29 de julio de 2012

Comprometerse

Paz y bien

17º Domingo, ciclo B, Juan 6, 1 - 15

A veces nos preguntamos: ¿Por qué Dios no interviene en el mundo y arregla tal asunto? Deberían venir a nuestra memoria estas palabras: dadles vosotros de comer. Cuentan que un hombre se encontró a un niño enfermo en la calle, fue a la Iglesia y preguntó al sacerdote: ¿Por qué Dios no hace nada para ayudarle?, y el sacerdote le contestó: Ya lo ha hecho: que tú le encontraras.

Es muy fácil echar la culpa a otros, incluso echársela a Dios, ante las deficiencias que notamos. Lo que hemos de hacer es implicarnos nosotros, si es que podemos o debemos hacerlo. Implicarnos a fondo. Dicen que en un plato de huevos fritos con panceta, el cerdo se ha implicado mucho más que la gallina (poniendo su lomo).

Dios puede hacer milagros, pero normalmente no los hace, porque cuenta con las criaturas para resolver los problemas. Jesús iba a dar de comer a cinco mil personas, pero quería necesitar de los cinco panes y de los dos peces. No había más, pero era todo. Al darlos, aquel chico se quedaba sin su comida. Podía haberse quedado con algo, pero lo dio todo. Y entonces Jesús hizo el milagro que rompió todas las previsiones.

Por la naturaleza social de los hombres, Dios desea que unos evangelicen y ayuden a los otros. Podría hacerlo Él inmediatamente con cada uno, pero no ha querido hacerlo así. Por eso, ¡tantas cosas dependen de nuestra generosidad! Cuentan que un día le dijo el Señor a santa Teresa de Jesús: «Teresa, yo he querido, pero los hombres no han querido».

Hoy puede ser una buena ocasión para plantearme qué me estás pidiendo, Señor. ¿Cuánto te doy? ¿Me conformo con darte algo para que no me compliques la vida, o puedo tener corazón joven -como aquel muchacho- y poner a tu servicio mi tiempo y más cosas?

Fraternalmente,

Dominus Providebit 


Huellas de Jesús Martínez García

28 de julio de 2012

Obediencia de María

Paz y bien

por San Alfonso María de Ligorio

Por el amor que María tenía a la virtud de la obediencia, cuando recibió la Anunciación del ángel san Gabriel no quiso llamarse con otro nombre más que con el de esclava: "He aquí la esclava del Señor". Sí, dice santo Tomás de Villanueva, porque esta esclava fiel ni en obras ni en pensamiento contradijo jamás al Señor, sino que, desprendida de su voluntad propia, siempre y en todo vivió obediente al divino querer. Ella misma declaró que Dios se había complacido en esta su obediencia cuando dijo: "... miró con bondad la pequeñez de su servidora" (Lc 1,48), pues la humildad de una sierva se manifiesta en estar pronta a obedecer. Dice san Agustín que la Madre de Dios, con su obediencia, remedió el daño que hizo Eva con su desobediencia.

La obediencia de María fue mucho más perfecta que la de todos los demás santos, porque todos ellos, estando inclinados al mal por la culpa original, tienen dificultad para obrar el bien, pero no así la Virgen. Escribe san Bernardino: María, porque fue inmune al pecado original, no tenía impedimentos para obedecer a Dios, sino que fue como una rueda que giraba con prontitud ante cualquier inspiración divina. De modo que, como dice el mismo santo, siempre estaba contemplando la voluntad de Dios para ejecutarla. El alma de María era, como oro derretido, pronta a recibir la forma que el Señor quisiera.

Bien demostró Maria lo pronto de su obediencia cuando por agradar a Dios quiso obedecer hasta al emperador romano, emprendiendo el viaje a Belén estando en estado y en pobreza, de modo que se vio constreñida a dar a luz en un establo. También, ante el aviso de san José, al punto, la misma noche, se puso en camino hacia Egipto, en un viaje largo y difícil.

