24 de febrero de 2013

El esplendor de la verdad

 2º Domingo de Cuaresma - Lucas 9, 28-36

En medio de un gran resplandor, Jesús -Luz de los hombres- habla con Moisés y Elías, que representan respectivamente la Ley (la moral) y los profetas (la doctrina). Jesús vino a darnos la vida divina a través de su muerte y de los sacramentos que instituyó, y a darnos la luz, el sentido de nuestra vida. Quien le sigue no camina a oscuras, quien no le ha escuchado o no quiere escucharle no acierta en sus decisiones vitales. Ahí están tantas filosofías antiguas y modernas, incapaces de explicar qué es el mundo, quién es el hombre y quién es Dios.

«Splendor veritatis», así se titula una encíclica del Papa Juan Pablo II, porque la verdad es bella, es esplendorosa, atractiva para todo hombre de buena voluntad. En última instancia el hombre de buen corazón es aquel que busca la verdad, ante ella humilla su razón, la admite, y procura cumplir la Ley que descubre en su corazón. Hay una grave obligación de todo hombre de buscar la verdad en cuanto a Dios y su Iglesia y, una vez conocida, seguirla.

Jesús departía con Moisés y Elías sobre su Pasión. Cristo en la cruz será el arco voltaico, el relámpago de Dios, el faro que ilumina el sentido de nuestro andar; y la fuente de la que mana la vida sobrenatural. El hombre ha nacido para entregarse a Dios, para obedecerle y amarle, aunque le suponga sacrificio, incluso la muerte.

Ser cristiano no puede ser un mero título que aparece en el documento de identidad junto al grupo sanguíneo, significa un modo de vida, precisamente el que Dios ha querido para los hombres: amarle, dar la vida día a día por El, según la fe y la moral que Jesús nos enseñó. El premio es el cielo, pero hora hay que recorrer el camino de la obediencia, del amor, del sacrificio.
Hoy nos abres la puerta del Cielo y por esa rendija dejas entrever el premio. Señor, auméntanos la virtud de la esperanza, seguridad que nos ayuda a vivir ahora como Tú deseas. Procuraremos conocer mejor lo que nos has enseñado y ponerlo en práctica.
Fraternalmente, paz y bien



Textos: Jesús Martínez García

23 de febrero de 2013

¿Que es María? Amor...


Dios es amor. María Santísima es también amor. Podríamos decir que María es el lado misericordioso y tierno del amor de Dios. “Tú sola, Virgen María, le curas a Dios de todas las heridas que le hacemos los hombres. Por ti sola valió la pena la redención, aunque, afortunadamente, hay otras y otros que se han tomado en serio la redención”.

Este amor suyo que, por un lado, sube hasta Dios y, por lo tanto, tiene toda la gratitud de una creatura, toda la profundidad de una madre, toda la pureza de una virgen; por otro lado, se dirige a nosotros, hacia la tierra, hacia sus hijos.

Cómo me impresionó -y aparte al principio no lo creí- leer aquellas palabras de San Alfonso María de Ligorio: "Si juntáramos el amor de todos los hijos a sus madres, el de todas las madres a sus hijos, el de todas las mujeres a sus maridos, el de los santos y los ángeles a sus protegidos: todo ese amor no igualaría al amor que María tiene a una sola de nuestras almas". Primero, no lo creí porque era demasiado grande para ser cierto. Hoy, lo creo, y posiblemente estas palabras de San Alfonso se quedaron cortas.

Yo me pregunto: si uno de veras cree en este amor que le tiene María Santísima como madre ¿podrá sentirse desgraciado? ¿Podrá sentirse desesperado? ¿Podrá vivir una vida sin alegría, sin fuerza, sin motivación? ¿Podrá alguna vez, en su apostolado, llegar a decir "no puedo, me voy"?

Si Cristo, por nosotros, dio su sangre, su vida, ¿qué no dará la Santísima Virgen por salvarnos? Ella ha muerto crucificada, espiritualmente, por nosotros. A Cristo le atravesaron manos y pies por nosotros; a ella una espada le atravesó el alma, por nosotros. Si Él dijo: "He ahí a tus hijos" ¿cómo obedece la Santísima Virgen a Dios? Entonces, cuánto nos tiene que amar. Y si somos los predilectos de su hijo: "ustedes son mis amigos", somos también los predilectos de Ella.

El amor de María llena nuestro corazón, debe llenarlo. El amor de una esposa no es el único que puede llenar el corazón de un hombre. El amor de María Santísima es muchísimo más fuerte, rico, tierno, confortante, que el de todas las esposas de la tierra. El amor de mi madre celestial llena, totalmente, mi corazón. Una mirada, una sonrisa de María Santísima, me ofrecen más que todo lo que pueden darme todas la mujeres de la tierra juntas.

