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Mostrando las entradas de enero, 2010

La voluntad de Dios

La voluntad de Dios nunca te llevará: donde la gracia de Dios no te pueda sostener, donde los brazos de Dios no te puedan cargar, donde las riquezas de Dios no puedan satisfacer tus necesidades, donde el poder de Dios no pueda proveerte, donde el Espíritu de Dios no pueda trabajar en ti, donde la sabiduría de Dios no te pueda enseñar, donde el ejercicio de Dios no pueda protegerte, donde las manos de Dios no puedan moldearte, donde el corazón de Dios no pueda envolverte, donde la misericordia de Dios no pueda sostenerte, donde la paz de Dios no pueda calmar tus miedos, donde la autoridad de Dios no pueda regirte, donde el consuelo de Dios no pueda secar tus lágrimas, donde la palabra de Dios no pueda alimentarte, donde los milagros de Dios no se hagan para ti donde la omnipresencia de Dios no pueda encontrarte.

Razones de ser

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Por 40 años la existencia de Moisés fue gris y árida, como el desierto mismo. Su horario y su calendario, así como su itinerario, eran fijos, cerrados a cualquier cambio. Su vida era monótona. Encerrado en un callejón sin salida, se refugió en la mediocridad, con razón afirma el relato bíblico que se sentó junto al pozo (Ex 2, 15b). No son las cualidades humanas las que construyen el reino. No depende de cuantas y grandes carismas se tenga, sino de la purificación que se haya logrado. Por eso es necesario el desprendimiento de toda seguridad humana para que la pobreza sea el marco que haga resaltar la acción poderosa de Dios que es el único que libera desde las prisiones interiores hasta las más externas. Todos somos llevados al desierto cuando nuestras estructuras se desmoronan, cuando se decoloran los amados planes, o se esfuman los acariciados sueños; cuando nuestros héroes nos defraudan o somos decepcionados por la persona amada; cuando se nos rompen las alas de la confianza

Más allá del desierto

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Por una de esas ironías de la historia, sabemos que el Papa Julio II pidió a Miguel Angel que le hiciera una estatua majestuosa que guardara su mausoleo, ya que nada se sabía de la tumba de Moisés, sólo que fue sepultado en la cumbre de Pisgá. Sin embargo, lo que se admira no es la escultura de Miguel Angel, sino la historia del propio Moisés que supo de hacer de su vida una obra de arte imperecedera. Hasta ahora, nadie ha reparado en el grave defecto de la escultura, tan descomunal como el tamaño de ella misma. El peregrino que nunca reposó, que siempre fue incansable andariego, buscador de nuevas rutas, desplazándose en tiendas de campaña rumbo a la tierra prometida, ha sido esculpido sentado, en vez de caminando con la mirada en el horizonte de la promesa. En cambio, todos los guías recuerdan una anécdota histórica: cuando Miguel Angel culminó su obra maestra, se sintió tan orgulloso de ella, que dejó el cincel y con el martillo golpeó la rodilla de la estatua y le ordenó: ¡¡¡Habla!