3 de julio de 2016

La misión

Domingo 14, TO, Lucas 10,1-12.17-20

Rogar al dueño y también ir. Es una tarea de todos los cristianos. «La misión es un problema de fe, es el índice exacto de nuestra fe en Cristo y en su amor por nosotros. La tentación actual es la de reducir el cristianismo a una sabiduría meramente humana, casi como una ciencia del bien vivir.

En un mundo fuertemente secularizado, se ha dado una gradual secularización de la salvación, debido a lo cual se lucha ciertamente en favor del hombre, pero de un hombre a medias, reducido a la mera dimensión horizontal. En cambio, nosotros sabemos que Jesús vino a traer la salvación integral, que abarca al hombre entero y a todos los hombres, abriéndoles a los admirables horizontes de la filiación divina.

¿Por qué la Misión? Porque a nosotros, como a san Pablo, se nos ha concedido la gracia de anunciar a los gentiles las inescrutables riquezas de Cristo (Ef 3,8). La Iglesia, y en ella todo cristiano, no puede esconder ni conservar para sí esta novedad y riqueza, recibidas de la divina bondad para ser comunicadas a todos los hombres» (Juan Pablo II, Redemptoris missio).

Hay dos modos de ser enviado, una yendo a otro lugar, y otra permaneciendo en el mismo sitio pero de otra manera: personas transformadas por la gracia y la doctrina cristiana colaboran a transformar la sociedad. No sólo para hacer un mundo mejor, más habitable. Sino un mundo donde Dios sea el norte de cada persona, donde las leyes ayuden al hombre a desarrollar sus capacidades humanas y puedan vivir como hijos de Dios. El cristianismo es un humanismo, ciertamente, pero es mucho más: Cristo es el camino para la salvación eterna.
Señor, que no me confunda, que no crea que voy bien sólo por no hacer mal, o por tener buena autoestima. Que vea la necesidad de mover los corazones hacia Ti, de que tengo que rezar para que haya vocaciones entregadas en la Iglesia, y que yo también tengo que ir. Que sienta en mi alma el gozo de ver nacer y desarrollarse tu vida en los demás.


___
Textos de Jesús Martínez García

Publicar un comentario

«Porque la boca habla de la abundancia del corazón.» (Mt. 12, 34) Por lo tanto, se prudente en el uso de ellas y recuerda que en este blog no se aceptan los comentarios anónimos.