Dios es y está, aun en la angustia que nos lleva a El


El arco iris fue, es y será siempre una maravilla que anuncia algo que pasó, que llegó la calma, la serenidad. El arco iris es, la señal del pacto de Dios con los hombres. El libro del Génesis dice «Dios añadió: "Este será el signo de la alianza que establezco con ustedes, y con todos los seres vivientes que los acompañan, para todos los tiempos futuros: yo pongo mi arco en las nubes, como un signo de mi alianza con la tierra.» 

El Señor no es indiferente a ninguno de nosotros, no nos deja abandonados a nuestra suerte, no es un Dios ausente ni lejano, sino que, en palabras del salmo,  «él se inclinó desde su alto Santuario y miró a la tierra desde el cielo,  para escuchar el lamento de los cautivos y librar a los condenados a  muerte.» (Salmo 101)

Quien de nosotros no siente la mano de Dios en momentos penosos? Hemos pasado momentos duros en mi familia, pero nunca, nunca falto comida en nuestros platos, ni para nosotros ni para quienes dependían de nosotros. Dios es y está, aun en la angustia que nos lleva a El. «Dios aprieta pero no ahorca» decíamos antes. Hoy se vive a mil y nos olvidamos algunos pequeños ajustes en esa relación, no? Mira el vacío del hombre cuando tu le faltas por dentro, mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento, es una plegaria hermosísima al Espíritu Santo, que nos sirve para alcanzar la paz en medio de las tormentas de la vida.

En el Evangelio de hoy, Jesús les cuenta a sus discípulos como sería su calvario en la espera confiada de la promesa de Dios de no dejarlo abandonado; la resurrección fue la respuesta.

Dios siempre cumple su pacto, fiel a su alianza con nosotros, aunque a veces nos parezca que no es así. Este pacto no solo nos ofrece consuelo y esperanza, sino que también nos desafía a ser reflejo de esa misma fidelidad en nuestras relaciones con los demás. Nos invita a ser portadores de luz en tiempos de oscuridad, a ser puentes de reconciliación y a sembrar esperanza allí donde haya desesperanza.

Nunca olvidemos que, tras la oscuridad de la tormenta, siempre resurge la belleza del color del arco iris; es el guiño de Dios que nos recuerda que Él está siempre con nosotros, aún en medio de la oscuridad.

Que tu mirada gane en hondura y detalle para que puedas ver más claramente tu propio viaje con toda la humanidad como un viaje de paz, unidad y esperanza.

Que seas consciente de todos los lugares por los que caminas y vas a caminar y que conozcas , por experiencia, qué bellos son los pies del mensajero que anuncia la paz y la buena noticia.

Que no tengas miedo a las preguntas que oprimen tu corazón y tu mente; que las acojas serenamente y aprendas a vivir con ellas hasta el día en que todo se manifieste y sepa.

Que des la bienvenida con una sonrisa a todos los que estrechan tu mano: las manos extendidas forman redes de solidaridad que alegran y enriquecen con su presencia protectora.

Que sea tuyo el regalo de todas las cosas creadas; que sepas disfrutarlas a todas las horas del día; y que te enfrentes, con valentía y entusiasmo, a la responsabilidad de cuidar la tierra entera.

Que el manantial de la ternura y la compasión mane sin parar dentro de ti, noche y día, hasta que puedas probar los gozos y las lágrimas de quienes caminan junto a ti, tus hermanos.

Que despiertes cada mañana sereno y con brío, con la acción de gracias en tus labios y en tu corazón, y que tus palabras y tus hechos, pequeños o grandes, proclamen que todo es gracia, que todo es don.

Que tu espíritu esté abierto y alerta para descubrir el querer de Dios en todo momento; y que tu oración sea encuentro de vida, de sabiduría y de entendimiento de los caminos de Dios para ti.

Que tu vida, cual levadura evangélica, se mezcle sin miedo con la masa y haga fermentar la Iglesia y el mundo en que vivimos, para que sean realmente nuevos y tiernos.

Y que la bendición del Dios que sale a tu encuentro, que es tu roca, tu refugio, tu fuerza, tu consuelo y tu apoyo en todo momento, lo invoques o no, descienda sobre ti y te guarde de todo mal. 



Comentarios