¿Cuál debe ser mi respuesta a tan grande y tierno amor?

Como lo hizo alguna vez Juan Pablo II debemos decir cada uno de nosotros, también, "totus tuus": todo tuyo y para siempre. Aquella expresión que él nos decía: "Luchando como María y muy juntos a María", que le repitan siempre: "totus tuus".

Sin pedírselo, Satanás me sigue a todas partes: a la calle, a mi cuarto, de vacaciones, de fin de semana, a mi apostolado, y su presencia es maléfica. ¿Por qué no llevarme a todas partes a la Santísima Virgen? En el pensamiento, en el corazón, y también, en una imagen, en un cuadro: su presencia es benéfica. Yo tengo en mi despacho y en mi cuarto una imagen de la Santísima Virgen. Con mucha frecuencia la miro, con mucha frecuencia le hablo y, también, la escucho. Siento su presencia y su amor a través de esa imagen.

Fraternalmente, paz y bien




Texto del Padre Mariano de Blas, L.C. -  Mariología.org

22 de febrero de 2013

Tiempos


La vida se desarrolla en una continua tensión entre el ahora y el después.

Hay entre ambos una relación de dependencia muy íntima, el después depende del ahora. A un ahora lento, inactivo, cerrado, sin luz, habrá de corresponderle necesariamente un después de tinieblas, de desilusión, de fracasos, de ostracismo.

En cambio, al ahora entregado, al ahora sacrificado en aras de los demás y de la propia perfección, sucederá infaliblemente el después gozoso, satisfecho, feliz y pleno.

En resumidas cuentas, el después no se construye sino con los ahora de cada momento y será imposible pretender un futuro después feliz y satisfecho, si los ahora de cada momento no se realizan con toda plenitud de vida, con todo entusiasmo de acción, con toda la entrega de una amor verdadero y pleno.

Mañana será el proyecto de pasado mañana y así, día tras día...
No perdamos nada de nuestro tiempo; quizá los hubo más bellos, pero este es el nuestro. (Jean Paul Sartre)
Bendiciones, paz y bien

21 de febrero de 2013

La paz es un don de Dios...


... y al mismo tiempo una tarea de todos, decía Juan Pablo II... Nada se busca hoy, nada se anhela tanto, como la paz. La paz para el mundo, la paz para nuestras familias, la paz para cada uno de nosotros.

Pero hay varias clases de paz: la paz de los cipreses del cementerio; la paz de los silencios; la paz envuelta en el canto de los pájaros... Ninguna de ellas es comparable a la paz que produce en el interior de todo hombre, de saber que en su vida se está cumpliendo la voluntad de Dios.

“Tremendo contraste entre el crepitar del fuego en su comienzo y la paz de la ceniza” decía José Luis Coll; la energía que uno pone en sus actos cotidianamente en la línea recta trazada por el Señor, concluye en el placer de la paz... porque entonces, la vida cobra sentido, la vida tendrá fundamentos, estará asegurada, se halla pacífica.

Cuando todo se halla en su sitio, cumpliendo con su función, es cuando se goza de paz; si todo en mi se halla ordenado según la voluntad del Creador, podré gozar de una profunda y auténtica paz interior.

Bendiciones, paz y bien


20 de febrero de 2013

Que la fe inspire la fe


La vida no es vivir un gran día; es vivir muchos pequeños días.

Dice la Biblia que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza; esta afirmación está henchida de significado.

Esa imagen y semejanza de Dios deberá existir en todas y cada una de nuestras acciones exteriores e interiores, de tal forma que Dios mismo pueda reflejarse y contemplarse a Si mismo cuando se asome a la ventana de nuestro espíritu.

Cada acción del día de mañana deberá ser, pues, una semejanza a Dios.En cada una de ellas deberemos poder hallar un parecido de Dios por el que cuantos nos rodean puedan llegar a descubrir en nosotros a Dios.

Cada uno de nuestros actos deberá llevar un poco de la belleza de Dios, de la bondad de Dios, del amor de Dios. Así, más que vivir nosotros en el día de mañana, será Dios el que vivirá en nosotros.
Y ahora te seguimos de todo corazón, te tememos y buscamos tu rostro. No nos cubras de vergüenza, sino trátanos según tu benignidad y la abundancia de tu misericordia. Líbranos conforme a tus obras maravillosas, y da gloria a tu Nombre, Señor. (Daniel 3, 41-42)
Que tu fe, inspire la fe en quien no tiene fe.

Bendiciones, paz y bien


19 de febrero de 2013

Ser generosos

Si dar enriquece, ahora comprendo
porque el que no tiene, da

A veces nos quejamos de que nuestra vida está resultando monótona y sin proyección y quizá seamos nosotros mismos los culpables de ello. Nos desubicamos cuando pensamos que no está a nuestro alcance el hacer nuestra vida algo maravillosa.

