Lo dejaron todo y le siguieron
«... Y cuando hubieron llevado las barcas a tierra, lo dejaron todo y le siguieron.»
Sin duda, que el evangelista nos está hablando de otras redes y otra pesca. Sin duda, que está hablando del trabajo de los misioneros, de los que después de la resurrección fueron, y van, por los caminos del mundo anunciando con sus palabras y con sus hechos, el reino. No siempre se pesca. Ni siquiera siempre consiguen que les escuchen (así le sucedió a Pablo en Atenas, Hechos 17,16-34). Pero ellos no cejan porque se sienten llamados a esa misión: anunciar el reino de Dios, el amor y la misericordia de Dios para todos los hombres y mujeres, sin excepción, sin excluir a nadie. Y siguen echando la red, anunciando el reino, en el nombre de Jesús.
Pero misioneros no son solo los que van a países lejanos, dejando su tierra. Misioneros somos todos porque todos estamos llamados a dar testimonio del Dios de Jesús. También aquí y ahora, en nuestras oficinas, en nuestras familias, con los vecinos y amigos. A veces será sin palabras, solo con nuestra forma de actuar como personas honestas y siempre atentas a las necesidades de los demás. Como Dios mismo haría en nuestro lugar.
El mensaje es, por supuesto, intemporal: Dios sigue llamando hoy a hombres y mujeres a dejar atrás la comodidad y la seguridad, a ofrecer sus dones por el Evangelio y a abrazar una vida de servicio generoso. Como toda vocación, esta llamada no se gana, sino que se da gratuitamente, una gracia que hay que recibir con valentía y confianza.
Paz y bien
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