Iglesia en salida
Evangelio según San Lucas 1,39-56.
La liturgia nos pone hoy en Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María, el Evangelio de San Lucas donde relata la visitación de María a su prima Isabel.
En su reflexión al evangelio, dice Fernando Torres (Ciudad Redonda) «María se podía haber quedado en contemplación mística, dejándose llenar por lo que había sido el anuncio del ángel, sintiéndose llena de gracia, recogida en sus pensamientos y sensaciones. Pero no hace eso. En el anuncio del ángel se había incluido la noticia de que su prima Isabel, ya anciana, también había concebido y estaba embarazada. Así que lo que hace María es exactamente lo contrario de lo que se podía esperar. En lugar de quedarse ensimismada en lo suyo, deja su pueblo, sale al camino, y se dirige al lugar donde vive Isabel para estar con ella, acompañarla y ayudarla. Eso es precisamente lo que el Papa Francisco quería decir al hablar de la “Iglesia en salida”».
Para reforzar esto, traemos la reflexión de San Juan luego de observar la Asunción de María a los cielos, momento maravilloso descripto por las visiones de María Valtorta en la colección de El Hombre Dios Tomo 11, pags. 865 a 871 en extractos, Diciembre de 1951
«Baja la cabeza. En su cansada cara se refleja el dolor de la pérdida de María y el gozo de su glorioso destino. El gozo supera el dolor. Dice agradeciendo antes a Dios por el maravilloso privilegio:
"¡Todo lo que tenía que hacer se acabó ahora! Me puedo marchar libremente, a donde el Espíritu de Dios me conduzca. Iré a sembrar la palabra divina que el Maestro me entregó para que la diese a los hombres. Su sacrificio, su misterio, su rito perpetuo, por el que hasta el fin de los siglos, podemos unirnos a El por medio de la Eucaristía y remover la ceremonia, el sacrificio como nos dijo que lo hiciéramos. ¡Todo esto, un don del Amor eterno! Hacer que se ame al Amor para que crean en El como hemos creído y creemos. Sembrar el amor para que sea abundante la mies y la pesca del Señor. El amor todo lo obtiene, son palabras últimas de María, que me dijo a mi, antítesis de Iscariote, símbolo del odio, que no me parezco mucho a Pedro el impetuoso, a Andrés el plácido, a los hijos de Alfeo en santidad y justicia, además de su nobleza. Yo amo. Amo al Maestro y a su Madre y me voy a esparcir el amor entre las gentes. Será el amor mi arma y doctrina. Con el venceré al demonio, al paganismo y conquistaré muchas almas. De este modo seguiré las huellas de Jesús y María, que fueron el dechado perfecto del amor en la tierra.»
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