Piensa que nunca es poco, cuando lo que se da es todo lo que uno tiene. No mires lo que das, sino al corazón con que lo das. Si lo que puedes dar es poco, ciertamente el corazón con que lo puedes dar nunca es poco.

El amor es el detalle de la fidelidad: la fidelidad es el amor en los detalles; y los detalles suelen ser pequeños y quizá pasan inadvertidos; sin embargo, en ellos consiste la perfección y en ellos hay que poner el amor, en ellos se debe vivir el amor, tanto el amor a Dios, como el amor a los hermanos.
«Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud» (Mc 10, 45)
Siempre hay alguien que espera de alguien; sé ese alguien para alguien...

Bendiciones, paz y bien

18 de febrero de 2013

Hacer de la Palabra.. Vida


Si sos papá o mamá, seguro estás dispuesto a morir por tus propios hijos, es preferible sufrir uno mismo a que no sufran ellos, morir uno para que ellos vivan... es así, ¿verdad?

Hoy, en este mundo globalizado, en esta sociedad tan convulsionada, es mucho más fácil morir en un acto de heroísmo por salvar un hijo, que ir muriendo lentamente, día a día, minuto tras minuto, por ir formando a ese hijo o por ir formándome a mi mismo.

Ir dejando jirones de la vida en las noches largas sin sueño; en las horas de trabajo agotador, en las tardes solitarias atendiendo diariamente las obligaciones... eso no será llamativo, pero es más meritorio.

No derramar la sangre en tres minutos, sino ir dejando gota tras gota en cada acción que cumplimos, en cada victoria sobre uno mismo, en cada vencimiento de nuestro carácter o de nuestro temperamento, en la palabra de callamos o en la sonrisa que ofrecemos.

Eso es morir día a día, eso es ser héroe... desconocido, pero héroe.
El que oye la Palabra y no la practica, se parece a un hombre que se mira en el espejo, pero en seguida se va y se olvida de cómo es. (Sant. 1, 23-24)
No basta leer la Palabra, es preciso meditarla, pues así, solamente así, la tendremos presente y podremos mejorar los rumbos... solamente asi, haremos de la Palabra.. Vida.

Bendiciones, paz y bien.


17 de febrero de 2013

Las tentaciones


1º Domingo de Cuaresma - San Lucas 4, 1-13

Las criaturas son un reflejo de la Bondad y la Omnipotencia divina. Son buenas, pero en la Biblia (y de modo específico en el Eclesiastés) se nos habla de la vanidad de vanidades que, sin Dios, son la ciencia, la riqueza, el amor y la vida. La Iglesia posee un sentido demasiado realista del pecado como para abandonarse candorosamente a una exaltación incondicional de las riquezas de la creación, y no olvida las advertencias de Dios sobre el hechizo y la fascinación de las criaturas, que exponen a las almas a apartarse de Dios: ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?

Debido a la malicia que anida en nuestro corazón y a nuestra fragilidad, en ocasiones las criaturas constituyen un obstáculo que nos aleja de Dios; y tras nuestras caídas, se convierten en fuente de abundantes lágrimas. Las Confesiones de san Agustín están llenas de estos suspiros y lamentaciones motivados por el recuerdo de sus caídas personales.

Del evangelio de hoy podemos sacar algunas conclusiones prácticas: descubrir todo aquello que para nosotros es ocasión de pecado, y rechazarlo con prontitud, sin dialogar con el diablo, como hizo Jesús. Aunque puedan ser cosas buenas, si no lo son para nosotros. Se nos pide una decisión radical. A la vez, debemos ver las tentaciones como oportunidades que se nos presentan para demostrar nuestro amor a Dios. Tener tentaciones no es malo, lo malo es caer, hacer el mal. Si sabemos aprovecharlas nos pueden dar mucha presencia y unión con Dios. Finalmente, hemos de contar con la ayuda de los ángeles, y muy especialmente con el Ángel Custodio que cada uno tenemos.
Hazme humilde, Señor, para reconocer con sinceridad lo que me aparta de Ti, y dame la fortaleza necesaria para huir de la tentación. Que nada me ate a las criaturas; ni siquiera aquellas personas a quienes debo querer, pero que pueden trastornar mis afectos y alejarme de tu amor, pues sólo debo adorarte a Ti.
Fraternalmente, paz y bien.




