11 de septiembre de 2016

¿Dónde tengo el corazón?

24º  Domingo, Evangelio de San Lucas 15, 1 - 32

El hermano del hijo pródigo es una imagen del hombre que vive para sí mismo: no le importa el sufrimiento de su hermano ni lo que causa alegría a su padre; critica el comportamiento de los demás, y no hace examen de su conducta.

¿Dónde estaba cuando llegó su hermano que no pudieron avisarle? ¿Por qué habla de su hermano con desprecio? ¿Qué tenía en su corazón para reprochar a su padre que a él no le había dado ni un cabrito? ¿Por qué no se lo había pedido nunca a su padre, es que no tenía confianza en él?

Con razón se ha puesto a este personaje como ejemplo de la tibieza en el orden espiritual, situación del que vive para sus cosas, que realmente no ama a Dios, aunque realice prácticas religiosas, que no pide perdón a Dios porque no ha hecho nada escandaloso (no se marcha de la casa), pero interiormente vive muy lejos de Él, porque vive en su mundo triste y amargado. Aquel chico no se había ido de la casa paterna, pero su corazón estaba muy lejos de las normas y costumbres de su casa, y no amaba lo que amaba su padre, ni con el interés de su padre. Quería ser él el centro de atención, y ve en su hermano que acaba de llegar un competidor. Su amor propio le impide salir de sí mismo y amar a los demás.

A su padre, por el contrario, le importa su hijo que estaba perdido y había vuelto. E invita al hermano a convertirse, a entrar en la casa -en las cosas- de la familia, en la fiesta. Hasta que no sea humilde y entre, no participará de la alegría de familia. A Dios le importamos cada uno, aún con nuestros errores y miserias. Siempre está a la espera de nuestro arrepentimiento para darnos mucho más de lo que imaginamos.

Dios no se sorprende de nuestras maldades, pues, al crearnos libres, aceptó el riesgo de que cayéramos. El no hace suya nuestra distinción entre justos y pecadores, lo cual supone que unos merecen premios y otros castigos. Al contrario, nos acompaña en todas nuestras experiencias del bien y del mal, hasta que podamos llamarnos hijos suyos, gracias a su único Hijo, Jesús.

Paz y bien, buen domingo

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