¿Cuántos aman la cruz de Cristo?
Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre
Jesucristo tiene ahora muchos amadores de su reino celestial, mas muy pocos que lleven su cruz. Tiene muchos que desean la consolación, y muy pocos que quieran la tribulación. Muchos que aspiran comer en su mesa, y pocos que anhelan imitarlo en su abstinencia. Todos quieren gozar con El, mas pocos quieren sufrir algo por El.
Muchos siguen a Jesús hasta el partir del pan, mas pocos hasta beber el cáliz de la pasión. Muchos admiran sus milagros, mas pocos le siguen en la vergüenza de la cruz.
Muchos aman a Jesús, cuando no hay adversidades. Muchos le alaban y bendicen en el tiempo que reciben de El algunas consolaciones: pero si Jesús se escondiese y los dejase un poco, enseguida se quejan o se desalientan.
Los que aman a Jesús, por el mismo Jesús, y no por alguna propia consolación suya, lo bendicen tanto en la adversidad y en la angustia del corazón, como en las más elevadas alegrías. Y aunque nunca más les quisiese dar consolación, siempre le alabarían, y le querrían dar gracias.
¡Oh! ¡Cuánto puede el amor hacia Jesús cuando es puro y exento de todo egoismo y provecho personal!
¿No se pueden llamar propiamente mercenarios los que siempre buscan consolaciones? ¿No se aman a sí mismos más que a Cristo, los que calculan siempre sus comodidades y ventajas? ¿Dónde hallaremos alguno quiera servir a Dios desinteresadamente?
Rara vez encontraremos alguna persona tan espiritual que esté desprendida de todas las cosas. ¿Quién hallará el verdadero pobre de espíritu y desnudo de toda criatura? Es un tesoro que debe ser estimado más que todas las preciosidades traídas de lejanas tierras (Prov. 31,10)
Si el hombre diere su hacienda toda, aún no es nada. Si hiciere gran penitencia, aún es poco. Aunque tenga toda la ciencia, aún está lejos. Y si tuviere gran virtud y muy ferviente devoción, aún le falta mucho; le falta cosa que le es más necesaria.
Y esta ¿cuál es? Que dejadas todas las cosas, deje a sí mismo y salga de sí del todo, y que no le quede nada de amor propio. Y cuando ha hecho todo lo que conociere que debe hacer, aún piense no haber hecho nada.
No aprecie el hombre lo que tiene apariencia lo que tiene de grande y estimable. Al contrario, considérese en verdad siervo sin provecho, como dice Jesucristo: Cuando hayan hecho todo lo que les ha sido mandado, digan: somos servidores que no hacíamos falta (Lc. 17, 10). Y así podrás ser pobre y desnudo de espíritu, y decir con el profeta: Porque soy pobre y desvalido (Sal. 24, 16).
Nadie es más rico, nadie más poderoso, nadie más libre que aquel que sabe renunciar a todo y a si mismo y ocupar el último lugar.
Fraternalmente,
Claudio
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La Imitación de Cristo
Muchos siguen a Jesús hasta el partir del pan, mas pocos hasta beber el cáliz de la pasión. Muchos admiran sus milagros, mas pocos le siguen en la vergüenza de la cruz.
Muchos aman a Jesús, cuando no hay adversidades. Muchos le alaban y bendicen en el tiempo que reciben de El algunas consolaciones: pero si Jesús se escondiese y los dejase un poco, enseguida se quejan o se desalientan.
Los que aman a Jesús, por el mismo Jesús, y no por alguna propia consolación suya, lo bendicen tanto en la adversidad y en la angustia del corazón, como en las más elevadas alegrías. Y aunque nunca más les quisiese dar consolación, siempre le alabarían, y le querrían dar gracias.
¡Oh! ¡Cuánto puede el amor hacia Jesús cuando es puro y exento de todo egoismo y provecho personal!
¿No se pueden llamar propiamente mercenarios los que siempre buscan consolaciones? ¿No se aman a sí mismos más que a Cristo, los que calculan siempre sus comodidades y ventajas? ¿Dónde hallaremos alguno quiera servir a Dios desinteresadamente?
Rara vez encontraremos alguna persona tan espiritual que esté desprendida de todas las cosas. ¿Quién hallará el verdadero pobre de espíritu y desnudo de toda criatura? Es un tesoro que debe ser estimado más que todas las preciosidades traídas de lejanas tierras (Prov. 31,10)
Si el hombre diere su hacienda toda, aún no es nada. Si hiciere gran penitencia, aún es poco. Aunque tenga toda la ciencia, aún está lejos. Y si tuviere gran virtud y muy ferviente devoción, aún le falta mucho; le falta cosa que le es más necesaria.
Y esta ¿cuál es? Que dejadas todas las cosas, deje a sí mismo y salga de sí del todo, y que no le quede nada de amor propio. Y cuando ha hecho todo lo que conociere que debe hacer, aún piense no haber hecho nada.
No aprecie el hombre lo que tiene apariencia lo que tiene de grande y estimable. Al contrario, considérese en verdad siervo sin provecho, como dice Jesucristo: Cuando hayan hecho todo lo que les ha sido mandado, digan: somos servidores que no hacíamos falta (Lc. 17, 10). Y así podrás ser pobre y desnudo de espíritu, y decir con el profeta: Porque soy pobre y desvalido (Sal. 24, 16).
Nadie es más rico, nadie más poderoso, nadie más libre que aquel que sabe renunciar a todo y a si mismo y ocupar el último lugar.
Fraternalmente,
Claudio
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La Imitación de Cristo
¿Qué pasa, Claudio, ¿me has puesto una cámara en casa o qué?
ResponderBorrarUn fuerte abrazo y pide por nosotros.
¡Felices Pascuas!
Claudio, un gusto que esté de vuelta, me encanta leer su blog. Felices Pascuas!!
ResponderBorrarLa Resurrección nos trae la fuerza y la luz para saber coger esa cruz y seguir el camino.
ResponderBorrarUn fuerte abrazo y mi alegría de verte publicando.