Huellas de: p. Jesús Martínez García

14 de febrero de 2013

Que me siga

 El Señor entregó a su propio Hijo a la muerte en cruz a causa del ardiente amor por la creación...No porque no hubiera podido rescatarla de otro modo, sino porque ha querido manifestar así su amor desbordante, como una enseñanza para nosotros. Por la muerte de su Hijo único nos ha reconciliado consigo. Sí, si hubiera tenido algo más precioso, nos lo habría entregado para que volviéramos enteramente a él.

A causa de su gran amor hacia nosotros, no quiso violentar nuestra libertad, aunque hubiera podido hacerlo. Antes bien prefirió que nosotros nos acercáramos a él por amor.

A causa de su amor por nosotros y por la obediencia a su Padre, Cristo aceptó gozosamente los insultos y la aflicción... De la misma manera, cuando los santos llegan a su plenitud, desbordando de amor por los demás y por la compasión hacia todos los hombres, se parecen a Dios.

Paz y bien, fraternalmente.




Comentario al evangelio de hoy:
Isaac el Sirio (siglo VII), monje cercano a Mossoul, santo de las Iglesias ortodoxas Discurso, primera serie 71-74

12 de febrero de 2013

Lo que eres, eso eres


A veces nos damos cuenta de nuestra gran ceguera. Obramos mal y presentamos mil excusas. A menudo nos mueven las pasiones e intentamos hacer pasar nuestro actuar por obra de buen celo. Corregimos las pequeñas faltas de los demás y nos permitimos caer en faltas grandes. Estamos pronto para juzgar y condenar los yerros de los otros pero no tenemos cuidado en no serles molestos. El que se juzgara a si mismo con rectitud no tendría ya coraje para juzgar severamente a los demás.

Un cristiano presta atención a su propia vida ante todo, y el que vigila sus propias acciones se guarda bien de criticar la conducta de los demás. No serás nunca hombre interior mientras no te esfuerces a guardar silencio acerca de los asuntos de tu prójimo para ocuparte principalmente de ti mismo... Aquel que ama a Dios no se fija en lo que está por debajo de Dios, porque sólo Dios, eterno, inmenso, colma todo, es amparo del alma y alegría verdadera del corazón...

Descansarás plácidamente, si tu corazón no te reprende. No te alegres sino cuando obres bien. Los malos nunca tienen alegría verdadera ni sienten paz interior; porque dice el Señor: No tienen paz los malos. (Is 57,21)...   Fácilmente estará contento y sosegado el que tiene la conciencia limpia. No eres más santo porque te alaben, ni más vil porque te desprecien. Lo que eres, eso eres; y por más que te estimen los hombres, no puedes ser, ante Dios, más grande de lo que eres. Si miras lo que eres dentro de ti, no tendrás cuidado de lo que de ti hablen los hombres. El hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón. (1Sam 16,7).

Fraternalmente, paz y bien    



Huellas: T. de Kempis Imitación de Cristo, tratado espiritual del siglo XV - Libro II, cap. 5-6

11 de febrero de 2013

Está presente por la fe


¡Si Jesús se acercara a nosotros y con una sola palabra curara nuestra fiebre!

Porque cada uno de nosotros tenemos nuestra fiebre. Que Jesús se acerque, pues, a nosotros, que nos toque con su mano. Si lo hace, la fiebre desaparecerá al instante porque Jesús es un médico excelente. El es el verdadero, el auténtico médico, el primero de todos los médicos. Sabe descubrir el secreto de nuestras enfermedades: él nos toca, no en el oído ni en la frente sino en las manos, es decir: en nuestras obras malas...

Jesús se acerca a la mujer enferma porque ella no podía levantarse y correr a su encuentro. Él, el médico misericordioso y comprensivo se acerca a su lecho, él que llevó sobre sus hombros a la oveja enferma... Se acerca porque quiere; toma la iniciativa de la curación. Se acerca a esta mujer y ¿qué le dice? “Tú tenías que haber corrido hacia mí. Tú tenías que haber venido a la puerta para recibirme para que tu curación no fuera sólo efecto de mi misericordia sino también de tu voluntad. Pero como estás abatida por la fiebre y no te puedes levantar, soy yo quien me acerco y voy hacia ti.”

Jesús se acerca y la hace levantar... La toma de la mano. Cuando uno está en peligro, como Pedro en el lago, a punto de ahogarse, Jesús lo toma de la mano y lo levanta. Jesús hace levantar a esta mujer tomándola de la mano: su propia mano coge la mano de la mujer. ¡Dichosa amistad! ¡Feliz contacto! Jesús la coge de la mano como un médico: constata la violencia de la fiebre, él, el médico y el remedio. Jesús la toca y la fiebre la abandona.

Que toque también nuestra mano, que cure nuestras obras... levantémonos, permanezcamos en pié...   Pero, dirá alguno: “¿dónde está Jesús?” Está aquí, en medio de nosotros, dice el evangelio. “pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen. Porque el Reino de Dios está entre ustedes”.

