Hablemos de divorcios


Evangelio de  Marcos 10,1-12.

El evangelio de hoy, que habla de adulterio y divorcios, me lleva al 2° libro de Samuel capítulo 11, versos 1-27 y capitulo 12, versos 1-24 en el que se relata el adulterio del rey David, además del abuso de poder que hizo entre otras cosas; veamos: el rey se enamoró de la mujer (Betsabé) de unos de sus soldados (Urías) y tuvo relaciones con ella; ella queda embarazada y el rey para ocultar el tema envía al soldado a la primera linea de batalla donde muere. Esto provocó el enojo de Dios trasmitido por el profeta Natán. El hijo nacido de ese adulterio falleció; sin embargo, la misericordia de Dios es tan grande e infinita que aceptó el arrepentimiento del rey David y además bendijo el segundo hijo de David y Betsabé a quien llamó Salomón y fue el rey más grande y sabio de la historia del pueblo de Dios

Durante mucho tiempo en la iglesia se ha aplicado el derecho, la norma fija y estable. Así hemos llegado a tener un Código de Derecho Canónico que tiene 1752 cánones o normas. El derecho tiene la ventaja de que lo fundamental consiste en cumplir la norma. Pero el derecho tiene el problema de que se queda en el cumplimiento externo de la norma. Tiene dificultad para llegar al corazón.

A veces, da la impresión de que con tanto derecho, en la iglesia se nos ha olvidado un poco la misericordia. A veces, el derecho recoge con toda radicalidad lo que expresó Jesús e intentó e intenta vivir la iglesia desde su nacimiento. Pero al derecho le resulta difícil expresar y hacer ley y norma de la misericordia. Y a veces, da la impresión de que se nos olvida que el corazón de Dios es corazón de Padre y que en él “la misericordia triunfa sobre el juicio” (Sant. 2,13).

La vida a veces nos mete en pruebas difíciles de donde no nos resulta fácil encontrar la salida. A veces, tantas, con toda la buena voluntad del mundo por parte de los dos, el conflicto estalla y no hay otra solución que romper el acuerdo, que buscar una salida lo más pacífica posible, que siempre será mejor que el conflicto eterno. No siempre podemos alcanzar el ideal pero eso no supone el fin de la vida. Hay que levantarse, volver a intentarlo. Dios Padre, y la Iglesia, nos seguirá abrazando con su misericordia sin dejarse llevar por el juicio que condena y mata.

Las relaciones entre las personas no son banales, no se reducen a lo que conviene o no conviene. En esa lógica no entra el amor.

Este Evangelio no habla solo de los matrimonios, habla de todas las relaciones humanas. No hay ninguna relación que no esté llamada a experimentar la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, la capacidad de perderse a sí mismo para ganar al otro, para dar vida al otro, para darse al otro en todas las situaciones. Sobre todo, cuando el otro no es fácil de amar.

Si yo amo al otro solo cuando es agradable, digerible, apetecible, entonces acabaré utilizándolo para mis intereses. Nuestra grandeza inicia cuando nos perdemos, cuando, en nombre de Jesucristo, entramos en la lógica de la eternidad, de la donación, de la entrega.

Una relación comienza a destruirse cuando de modo imperceptible, pero realmente, mata el amor en el corazón, mata la decisión de elegir el amor, de elegir al otro, de defenderlo y custodiarlo. El adulterio más grande es la traición de nuestra capacidad de amar y ser amados.

Escribe Paulo Coelho en su libro El Alquimista, sobre el amor:

«Finalmente apareció una moza que no iba vestida de negro... Entonces fue como si el tiempo se parase y el Alma del Mundo surgiese con toda su fuerza ante él. Cuando vio sus ojos negros, sus labios indecisos entre una sonrisa y el silencio, entendió la parte más importante y más sabia del Lenguaje que todo el mundo hablaba y que todas las personas de la tierra eran capaces de entender en sus corazones. Y esto se llamaba Amor, algo más antiguo que los hombres y que el propio desierto, y que sin embargo resurgía siempre con la misma fuerza dondequiera que dos pares de ojos se cruzaran como se cruzaron los de ellos... Allí estaba el puro lenguaje del mundo, sin explicaciones, porque el Universo no necesitaba explicaciones para continuar su camino en el espacio sin fin... Y cuando estas personas se cruzan y sus ojos se encuentran, todo el pasado y todo el futuro pierde su importancia por completo, y sólo existe aquel momento y aquella certeza increíble de que todas las cosas bajo el sol fueron escritas por la misma Mano. La Mano que despierta el Amor, y que hizo un alma gemela para cada persona que trabaja, descansa y busca tesoros bajo el sol...» 


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