14 de agosto de 2016

Cuando Jesús trae la división


Domingo 20, Lucas 12, 49-53

Hay en el Evangelio aparentes paradojas. Una de ellas es ésta: por un lado Jesús hablaba de un reino de paz, y por otra parte que no había venido a poner paz sino la espada. Y esto se debe, como dijo Simeón a María cuando presentaron en el Templo a Jesús, porque Él es signo de contradicción, al poner al descubierto la bondad o la malicia de los corazones; a la vez a Ella se le auguró que una espada le atravesaría el alma...

En sus primeras palabras, en el sermón de la montaña, llamó bienaventurados a los que buscan la paz y son perseguidos por ser justos, asegurando que de ellos es el reino de los cielos. El Evangelio de Jesús es ante todo sembrador de paz, de justicia, de fraternidad.

Pero las palabras de Jesús del sermón del monte chocan con comportamientos de todos conocidos, actuales y siempre presentes en la historia: los ultrajes, las violencias, los abusos cometidos contra la dignidad de personas, las masas hambrientas desprovistas de todo derecho a merced de los poderosos que imponen su voluntad, que imponen ante todo sus privilegios que sancionan con leyes que exigen que sean respetadas, que sea guardado el orden social que ellos han impuesto para beneficio de determinados grupos, las crisis violentas que hoy padece la humanidad.

Es frecuente oír, incluso en ambientes cristianos, que ante todo es necesario observar la ley y el orden establecido. Es cierto que la ley y el orden son necesarios en toda sociedad, pero con frecuencia se defienden sin tener en cuenta si el orden establecido es o no es un auténtico desorden social en el que se garantizan o no los derechos de la persona; o si se ha logrado que las masas empobrecidas coman y encuentren trabajo, o si se han eliminado las guerras y las armas nucleares…

Justicia no es lo mismo que orden, es ciertamente necesario el orden en la sociedad, pero es necesario el orden apoyado siempre en la justicia y en el respeto a los derechos inalienable de la persona. Habrá que considerar si el orden establecido es un verdadero orden o es desorden por ser injusto.

Jesús fue anunciado como “signo de contradicción” porque hace vivir a la gente en consonancia con su Evangelio o en contraposición con él. No es fácil ver a Jesús como alguien que trae fuego destinado a destruir tanta impureza, mentira, violencia e injusticia, como un Espíritu capaz de transformar el mundo, de manera radical, aun a costa de enfrentar y dividir a los hombres y mujeres.

Quien quiera ser creyente en Jesús no puede ser fatalista, buscando, ante todo, tranquilidad y falsa paz. No puede ser inmovilista justificando el actual orden de cosas, sin trabajar con esfuerzo creador y solidario por un mundo mejor; ha de vivir y actuar movido por la aspiración de colaborar en cambiar la humanidad hacia la justicia y el establecimiento de un orden nuevo.



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Textos de Blog de Antena Misionera

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