Fidelidad
25º Domingo, Evangelio de San Lucas 16, 1-13
Aunque en ocasiones nos parezca que somos incoherentes entre lo que pensamos y lo que hacemos, en el fondo puede que no haya tal incoherencia. Siempre hay un fondo en nosotros mismos, de donde sale lo que realmente amamos, donde tenemos en definitiva nuestro corazón. Es verdad que todos podemos tener fallos, errores o pecados, pero una cosa es esa, y otra que se vayan repitiendo esos detalles "sorprendentes".
Por los detalles pequeños que salen como gotas podemos averiguar que existe una veta de agua, una raíz de la que brota una y otra vez el mal humor, el espíritu de crítica, la falta de pobreza, la falta de puntualidad, el descuido de los sentidos... Cada uno tiene sus preferencias, sus amores. Quien prefiere de modo habitual acabar de ver la televisión o no se levanta puntual por la mañana y retrasa la oración, quien descuida la puntualidad en el trabajo, quien es irónico con los demás..., no debe engañarse: las prioridades que uno tiene manifiestan dónde tiene su corazón, qué es lo que ama más.
No nos engañemos: el que no es fiel en lo poco, tampoco lo es en lo mucho. El Señor, que es comprensivo ante la debilidad, es tajante ante esa debilidad consentida y habitual: es preciso aclararse y tomar una decisión: o Dios o el otro dios del orgullo, de la sensualidad, de la vanidad, de la pereza. Es preciso ir a la vena de donde sale ese agua sucia, ir a la raíz y cortarla en la oración y con la penitencia. Porque o somos buenos o somos malos. La fidelidad es la perseverancia en el amor, y se juega normalmente en los detalles pequeños. Las grandes deslealtades no surgen de pronto.
Nadie puede servir a la verdad y a la mentira al mismo tiempo. Nadie puede ser luz y sombra a la vez. O somos una cosa o no lo somos. O estamos en la verdad o en la mentira. Nada de componendas y arreglos para que la mentira parezca verdad. Ser o no ser, es el principio del Evangelio. O somos o no somos. Pero nada de ponerle cremas a la mentira y al engaño. Nada de ponerle cremas a la infidelidad y al amor. Si somos infieles no podemos decir que amamos, porque nadie podrá decir que amamos mintiendo y engañando.
Cuando se cae el techo de una casa suele ser por no haber reparado las goteras ni haber quitado la carcoma de las vigas. Hemos de hacer examen para registrar nuestro desamor con Dios, que a la larga se paga tan caro.
Paz y bien, buen domingo
___
Algunas huellas de Jesús Martínez García
Aunque en ocasiones nos parezca que somos incoherentes entre lo que pensamos y lo que hacemos, en el fondo puede que no haya tal incoherencia. Siempre hay un fondo en nosotros mismos, de donde sale lo que realmente amamos, donde tenemos en definitiva nuestro corazón. Es verdad que todos podemos tener fallos, errores o pecados, pero una cosa es esa, y otra que se vayan repitiendo esos detalles "sorprendentes".
Por los detalles pequeños que salen como gotas podemos averiguar que existe una veta de agua, una raíz de la que brota una y otra vez el mal humor, el espíritu de crítica, la falta de pobreza, la falta de puntualidad, el descuido de los sentidos... Cada uno tiene sus preferencias, sus amores. Quien prefiere de modo habitual acabar de ver la televisión o no se levanta puntual por la mañana y retrasa la oración, quien descuida la puntualidad en el trabajo, quien es irónico con los demás..., no debe engañarse: las prioridades que uno tiene manifiestan dónde tiene su corazón, qué es lo que ama más.
No nos engañemos: el que no es fiel en lo poco, tampoco lo es en lo mucho. El Señor, que es comprensivo ante la debilidad, es tajante ante esa debilidad consentida y habitual: es preciso aclararse y tomar una decisión: o Dios o el otro dios del orgullo, de la sensualidad, de la vanidad, de la pereza. Es preciso ir a la vena de donde sale ese agua sucia, ir a la raíz y cortarla en la oración y con la penitencia. Porque o somos buenos o somos malos. La fidelidad es la perseverancia en el amor, y se juega normalmente en los detalles pequeños. Las grandes deslealtades no surgen de pronto.
Nadie puede servir a la verdad y a la mentira al mismo tiempo. Nadie puede ser luz y sombra a la vez. O somos una cosa o no lo somos. O estamos en la verdad o en la mentira. Nada de componendas y arreglos para que la mentira parezca verdad. Ser o no ser, es el principio del Evangelio. O somos o no somos. Pero nada de ponerle cremas a la mentira y al engaño. Nada de ponerle cremas a la infidelidad y al amor. Si somos infieles no podemos decir que amamos, porque nadie podrá decir que amamos mintiendo y engañando.
Cuando se cae el techo de una casa suele ser por no haber reparado las goteras ni haber quitado la carcoma de las vigas. Hemos de hacer examen para registrar nuestro desamor con Dios, que a la larga se paga tan caro.
Paz y bien, buen domingo
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Algunas huellas de Jesús Martínez García
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