Cuaresma, tiempo de mucha humildad


Evangelio Mateo 6,1-6.16-18

Hoy comienza la Cuaresma, los cuarenta días de preparación para la Pascua, y la Iglesia, como cada año, alza la voz recordando a los cristianos la llamada a la penitencia y a la conversión personal.

En el Evangelio que nos trae la liturgia de hoy, el Señor se centra en los actos fundamentales de la piedad individual: la limosna, el ayuno y la oración. No hay mayor sacrificio que un corazón puro (cfr. Salmo 50), por eso, Jesús, frente a un posible cumplimiento meramente externo de estas prácticas, nos enseña que la verdadera piedad ha de vivirse con rectitud de intención, en intimidad con Dios y huyendo de toda ostentación; la discreción en la limosna, la oración en lo oculto y la alegría del ayuno. En un mundo donde se valora la aprobación externa, Jesús nos recuerda que la verdadera recompensa no viene de los hombres, sino de Dios. 

Si la pureza de corazón se logra mediante una comunión íntima con el Señor, la oración necesariamente ha de ser una operación marcada por la sencillez y la veracidad con la que buscamos al Señor y nos dejamos encontrar por Él.

La Cuaresma es una época que nos invita a arrepentirnos, reorganizar nuestras prioridades, y buscar una limpieza de corazón genuina. Este periodo santo nos ofrece una oportunidad para decir, “Sí” a Dios. Además, Cuaresma es una época de esperanza y, con las cenizas en nuestras frentes y esperanza y nuestros corazones, nos vamos para amar y servir.


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