Pregunta Silveira: ¿Por qué se reveló a José que había que huir a Egipto y no a la Virgen que había de experimentar en el viaje más trabajos? Y responde: Para darle ocasión de ejercitar la obediencia, para la cual estaba muy preparada.

Pero, sobre todo, demostró su obediencia heroica cuando por obedecer a la divina voluntad consintió la muerte de su Hijo con tanta constancia. Por eso, a lo que dijo una mujer en el Evangelio: "Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron", Jesús respondió: "Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios" (Lc 11,28). En consecuencia, conforme a Beda el Venerable, María fue más feliz por la obediencia al querer de Dios que por haber sido hecha la Madre del mismo Dios.

Por esto agradan muchísimo a la Virgen los amantes de la obediencia. Se cuenta que se le apareció la Virgen a un religioso franciscano llamado Accorso cuando estaba en la celda, pero en ese instante fue llamado para confesar a un enfermo y se fue. Mas al volver encontró que María lo estaba esperando, alabándole mucho su obediencia. Como, al contrario, reprendió a un religioso que después de tocar la campana se quedó completando ciertas devociones.

Hablando la Virgen a santa Brígida de la seguridad que da el obedecer al padre espiritual, le dijo: La obediencia es la que introduce a todos en la gloria. Porque, decía san Felipe Neri, que Dios no nos pide cuenta de lo realizado por obedecer, habiendo dicho él mismo: "El que los escucha a ustedes, me escucha a mi; el que los rechaza ustedes, me rechaza a mi; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió" (Lc 10,16). Reveló también la Madre de Dios a santa Brígida que ella, por los méritos de su obediencia, obtuvo del Señor que todos los pecadores que a ella se encomiendan sean perdonados.

Reina y Madre nuestra, ruega a Jesús por nosotros, consíguenos por los méritos de tu obediencia ser fieles en obedecer a su voluntad y las órdenes del director espiritual. Amén.

Fraternalmente


Dominus Providebit

25 de julio de 2012

Los defectos de los santos

Paz y bien

Tú también puedes ser santo... Dios te llama a través de lo diario, de lo cotidiano, de tus compañeros y maestros, de tus tareas, de tus problemas, éxitos y fracasos

Algunos libros de vidas de santos han omitido las debilidades de sus protagonistas, probablemente porque temían que nos escandalizáramos al saber que fueron hombres y mujeres como nosotros.

Pero precisamente es bueno comprobar que los que están en los altares no son de cera, ni de yeso, ni de plástico, sino, como todos los mortales, de carne y hueso, sufren dolores y tienen sus agobios; son personas comunes que tienen que tomar medicamentos o duermen mal o se distraen en la oración.

Muchos libros han puesto a los canonizados tan distantes de nosotros, que lo único que podemos hacer es admirarlos. Los colocan tan lejos, tan arriba, tan cubiertos de ropajes incómodos y ostentosos, tan desligados de todo lo nuestro, que no hay forma de imitarlos. Estas biografías nos convencen que la santidad no es para nosotros.

Pero las verdaderas biografías de los héroes cristianos son como nuestras vidas: ellos luchaban y ganaban, luchaban y perdían y entonces volvían a la lucha.

En la vida de las almas santas hay algunas veces cosas extraordinarias, acontecimientos sobrenaturales, intervenciones claras de Dios. Pero no son éstas las que los llevaron a ser santos, pues las acciones no eran de ellos, sino de Dios. Lo que los hizo santos fue la generosidad en la correspondencia al amor de Dios en su vida ordinaria, en todos los días, los meses, los años en los que no hubo cosas extraordinarias.

Es bueno saber que santa Teresita del Niño Jesús tenía una terquedad invencible desde niña; que san Alfonso María de Ligorio tenía un genio endemoniado; que san Agustín fue un gran pecador antes de su conversión y que santa Teresa de Jesús confesó nunca haber podido rezar un rosario completo sin distraerse.

