La ternura detrás de la ira


Evangelio de San Marcos 3, 1-6

El Evangelio de hoy relata el enojo de Jesús cuando pregunta a quienes estaban en la sinagoga «¿Es lícito en sábado hacer el bien o hacer el mal, salvar la vida de un hombre o quitársela? Ellos permanecían callados. Entonces, mirando con ira a los que estaban a su alrededor, entristecido por la ceguera de sus corazones...» 

Son contadas las ocasiones en las que los evangelistas dejan ver alguna reacción de enojo de Jesucristo. Él, que es todo pureza y santidad, acogía sin ningún reparo a los pecadores que se le acercaban, sin dar muestras de acritud o dureza. Sin embargo, parece que Jesús simplemente perdía la paciencia con aquellos fariseos que miraban con lupa todo lo que hacía para encontrar algún indicio de que estuviera rompiendo la ley.

¿Qué tenía el pecado de estos fariseos para provocar la ira de Jesús? Dice el Evangelio que al Señor le dolía “la ceguera de sus corazones”. Es el endurecimiento, la obstinación de no querer aceptar las explicaciones sobre el sentido auténtico de la ley, lo que tanto duele a Cristo. Se trata de una ceguera ante la acción de la misericordia de Dios, que desborda los límites que los fariseos le querían imponer a través de una regulación excesiva de la práctica religiosa.

Esa ira de Cristo manifestaba al mismo tiempo su ternura: Él sufría al ver que se rechazaba el maravilloso don de la misericordia. Por eso, no es una reacción que haga menos amable la figura de Jesús sino, al contrario, la hace aún más atractiva. 

Si Cristo se siente herido ante el rechazo del regalo de su misericordia, ¡cuánta mayor alegría le daremos si sabemos acogerla con agradecimiento! Una alegría que se multiplica cuando el Señor ve que nosotros aprendemos a mirar también con compasión a los demás, sin poner condiciones a la acción de su misericordia.

Paz y bien



__

Sobre textos de Rodolfo Valdez, Opus Dei

Comentarios