Todo lo hizo bien
27º Domingo, Evangelio de San Lucas 17, 5 - 10
Cuando Dios creó el mundo, echó una mirada sobre él y vio que era bueno. Tenía bondad, pero además estaba bien hecho, acabado perfectamente hasta en sus últimos detalles. Y Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, y lo puso en la tierra para que trabajara, para que trabajara a su semejanza, es decir, que hiciera obras buenas y que estuvieran bien hechas.
No es pedir demasiado al hombre que trabaje bien, porque eso es lo que debe de hacer. La chapucería, que exige retocar el trabajo mal acabado, no es sólo una deficiencia técnica, sino un desorden en la persona.
Como un resumen de su vida, de Jesús dijeron que todo lo hizo bien (Hch 10.38). Explicó toda la doctrina y llevó a cabo la redención a la perfección, hasta el punto de poder decir al Padre: he llevado a cabo la obra que me encomendaste hacer (Jn 17,4), y en la Cruz: Todo está cumplido (Jn 19,30), he hecho todo lo que tenía que hacer, y bien hecho.
Cada día hemos de trabajar de esta manera, con perfección humana, con rectitud de intención, sin la mirada retrospectiva de autocomplacencia, sin alardear de lo que hacemos, porque es lo que debemos hacer. Ir haciendo el bien, y haciéndolo bien, ha de ser un lema de nuestra vida; para ayudar a los demás y para ofrecérselo a Dios. Dios lo está viendo y basta.
San Josemaría Escrivá lo explicó innumerables veces: «Sí, siempre la misma cosa. Pero esa tarea vulgar -igual que la que realizan tus compañeros de oficio- ha de ser para ti una continua oración, con las mismas palabras entrañables, pero cada día con música distinta. Es misión muy nuestra transformar la prosa de esta vida en endecasílabos, en poesía heroica» (Forja, 500).
Me gustaría decirte, Señor, el último día de mi vida: he hecho todo lo que debía de hacer, lo que Tú esperabas de mí; y como está bien terminado, te lo puedo ofrecer. Quiero ser yo mismo la obra bien terminada del Espíritu Santo. Hoy quiero trabajar así, bien hechas las cosas, en tu presencia para poder ofrecértelas.
Paz y bien, buen domingo
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Textos de Jesús Martínez García
Cuando Dios creó el mundo, echó una mirada sobre él y vio que era bueno. Tenía bondad, pero además estaba bien hecho, acabado perfectamente hasta en sus últimos detalles. Y Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, y lo puso en la tierra para que trabajara, para que trabajara a su semejanza, es decir, que hiciera obras buenas y que estuvieran bien hechas.
No es pedir demasiado al hombre que trabaje bien, porque eso es lo que debe de hacer. La chapucería, que exige retocar el trabajo mal acabado, no es sólo una deficiencia técnica, sino un desorden en la persona.
Como un resumen de su vida, de Jesús dijeron que todo lo hizo bien (Hch 10.38). Explicó toda la doctrina y llevó a cabo la redención a la perfección, hasta el punto de poder decir al Padre: he llevado a cabo la obra que me encomendaste hacer (Jn 17,4), y en la Cruz: Todo está cumplido (Jn 19,30), he hecho todo lo que tenía que hacer, y bien hecho.
Cada día hemos de trabajar de esta manera, con perfección humana, con rectitud de intención, sin la mirada retrospectiva de autocomplacencia, sin alardear de lo que hacemos, porque es lo que debemos hacer. Ir haciendo el bien, y haciéndolo bien, ha de ser un lema de nuestra vida; para ayudar a los demás y para ofrecérselo a Dios. Dios lo está viendo y basta.
San Josemaría Escrivá lo explicó innumerables veces: «Sí, siempre la misma cosa. Pero esa tarea vulgar -igual que la que realizan tus compañeros de oficio- ha de ser para ti una continua oración, con las mismas palabras entrañables, pero cada día con música distinta. Es misión muy nuestra transformar la prosa de esta vida en endecasílabos, en poesía heroica» (Forja, 500).
Me gustaría decirte, Señor, el último día de mi vida: he hecho todo lo que debía de hacer, lo que Tú esperabas de mí; y como está bien terminado, te lo puedo ofrecer. Quiero ser yo mismo la obra bien terminada del Espíritu Santo. Hoy quiero trabajar así, bien hechas las cosas, en tu presencia para poder ofrecértelas.
Paz y bien, buen domingo
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Textos de Jesús Martínez García
Al conocer lo que Dios nos ha dado, encontraremos muchísimas cosas por las que dar gracias continuamente. Gracias.
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