Es admirable ver a los santos: hombres muy hombres y mujeres muy mujeres, con grandes virtudes, acciones heroicas y fallos garrafales.

La santidad no consiste en subirse a una columna con una palma en la mano y un crucifijo en el pecho. Los santos no son inactivos, siempre se mueven haciendo cosas tan simples como preocuparse por la enfermedad de un hermano, dar de comer al perro, cumplir con su trabajo y hacer con alegría los encargos que les piden.

Estos son los santos de hoy, los que van en el metro, rezan a la Virgen, trabajan en el campo, escriben a máquina, descansan el fin de semana y vuelven todos los lunes al mismo trabajo, preocupándose sólo de hacer extraordinariamente bien aquello que les ha tocado hacer.

Fraternalmente, 


† 
Dominus Providebit


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Huellas de Jesús Urteaga Loidi

24 de julio de 2012

Cúmplase su voluntad

Paz y bien

Querer sólo lo que Dios quiere, es lo lógico para el que es de veras su amador... Fuera de sus deseos..., no existen deseos nuestros, y si existe alguno, ése, es que es conforme a su voluntad, y si no lo fuera, es que entonces no estaría nuestra voluntad unida a la suya... Pero si de veras estamos unidos por amor a su voluntad, nada desearemos que Él no desee, nada amaremos que Él no ame, y estando abandonados a su voluntad, nos será indiferente cualquier cosa que nos envíe, cualquier lugar donde nos ponga... Todo lo que Él quiera de nosotros no solamente nos será indiferente, sino que será de nuestro agrado.

No sé si en todo esto que digo hay error; en todo me someto al que de esto entienda. Yo sólo digo lo que siento, y es que en verdad nada deseo más que amarle a Él, y que todo lo demás a Él lo encomiendo; cúmplase su voluntad. Cada día soy más feliz en mi total abandono en sus manos.

Fraternalmente, 


Dominus Providebit


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Textos de San Rafael Arnaiz Barón (1911-1938), monje trapense español # Escritos espirituales 10/04/1938

22 de julio de 2012

Descanso

Paz y bien

16º Domingo - B - Marcos 6, 30-34

El relato de la creación del libro del Génesis termina diciendo que Dios descansó de su trabajo, y en la Ley de Moisés se prescribía el sábado como día de descanso y de culto a Dios. La Iglesia señala el domingo como el día del Señor, día en que hemos de dejar el trabajo para poder alabar a Dios, sobre todo participando en la celebración Eucarística, descansar y dedicarnos a los demás.

En sus tres años de vida pública, Jesús tenía jornadas agotadoras en las que recorría las aldeas y predicaba el Evangelio. Era muy necesario, y le daban pena las gentes porque andaban como ovejas sin pastor. Pero aun con todo, Jesús se reservaba largos ratos para la oración con su Padre, y también dejaba todo y se iba «con los suyos» a descansar. Por mucho trabajo que se tenga y por muy importante que sea, hay que descansar, al menos unas horas a la semana.

No es sólo una necesidad humana, sino que el domingo es el día del Señor y hay que dedicar tiempo al culto. Además ése es el día del hombre (cf. Juan Pablo II, Dies Domini) en el que puede dedicarse a la contemplación y a vivir sosegadamente con «los suyos», con sus familiares: los demás tienen derecho a nuestra compañía, por tanto, tenemos un deber para con ellos.

En este sentido sería conveniente plantear los tiempos de descanso para no ocuparnos solamente en nuestros gustos, sin pensar en los que nos rodean -peor si esas actividades nos alejaran de Dios-, porque significaría que serían como unos ídolos que nos roban el corazón. Jesús apenas tenía tiempo para descansar, pero dedicaba tiempo a su Padre y a los suyos.