Tengamos fe y experimentaremos también la presencia de Jesús.     

Paz y bien, fraternalmente.



Textos: San Jerónimo (c 347-420), sacerdote, traductor de la biblia al latín, doctor de la Iglesia

10 de febrero de 2013

Retiro espiritual


5º Domingo, T.O. -C- San Lucas 5, 1-11

También a nosotros el Señor nos pide que nos apartemos un poco de las cosas de la tierra para estar con Él, que hagamos el esfuerzo de remar dentro de nosotros mismos y, echando la red sobre el tapete veamos las acciones de nuestra vida, qué hemos de quitar y qué hemos de mejorar. Conocernos más y sobre todo adentrarnos en el conocimiento más profundo de Dios.

No podemos conformarnos con navegar por los días a nuestro ritmo, en la superficie. Necesitamos profundizar en los grandes temas de nuestra vida: nuestra existencia, la vida de la gracia, el pecado, el amor que Dios nos tiene, la Eucaristía, las virtudes teologales, nuestras disposiciones, nuestras obras... Pero para eso es necesario bogar hacia mar adentro, en alta mar, lejos de nuestro terreno -de nuestro lugar habitual-, sin las amarras de nuestra apreciación o de nuestros gustos, para ver lo que Dios quiere. Es necesario, por tanto, hacer cada año unos días de retiro espiritual. Allí podremos ver, con la luz del Espíritu Santo y en la conversación sincera con el Director espiritual, qué espera Dios de nosotros. No nos quedaremos entonces en lo negativo, ni en lo que sólo tiene una importancia relativa, porque podremos observar los sucesos con perspectiva, sin apasionamiento, sin miedos, con sentido de eternidad.

¿Por qué esa falta de fruto en nuestra vida o esa visión negativa, pesimista, falta de fe? Es preciso profundizar, descubrir las raíces y los motivos de nuestras acciones, hacer examen, descubrir lo que nos pasa y por qué. Y actuar por su Palabra, según Él nos indica, dispuestos a obedecer, a dejarnos dirigir por Él. Sólo así el fruto será fecundo y alegre.
Tú, Señor, me buscas para decirme hacia dónde tengo que dirigir mi barca y qué ritmo he de llevar. Me esperas en ciertos momentos para hablarme con mayor hondura. Procuraré ir a la soledad, donde hablas al alma, y yo te puedo escuchar mejor.
Fraternalmente, paz y bien



Huellas de Javier Martinez García

9 de febrero de 2013

Dóciles como María


María en su adolescencia había trazado para si un hermoso proyecto de vida, afincado como centro en su virginidad. Pero Dios, modificó ese proyecto y, conservando milagrosamente su virginidad, hizo que su vida y su función personal se centrara en su maternidad divina.

María aceptó la voluntad de Dios, que cambiaba sus planes personales y se entregó plenamente a los que Dios quería de ella.

Con mayor razón nosotros debemos estar dispuestos a ceder nuestros planes, para aceptar los planes de Dios sobre nosotros.

Ruega por nosotros Santa Madre de Dios...

Fraternalmente, paz y bien

8 de febrero de 2013

Peldaños


Un día más pasado en la virtud y un paso más hacia Dios.

Cuando escuché esa frase, había tenido un día lleno de amarguras, de dificultades de todo tipo, de pruebas íntimas, obstáculos interiores... como si Job se hubiera metido en mi.

Pero me había esforzado para permanecer fiel a mi conciencia, a mis convicciones, a mi deber. Por eso, cuando escuché esa frase “Un día más pasado en la virtud, es un paso más hacia Dios”, no pude menos de sentir la sensación suave de la caricia de Dios en mi espíritu.

Y las penas se disiparon, la turbación se serenó, la amargura se hizo dulce y la intranquilidad se calmó.
El que tiene esta esperanza en él, se purifica, así como él es puro. El que comete el pecado comete también la iniquidad, porque el pecado es la iniquidad. Pero ustedes saben que él se manifestó para quitar el pecado, y que él no tiene pecado. El que permanece en él, no peca, y el que peca no lo ha visto ni lo ha conocido. (1 Jn 3, 3-6)
Porque acercarse a Dios es todo eso: serenidad, dulzura, paz.

Fraternalmente, paz y bien.

7 de febrero de 2013

El tiempo de la salvación


por Ana María Martínez
Revista «Familia Cristiana»

San Pablo cuando habla del perdón, de la reconciliación, de la capacidad de perdonar y recibir perdón se refiere también a esa dimensión que nos hace capaces de dar perdón.

