Cruces y costos


No hace mucho escribí en el blog «La gente paga por lo que ha hecho y por aquello en que se ha convertido. Y la paga de manera simple: con la vida que lleva» y en esa manera de llevar la vida, están las cruces, todas. Las que consciente o inconscientemente se soportan. Son miles de batallas que te impone la vida. El Evangelio de hoy te propone eso: llevar las cruces y calcular el costo de las decisiones. 

No hay nadie entre nosotros que nunca haya creído, por lo menos una vez, que la vida no es justa con todos. Lo que nos falta es comprender que no hay lecciones iguales para todos y, menos aún, experiencias iguales, porque cada uno tiene que aprender lo que necesita para que se cumpla su destino.

¿Conocen o han conocido a alguien en cuya vida no se haya dado una cruz? Todos llevamos una cruz que puede ser siempre la misma o diversas en distintos tiempos: no hay existencia humana sin cruz. A veces es tan evidente que queda a la vista de todos: enfermedad, fracaso, pobreza, ruptura, maltratos, traiciones, soledad, desamor… Hay paliativos, pero solo paliativos. La verdadera salvación solo viene de Jesucristo que tomó sobre sí todo sufrimiento, todo dolor, todo fracaso, de tal forma que en sus llagas hemos sido curados. (Virginia Fernández)

"El guerrero de la luz" -dice Paulo Coelho- aprendió que Dios usa la soledad para enseñar la convivencia. Usa la rabia para mostrar el infinito valor de la paz. Usa el tedio para resaltar la importancia de la aventura y del abandono. Dios usa el silencio para enseñar sobre la responsabilidad de las palabras. Usa el cansancio para que se pueda comprender el valor del despertar. Usa la enfermedad para resaltar la bendición de la salud. Dios usa el fuego para enseñar sobre el agua. Usa la tierra para que se comprenda el valor del aire.  Usa la muerte para mostrar la importancia de la vida. 

Llevar las cruces hace a la perfección de uno, a templar el espíritu. Es ir mas allá del desierto


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Te damos gracias, María

El Espíritu es animoso, pero la carne es débil

En la fiesta de los Tabernáculos. Joaquín y Ana poseían la Sabiduría. (El Hombre - Dios)