17 de julio de 2016

La mejor parte


Domingo 16º - C- Lucas 10, 38-42

Todos tenemos obligaciones, trabajos que hemos de realizar. También Jesús en sus tres años de vida pública parecía que no paraba de enseñar y viajar. Pero sí paraba, y se iba a solas a hacer oración con su Padre. Ese momento de encuentro era el momento mejor, el más importante de la jornada.

Si Marta representa el prototipo de la actividad y María el de la oración, podríamos preguntarnos:  ¿Cómo puede ser ésta la respuesta del Señor? ¿Dónde queda mi deseo de hacer, mi deseo de ayudar, mi deseo de actuar?  ¡Dónde queda mi responsabilidad!  ¿Cómo puedo quedarme sin hacer nada?

La dificultad en no comprender la respuesta de Jesús está en que hombres y mujeres nos consideramos hoy los protagonistas principales de nuestra vida.  Olvidamos que Dios todo lo dispone.  No nos damos cuenta que nuestra vida es la historia de las acciones que Dios realiza en nosotros y a través de nosotros.  Nos creemos los principales protagonistas de nuestra vida, y no vemos la acción de Dios en nosotros.  ¡No vemos que Dios es el principal protagonista de la vida de cada uno!

Para no quedar desconcertados porque Jesús nos dice lo mismo que a Marta -que nos preocupamos por muchas cosas que realmente no son necesarias y nos perdemos de la mejor parte- necesitamos darnos cuenta de que no somos nosotros quienes llevamos las riendas de nuestra vida:   es Dios quien las lleva …  Es así, “aunque Ud. no lo crea”.

El activismo devora la vida interior y termina por olvidar el sentido de lo que se está haciendo. No basta con hacer cosas, incluso por los demás, sino hacer lo que Dios espera de nosotros. Sin oración se acaba viviendo hacia fuera, y hasta la ayuda que se presta acaba siendo algo que podría realizar alguien que no es cristiano. Se acaba por no acercar a los demás a Dios.

En la oración, en la oración verdadera  -esa oración en la que se busca al Señor para adorarlo, esa oración que es asidua, diaria- en esa oración, Dios nos muestra su Voluntad.  Y en esa oración podemos saber qué desea El de nosotros.  Además, en la oración, Dios nos da la fortaleza para cumplir su Voluntad, nos da también la entrega para aceptarla, y, además, nos da la paciencia para saber esperar el momento en que sus planes para nuestra vida se realizarán.

Nos jugamos mucho en la oración. La calidad de la vida interior está en estrecha relación con la calidad de nuestro trato con Dios. Ahí, con Él, veremos muchas cosas. Quizá algunas que Él desea comunicarnos desde hace tiempo, y no ha sido posible por nuestra culpa.

De no ser así, corremos el riesgo de equivocarnos en nuestra vida personal, y también en la actividad apostólica que emprendamos, creyendo que nuestros planes son los Planes de Dios, pensando que ya sabemos cuál es el Plan, sin antes haber pasado, como María, al menos unos cuantos ratos “a los pies del Señor”.



1 comentario:

  1. Muchas, gracias.como María, al menos unos cuantos ratos “a los pies del Señor”. Que así sea, que Dios le bendiga.

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