El perdón como gracia de Dios que San Pablo, presenta ante nosotros como testigo que experimentó, de modo singular, la fuerza de la cruz en el camino de Damasco nos muestra al Resucitado quien se le manifestó con todo el esplendor su poder en la fuerza y el poder de la cruz de Cristo, se dirige a nosotros con una ardiente súplica: “los exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios.” (2 Cor 6, 1)

San Pablo insiste en que esta gracia que nos la ofrece Dios mismo, que nos dice a cada uno de nosotros: “En el momento favorable te escuché, y en el día de la salvación te socorrí. Este es el tiempo favorable, este es el día de la salvación.” (2 Cor 6, 2) “Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios. A aquel que no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro, a fin de que nosotros seamos justificados por él.” (2 Cor 5, 20-21)

La reconciliación unida al perdón hizo que por entonces, Juan Pablo II nos preguntara: Pero ¿que significa para nosotros el término «reconciliación»?

Para captar su sentido y su valor exactos, es necesario ante todo darse cuenta de la posibilidad de la división, de la separación. El hombre es la única criatura en la tierra que puede establecer una relación de comunión con su creador, pero también, es la única que puede separarse de él. De hecho, por desgracia, con frecuencia se aleja de Dios.

Pero, afortunadamente, muchos, como el hijo pródigo del que habla el evangelio de San Lucas, después de abandonar la casa paterna y disipar la herencia recibida, al tocar fondo, se dan cuenta de todo lo que han perdido. Entonces, comprenden el camino de la vuelta; “Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti...” (Lc 15, 18)

Dios, bien representado por el padre de la parábola, recibe a todo hijo pródigo que vuelve a él. Lo recibe por medio de Cristo en quien el pecador puede volver a ser “justo” con la justicia de Dios. Lo recibe, porque hizo pecado por nosotros a su Hijo eterno. “...a fin de que nosotros seamos justificados por él.” (2 Cor 5, 21)

Por otra parte cada uno de nosotros, con nuestros comportamientos, hemos tenido parte en estos males, contribuyendo a desfigurar el rostro de Cristo y de la Iglesia.

En este año de la fe, pidamos humildemente perdón, al mismo tiempo que confesamos nuestras culpas, perdonemos las culpas cometidas por los demás contra nosotros. La Iglesia siempre se siente comprometida a purificar la memoria de todo sentimiento de rencor o venganza. De la acogida del perdón divino brota el compromiso de perdonar a los hermanos y de reconciliación recíproca.

Pidamos a María, madre del perdón, que nos ayude a acoger la gracia del perdón. Que este año de la fe sea para todos los creyentes el tiempo del perdón y para cada hombre que busca a Dios, el momento favorable, el tiempo de la reconciliación, el tiempo de la salvación.

Bendiciones, paz y bien.



6 de febrero de 2013

Entregarse sin buscar nada a cambio


Hay dos objetos que a menudo usamos y que pueden proporcionarnos hermosa enseñanza para nuestra vida práctica: la cera y el pan.

El pan que a diario comemos (aunque la mano venga dura, nunca falta el pan en la mesa)... cuando queremos afirmar la bondad de una persona, decimos de ella: es mas buena que el pan; y con eso decimos todo.

Es que ser pan para los otros es servir de gusto y utilidad a los demás; y después de eso, o precisamente por eso, dejarse cortar, dejarse tostar, desmigajar, masticar y triturar o quizá dejarse tirar.

Para la mansa cera, dar la vida a otros es morir. Y dar la vida a los otros es entregarlo todo por ellos... todo; cansancio, tiempo, preocupaciones, sonrisas, palabras... todo, sin excepción.

Y eso lo debemos hacer sin esperar nada de los demás.
 «¡Que el sabio comprenda estas cosas! ¡Que el hombre inteligente las entienda! Los caminos del Señor son rectos: por ellos caminarán los justos, pero los rebeldes tropezarán en ellos.» (Oseas 14, 10)
La conjugación del todo y de la nada es lo que constituye el secreto de la perfección.

Dios los bendiga, paz y bien




Imagen: Desafío Acuático Sin Límites para chicos con capacidades diferentes, en la Costanera Este de la Ciudad de Santa Fe, organizado por las ONG Sembrando Esperanza y Sin Límites. Enero de 2013

5 de febrero de 2013

Bienaventuranzas en el Año de la Fe


Bienaventurado si, en el Año de la Fe, no tienes tu corazón exclusivamente centrado en la riqueza, en el afán de tener. Te darás cuenta que, en la pobreza, encontrarás tu libertad y tu razón de ser: eres persona.

Bienaventurado si, en el Año de la Fe, eres manso. Comprenderás que la violencia, solo engendra más violencia. Que la bondad, la paciencia o la humildad, son como el imán: hace muchos amigos y verdaderos.