Que yo vea las necesidades de los demás, que salga de mis gustos y aficiones. La puerta de la felicidad siempre se abre hacia afuera, nunca hacia dentro, intentando satisfacer mis intereses personales. Que vea a los demás y te vea a Ti, Señor, que esperas que esté contigo el domingo.

Fraternalmente,


† 
Dominus Providebit

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Huellas de Jesús Martínez García

21 de julio de 2012

Paciencia de María

Paz y bien

Si deseamos ser hijos de María es necesario que tratemos de imitarla en su paciencia. Dice san Cipriano: ¿Qué cosa puede darse más meritoria y que más nos enriquezca en esta vida y más gloria eterna nos consiga que sufrir con paciencia las penas? Dice Dios: "Cercaré su camino de espinas" (Os 2,8). Y comenta san Gregorio: Los caminos de los elegidos están cercados de espinas. Como la valla de espinas guarda la viña, así Dios rodea de tribulaciones a sus siervos para que no se apeguen a la tierra. De este modo, concluye san Cipriano, la paciencia es la virtud que nos libra del pecado y del infierno.

Y la paciencia es la que hace a los santos. "La paciencia ha de ir acompañada de obras perfectas" (St 1,4), soportando con paz las cruces que vienen directamente de Dios, es decir, la enfermedad, la pobreza, etc., como las que vienen de los hombres: persecuciones, injurias y otras.

San Juan vio a todos los santos con palmas en sus manos. "Después de esto vi una gran muchedumbre..., y en sus manos, palmas" (Ap 7,9). Con esto se demostraba que todos los que se salvan han de ser mártires o por el derramamiento de la sangre o por la paciencia.

San Gregorio exclamaba jubiloso: Nosotros podemos ser mártires sin necesidad de espadas; basta que seamos pacientes si, como dice san Bernardo, sufrimos las penas de esta vida aceptándolas con paciencia y con alegría. ¡Como gozaremos en el cielo por todos los sufrimientos soportados por amor de Dios! Por eso nos anima el apóstol: "La leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un denso caudal de gloria eterna" (2Co 4,17).

 Hermosos los avisos de santa Teresa cuando decía: El que se abraza con la cruz no la siente. Cuando uno se resuelve a padecer, se ha terminado el sufrimiento.

Al sentirnos oprimidos por el peso de la cruz recurramos a María, a la que la Iglesia llama "consoladora de los afligidos" y san Juan Damasceno "medicina de todos los dolores del corazón".
Señora mía, tú, siendo inocente, lo soportaste todo con tanta paciencia, y yo, reo del infierno, ¿me negaré a padecer? Madre mía, hoy te pido esta gracia: no ya el verme libre de las cruces, sino el sobrellevarlas con paciencia. Por amor de Jesucristo te ruego me consigas de Dios esta gracia. De ti lo espero.
Bastaba la sola presencia de María ante Jesús muriendo en el Calvario para darnos a conocer cuán sublime y constante fue su paciencia. "Estaba junto a la cruz de Jesús su Madre". Con el mérito de esta paciencia, dice san Alberto Magno, se convirtió en nuestra Madre y nos dio a luz a la vida de la gracia.

Fraternalmente,

Dominus Providebit 


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Huellas de San Alfonso María de Ligorio

20 de julio de 2012

Los sonidos del silencio

Paz y bien
 Zacarías 2, 17

Ante un espectáculo grandioso, majestuoso, el silencio es la mejor expresión de nuestra admiración, el mejor homenaje que podemos rendirle, por confesar implícitamente que no hallamos palabras para expresar todo lo que sentimos y vivimos en ese momento.

En nuestra oración reposada e íntima, con frecuencia deberemos recurrir al silencio; no un silencio inexpresivo y estéril, sino un silencio operante, de plenitud de Dios y de todas las cosas.

