Tengo fe, pero dudo, ayúdame
Evangelio Marcos 9, 14-29
Y así el Señor le dice directamente al padre del endemoniado: te preguntas si puedo… “¡Todo es posible para el que cree!”.
Sabemos que Dios lo puede todo y sin embargo, ¡cuántas veces nos parece que nos falta la fe! Por eso nos reconocemos en la exclamación de este padre: “¡Creo, Señor; ayuda mi incredulidad!”. Esta oración es una mezcla de fe y de incredulidad, perfecta manifestación de la fe de los hombres. De hecho cada vez que decimos “creo” no sólo estamos manifestando nuestra fe, sino que la estamos pidiendo. Incluso la experiencia de perder la fe es una experiencia que en última instancia pertenece a la fe.
En la mentalidad moderna de muchas personas, hoy lo que tiene Jesús delante no es un endemoniado sino un epiléptico. Nosotros, gracias a los dones que Dios mismo nos ha regalado, hemos sido capaces de avanzar en el conocimiento científico lo suficiente para saber que eso no proviene de las fuerzas del mal sino que es una enfermedad que se cura o controla con los medios que hoy tenemos en nuestro mundo. Eso es también una forma de liberar a las personas de las fuerzas que los oprimen. Al final, esto es lo verdaderamente importante. Jesús libera y nosotros usamos los dones que Dios nos ha dado al servicio también del crecimiento y libertad de las personas.
Nosotros los cristianos, seguidores de Jesús, tenemos un especial oído para escuchar y atender los dolores de nuestros hermanos, para sentir compasión y actuar en consecuencia. Para nosotros no existen las estadísticas y el dolor de nuestros hermanos y hermanas es nuestro dolor. Lo nuestro es estar cerca, escuchar, sentir con el otro. Nos da lo mismo su color, su raza, su sexo, su religión o su ideología política o de cualquier clase. Nadie está excluido ni lejos de nuestra compasión. Y si podemos usar cualquier medio que tengamos a mano para aliviar ese dolor, para ayudar a las personas a asumir lo que a veces resulta o parece inasumible, lo haremos. Porque para nosotros el dolor del hermano es nuestro dolor y creemos en un Dios liberador y cercano, un Dios compasivo y misericordioso. Esa es nuestra fe.
Paz y bien
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Leido en Ciudad Redonda
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