Bienaventurado si, en el Año de la Fe, sabes llorar. Cuando hasta ti lleguen las horas amargas tendrás cerca de ti alguien que te consuele y un pañuelo que enjugue tus lágrimas. Te acordarás de aquello: “amor, con amor se paga”. O, también, “¿manos que dais…qué esperáis?”

Bienaventurado si, en el Año de la Fe, sigues luchando por la justicia allá donde estás. Si los mandamientos son señales que iluminan tu conducta. Procura dejar los juicios para Dios y, cuando estés frente a Él, recogerás el fruto de tu complicidad o de tus silencios.

Bienaventurado si, en el Año de la Fe, no dejas que nadie corrompa tu corazón; si a tu corazón, le das la limpieza del amor y el brillo de la esperanza. En el Sacramento de la confesión encontrarás, además de un buen detergente, una Palabra del Señor, una palabra de sacerdote y una Bendición de Dios.

Bienaventurado si, en el Año de la Fe, eres valiente; si no te andas por las ramas a la hora de defender tus convicciones religiosas; si, además, procuras nutrirte y formarte en la historia del cristianismo y de la misma Iglesia. Si lo haces así, un día también Jesús, te defenderá y te reconocerá ante el Padre.

Bienaventurado si, en el Año de la Fe, no ocultas lo que eres y lo que profesas; si, ante un mundo en el que todo se relativiza, eres capaz de ser una señal de la presencia de Dios. Tu recompensa, aunque ahora te parezca incierta, será grande y eterna en el cielo.

Bienaventurado si, en el Año de la Fe, eres pacífico; si te alejas de las situaciones de conflicto pero no rehuyes de aquellos momentos en los que, tu palabra, es necesaria para la paz o para el bienestar de los más necesitados. Ser pacífico no es lo mismo que vivir ajeno a todo.

Seamos bienaventurados, en este Año de la Fe, aprendiendo, meditando y llevando a la práctica estos ocho caminos de felicidad que son las bienaventuranzas.

Seamos bienaventurados, en este Año de la Fe, poniendo en el eje de la rueda de nuestra vida a Cristo.

Seamos bienaventurados, en este Año de la Fe, disfrutando con las cosas de Dios y con todo aquello que la Iglesia nos propone como pautas para vivir como Dios manda.

Y es que, el Año de la Fe, es un recordatorio de cómo ser feliz y de cómo alejarnos de los caminos de la desdicha que el mundo nos presenta como patrón del disfrute.

Dios los bendiga, paz y bien



Leído en revista Familia Cristiana

4 de febrero de 2013

Invisible


Nuestra vida diaria un vuelco si encontrásemos la manera de realizar tantos proyectos guardados en el corazón sin que nadie nos lo impidiese. O, mejor, sin que nadie nos viese.

Un pastor llamado Giges,según cuenta una leyenda griega, encontró la manera de llevar a cabo esos proyectos. ¿Cómo? Con un anillo que, al ser girado hacia adentro, le permitía conquistar el don de la invisibilidad. Pensó entonces que podría entrar donde ningún pastor había entrado: ¡en las habitaciones del rey! Allí se lanzó, él, que antes aparentaba ser honrado y sencillo, y, ni corto ni perezoso, sedujo a la reina, mató al rey y quedó así al frente de todo el dominio de quien antes era su dueño y señor.

Todos hemos soñado, alguna vez, con adquirir esa cualidad magnífica de la invisibilidad. Con ella podríamos atravesar tantisismas puertas como tengamos ganas sin que nadie notase nuestra presencia. Ante un anillo como el de Giges, podríamos descubrir que en el fondo, lo que antes considerábamos como “absolutamente prohibido” resulta una posibilidad a nuestro alcance, sin el terrible inconveniente de alguien que nos mire, nos denuncie o nos meta en la cárcel.

La fábula griega es sólo eso, una fábula, que dio pié a diversas películas o a las aventuras apasionantes de los personajes de una larga novela mitológica: el señor de los anillos. Pero nos sirve para preguntarnos si, en el fondo, somos buenos śolo porque nos ven, o si no seríamos un poco menos buenos si nuestros actos se mantuviesen en el más completo secreto, protegidos de las vistas indiscretas y enjuiciadoras de los demás.

Esta fábula nos sirve para sacar a flote lo que es el centro de nuestros sueños, aquellas cosas que de verdad queremos y amamos, en lo más profundo de nuestro corazón; también puede ser que descubramos cosas peligrosas en serio. Sueños tristes, sueños malos, sueños que no querríamos tener, que no querríamos que otros tuviesen respecto de nosotros mismos...

