12 de junio de 2016

El valor de los detalles


11º Domingo TO, 2016. Lucas 7, 36-50; 8, 1-3

Es el amor o la falta de amor lo que Jesús advierte. La contrición es un acto de amor, y el de aquella mujer fue muy grande. Su arrepentimiento pasó desapercibido para aquel fariseo, porque él mismo no había cuidado los detalles.

En los detalles se descubre al buen profesional, la buena educación, el cariño. Habitualmente no se nos presentarán grandes ocasiones de demostrar el amor a Dios; lo normal será cuidar lo pequeño: la genuflexión, los detalles de liturgia (hasta el incienso y el perfume Jesús lo valora), la puntualidad, la limpieza, el orden, no descuidar los sentidos, el recogimiento... Son pequeñas cosas, pero ahí es donde nos jugamos el amor a Dios.

Dios son Personas, que nos ven. Jesús tiene corazón humano y se da cuenta: le alegra comprobar el cariño o le duele la falta de atención. No por Él, sino por nosotros. Somos humanos y el cariño a Dios hemos de demostrarlo de esta manera, al modo humano, con pequeñas obras, pero obras de amor al fin y al cabo. Lo que Jesús le da a aquella mujer es desproporcionado: perdona sus pecados y le permite recuperar la alegría honda del corazón. Jesús da mucho por poco que se le dé.

¿Por qué la aridez en la oración? ¿Por qué en ocasiones nos parece que no está en la Eucaristía o que no nos oye en la oración? ¿No será porque, a base de descuidos, somos nosotros los que nos hemos alejado de su presencia amorosa? El amor hay que cultivarlo y conquistarlo cada día. El premio son pequeñas flores, con sus colores y perfumes imperceptibles para los demás, pero que llenan el corazón.

Necesitamos hacer examen y concretar propósitos. La piedad nos hace entender cosas que la mera razón no capta.

Escribió San Pío de Pietrelcina Que la esperanza en la misericordia de Dios nos sostenga en el tumulto de las pasiones y contradicciones. Corramos confiadamente al sacramento de la penitencia en el que el Señor nos espera con una ternura infinita. Y una vez perdonados nuestros pecados, olvidémonos de ellos, porque el Señor ya lo ha hecho antes que nosotros. Aún admitiendo que hubieras hecho todos los pecados del mundo, el Señor te repite: «Tus muchos pecados están perdonados porque has amado mucho». 
Señor Jesús, tú eres la misma dulzura: ¿cómo podría vivir sin ti? Ven, Señor, a tomar tú solo posesión de mi corazón.


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Huellas de Jesús Martínez García

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