimos tiempos difíciles, donde cada día nos desayunamos con malas noticias: corrupción, guerras, amenazas de destrucción, violencia, desmoralización general, robo de identidad. Cada día tenemos la opción de caer en el desánimo, la amargura, el resentimiento, o el recurso a la violencia para sacudirnos de encima el mal. Nadie nos podría culpar. A veces el sentimiento de impotencia es tan grande, que no parece que merezca la pena resistir.

Lucas en su Evangelio cuenta la resistencia de Jesús ante la advertencia de muerte, le aconsejaban que dejara su misión porque era difícil; estaba perseguido. Le aconsejaban que huyera. Su vida corría peligro inminente. 

Como se resiste ahora? "Por todas partes llevamos en nuestra persona la muerte de Jesus, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra persona" dice Lucas en su segunda carta a los Corintios. 

Son las paradojas cristianas. La fe no las discute, porque se basan en la Roca de la Palabra de Dios. Se trata de esa firme y segura convicción de la fuerza imparable de la Resurrección. Lo que toca es resistir, orar y suplicar, como dice Pablo a los efesios. Es también pedir el valor de hablar, proclamar y denunciar.

Por eso es consolador hoy escuchar que hay una “armadura” para resistir el día malo. No es una armadura barata, ni de hojalata. Esa no serviría. Es la armadura de Dios y se trata, nada más y nada menos, que de la Cruz. Símbolo de escándalo y debilidad, la cruz es lo más poderoso que tenemos los cristianos. La Cruz implica una confianza absoluta en la victoria pese a todas las apariencias externas y todas las dificultades enormes a las que nos enfrentamos. 

Aunque nuestra armadura sea algo tan aparentemente fracasado como la Cruz. Dos mil años de salvación; la voz segura de la Vida, nos dicen, una y otra y otra vez, que las apariencias engañan. Esta es nuestra fe.

¡Bendito seas por siempre Señor!


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Sobre textos de Carmen Aguinaco

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