Hablar de Dios, de la verdad, para provocar la conversión y la entrega.


¿Por qué es tan importante Juan el Bautista? No hizo milagros, al menos que conozcamos. No tuvo una vida de predicación extensa. No fue el fundador consciente de ningún credo…

¿Qué es entonces lo que le hace ser grande? Creo que dos elementos fundamentales nos hablan de la importancia de este hombre: La santidad de su vida se refleja en la constante obediencia a Dios, obediencia a la voluntad de Dios; el reconocimiento de la verdad como forma de evangelización y de seguimiento del Mesías. Él no era quien tenía que venir…

A lo largo de la historia tenemos que comprobar cómo muchas personas encargadas de evangelizar se han atribuido los logros obtenidos. Dios se vuelve para ellos un medio, no en el fin. Para estas personas que van buscando más el mérito propio que la grandeza de Dios, les interesa más que ellos queden bien que la gente se acerque al Señor. Y Juan viene a romper estos esquemas egoístas y anticristianos. Una persona que evangeliza es grande cuando es capaz de ser un camino de paso hacia Dios. Eso fue lo que dijo y lo que hizo Juan.

Hay personas que tratan de evangelizar, pero usando criterios propios. Creen que evangelizar es hacer lo que ellos dicen que hay que hacer. Piensan que creer en el Señor es tener todo el mundo sus mismos criterios y sus mismos puntos de vista. Esto no es así. Evangelizar es hacer que las personas sean capaces de poner sus ojos en Cristo, no en el evangelizador…

Hoy se nos habla del mensajero y de su mensaje: ser testimonio de la luz que es Cristo. También san Pablo cuenta para qué le había elegido Dios: «a los cuales yo te envío para que les abras los ojos, se conviertan de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios, y reciban la remisión de los pecados y la herencia entre los debidamente santificados por la fe en mí» (Hch 26, 17-19). Para esto vino Jesús al mundo, y para esto hemos sido llamados: no hay más remedio que hablar de Dios, de la verdad, para provocar la conversión y la entrega.

San Josemaría Escrivá así lo dejó escrito: «Tienes obligación de llegarte a los que te rodean, de sacudirles de su modorra, de abrir horizontes diferentes y amplios a su existencia aburguesada y egoísta, de complicarles santamente la vida, de hacer que se olviden de sí mismos y que comprendan los problemas de los demás. Si no, no eres buen hermano de tus hermanos los hombres, que están necesitados de ese "gaudium cum pace" -de esta alegría y esta paz, que quizá no conocen o han olvidado»

Una bellísima súplica del Cardenal Newman decía:

«¡Oh Jesús! Ayúdame a esparcir tu fragancia adondequiera que vaya. Inunda mi alma de tu esperanza y vida. Penetra en mi ser y aduéñate de tal manera de mí que mi vida sea irradiación de la tuya. Ilumina por mi medio y toma posesión de mí de tal manera que cada alma con la que entre en contacto pueda sentir tu presencia en mí.

Que no me vean a mí, sino a Ti en mí. Permanece en mí de manera que brille con tu luz y que mi luz pueda iluminar a los demás. Toda mi luz vendrá de Ti, Jesús. Ni siquiera el rayo más leve será mío. Tú, por mi medio, iluminarás a los demás. Pon en mis labios la alabanza que más te agrada, iluminando a otros a mi alrededor. Que no te pregone con palabras sino con el ejemplo de mis actos, con el destello visible del amor que de Ti viene a mi corazón. Amén».

Fraternalmente


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Fuente: Más Allá del Desierto

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