Pero quizá podríamos descubrir ¿por que no? que albergamos sueños benéficos, quijotescos, a lo Robin Hood; sueños de defender a los niños de sus explotadores, a los pobres de sus condiciones de miseria, a los tristes de sus pesimismos, a los ancianos de su sufrimientos en soledad, a las personas discapacitadas, de las tremendas marginaciones sociales.

Nos puede ser de mucha utilidad descubrir un «anillo de Giges» por unos minutos. Pocos minutos, pero suficientes para desatar nuestro corazón de las miradas que nos esclavizan y nos impide ser lo que realmente somos.

Sabemos, desde luego, que el hombre invisible no puede escapar de los ojos de Dios. O, mejor todavía, que deberíamos de dejar de preocuparnos de lo que piensan los demás cuando actuamos, para preocuparnos por esos ojos invisibles, pero reales, de Dios. Entonces nos daremos cuenta de que vale la pena sólo una cosa: hacer el bien que nos pide el corazón, que no es sino una forma de escuchar  los que Dios nos grita todos los días, ante las mil disyuntivas que surgen en lo cotidiano de nuestro vivir.

Quizá algún día, cuando despertemos a la eternidad, “veremos” con claridad la vida de cada hombre y mujer como si tuviésemos un anillo que no sólo no nos hace invisibles, sino que nos permite ver lo que todos creíamos que era invisible, pero era visible para Dios.

Entonces muchos gestos de benevolencia y altruismo se mostrarán como máscaras de egoísmos camuflados y de intereses torcidos. Pero también veremos que muchos hombres y mujeres que valorábamos poco, si es que no los considerábamos como delincuentes o temibles enemigos, relucirán con un corazón y una vida escritos en línea recta, en una fidelidad total a los propios valores y con un auténtico sentido del amor, la justicia y la fraternidad.

El anillo de Giges no hizo peor al pastor que lo encontró. Sólo dejo salir fuera un dinamismo del mal que se escondía dentro de su alma. Importa, por tanto, construir un corazón lleno de bondad para que, con anillo o sin anillo, cada uno se dedique sólo a una tarea en la vida: hacer el bien, construir un mundo un poco más bueno y un poco más feliz...

Dios los bendiga, paz y bien



**Leído y adaptado de: Revista Familia Cristiana, mayo 2009

3 de febrero de 2013

Disposiciones interiores


Domingo 4, Tiempo Ordinario, San Lucas 4, 21-30

Los contemporáneos de Jesús se percataban de que les hablaba al corazón de parte de Dios. Sus enseñanzas afectaban al hombre por entero. Había que creer en Jesús, y para facilitarlo, Él hacía los milagros. Pero en esta ocasión no hizo ninguno porque encontró una mala disposición en los corazones: no estaban dispuestos a creerle, ni aunque vieran milagros. Al hacérselo notar, ellos le echaron fuera de su ciudad. Jesús era y seguirá siendo inevitablemente signo de contradicción: o se está con Él o contra Él.

He aquí la profundidad del corazón humano, que se cierra a la luz de la verdad, que conscientemente expulsa de su vida a Dios. El ateísmo y el agnosticismo, tanto teórico como práctico (el cristiano que no practica es agnóstico), supone una decisión consciente de rechazar la inclinación religiosa que anida en todos. Es cierto que cada uno está influido por circunstancias culturales, psicológicas e incluso fisiológicas; pero también es verdad que el Espíritu Santo habla con gemidos inenarrables dentro del corazón humano. Todos tenemos la obligación de buscar la verdad en lo que se refiere a la verdadera religión y, una vez conocida, seguirla.

Antes de convertirse al catolicismo, el cardenal Newman era una gran autoridad de la iglesia anglicana y por su posición percibía una suma considerable de libras. Alguien le preguntó por qué se había convertido, renunciando a esa posición económica, a lo que contestó: «Nunca he pecado contra la luz».

Oremos juntos
Quiero ser sincero, Señor, delante de Ti. Estoy dispuesto a reconocer la verdad aunque eso suponga tener que cortar o cambiar. No quiero echarte de mi ciudad, al contrario, quiero que seas el centro de mi mundo interior. Amén
Fraternalmente, paz y bien



Textos del P. Jesús Martínez García

2 de febrero de 2013

Santa María de los colores


De esos colores en los que se desfleca la gracia, porque la vida es gracia es vida y es color y dinamismo y resplandor y alegría y claridad.

Santa María de los colores y de las flores y de la aurora y del plumaje de las aves y de la limpieza del alma y de la blancura de la pureza y del dorado del amor.

Que distinto vivir la vida en blanco y negro en la monotonía de un pasar los días sin ilusión, o vivir la vida en tecnicolor, con brillo, con claridad, con ilusión, con ideal, con amor.

Ruega por nosotros santa madre de Dios...

Paz y bien