Hablemos de silencios
El evangelio de hoy, no cuenta que Jesús pasó la noche en silencio, alejado de todo y de todos, orando con Dios.
«La voz no existe, es un fenómeno. Solo existe cuando está sucediendo. Si abres un cuerpo, no la vas a encontrar»; me apareció esta reflexión en uno de esos reeles motivaciones de Instagram. Y me llevó a lo que escribimos en el blog hace ya tiempo sobre el saber callar.
Es todo un arte... cuando, donde y como se debe callar. Ese arte no lo enseña ni la ciencia, ni la reflexión, sino la propia vida. Uno se arrepiente más de hablar que de callar, aunque a veces será una obligación el que hables y callar entonces será para uno vergonzoso.
Calla cuando debes callar; jamás hables cuando no debas hablar o cuando no sea prudente que hables; espera el momento oportuno, para que entonces tu palabra sea beneficiosa... mientras tanto, conserva tu silencio. Todas las desgracias de los hombres provienen de no hablar con claridad, dice Albert Camus
Calla cuando estés nervioso, apasionado, no dueño de ti mismo, muy irritado o indignado; no es el momento, no es la circunstancia propicia para que hables; en esos casos el silencio es la única actitud que puedes tomar; si hablas, te arrepentirás... más tarde o más temprano... ¿para que hacer algo de lo que luego deberás arrepentirte?
Calla, pero que tu silencio no sea hostil, sino amable; que calle tu boca, pero que tu rostro hable con la sonrisa de la bondad y de la comprensión. Las grandes elevaciones del alma no son posibles sino en la soledad y en el silencio... como dice Ernest Hemingway “...se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar.”
Decía Madre Teresa de Calcuta «Tenemos necesidad de encontrar a Dios, y no le vamos a encontrar ni en la agitación ni en medio del ruido. Dios es amigo del silencio. ¡En medio de qué silencio crecen los árboles, las flores y la hierba! ¡Y en medio de qué silencio de mueven las estrellas, la luna y el sol! Nuestra misión ¿no es dar a Dios a los pobres de las barracas? Pero no un Dios muerto, sino al Dios vivo y amante. Cuanto más recibamos en la oración silenciosa, más podremos dar en nuestra vida activa. Tenemos necesidad de silencio para ser capaces de llegar a las almas. Lo esencial no es lo que decimos, sino lo que Dios nos dice y dice a través nuestro. Todas nuestras palabras serán vanas en tanto que no vendrán de lo más íntimo; las palabras que no transmiten la luz de Cristo, no sirven más que para aumentar las tinieblas.»
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