El silencio es la palabra más plena, la más redonda, la que dice más, la que todos entienden, la que no necesita explicación, la que no se halla limitada por conceptos, la que Dios escucha mejor, con la que más se entienden los hombres.
“Que todo ser se calle ante Yavé, pues se levanta y sale de su Santa morada”
El silencio es el reconocimiento de la presencia del Señor, del respeto que se le debe y que nosotros expresamos de esa forma. 

El silencio de la palabra, cuando habla muy profundo el corazón; el silencio de la mente, cuando vive con intensidad el espíritu; la inactividad del cuerpo, cuando el alma brota por todos los poros y se derrama en todos los momentos.

Fraternalmente, 



Dominus Providebit

18 de julio de 2012

Comunión, comunidad

Paz y bien
Romanos 12, 5

Para el cristiano, son pocas las realidades que revistan una proyección tan vital, como la de comunión.

Y es que comunión y comunidad son dos términos que marchan al mismo ritmo teológico, tanto en la convicción, como en la vida del cristiano. Comunión es común-unión; sin esa común-unión no puede existir la vida de la fe, la vivencia del amor.

Solamente cuando lo mío se convierta en lo nuestro, Dios lo convertirá en lo suyo y solamente cuando lo mío sea lo suyo, lo de Dios, es cuando nos sentiremos elevados sobre nuestra propia naturaleza; pero insistamos, que lo mío llegará a ser lo de Dios solamente cuando haya pasado por la etapa de ser visto y vivido como lo nuestro, lo de todos.
«Lo mismo nosotros, con ser muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo y dependemos unos de otros.»
Y es que en la Iglesia todo sabe a familia; no a fuerza que estatice por ley y borre todas las desigualdades, sino a amor que busca la comunicación, la comunión de unos con otros.

Descubrir a la comunidad, es la mejor forma de encontrar a Dios y encontrarse consigo mismo. En el prójimo, nos encontramos los tres: Dios, el hermano y cada uno de nosotros.

Fraternalmente,



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Huellas de Alfonso Milagro
Imagen: Madrugadores de Los Pinos



Dominus Providebit

17 de julio de 2012

Criterios

Paz y bien
Mateo 7, 2

Alguien expresó varios pensamientos que no requieren comentarios...

«Cuando otro actúa en cierta forma, es perverso... cuando tu lo haces, son nervios.

Cuando es inflexible en su actitud, es obstinado... cuando tu lo eres, es solamente firmeza.

Cuando les disgustan tus amigos, tiene algún prejuicio... cuando a ti te disgustan los suyos, simplemente tienes un buen criterio sobre la naturaleza humana.

Cuando trata de ser complaciente, es adulador... cuando tu lo haces, estás demostrando tacto.

Cuando tarda en hacer las cosas, es terriblemente lento... cuanto tu tardas años, eres cauto.

Cuanto encuentra defectos, esta chiflado... cuando tu lo haces, muestras discernimiento.»

Indudablemente que todo esto es para pensarlo, con detenimiento y con buena dosis de sinceridad con uno mismo. No debemos juzgar en el sentido de hacernos jueces de nuestro prójimo. Para actuar justamente con nuestro prójimo, pensemos de una manera justa sobre él, para ser bueno con él, mirémoslo con bondad.
“... porque de la manera que juzguen serán juzgados y con la medida con que midan los medirán a ustedes.”
Cuando miramos nuestra propia vida, nos damos cuenta de que los que nos ayudaron fueron los que supieron soportarnos y comprendernos y no los que nos juzgaron y condenaron.

Fraternalmente,

16 de julio de 2012

Enviados por primera vez

Paz y bien

por Beato Juan Pablo II

Jesús dice a Pedro: "Duc in altum – Remar mar adentro" (Lc 5, 4). “Pedro y los primeros compañeros se fiaron de las palabras de Cristo, y echaron las redes” (Novo millennio ineunte, 1)... Quien abra el corazón a Cristo no sólo comprende el misterio de la propia existencia, sino también el de la propia vocación, y recoge espléndidos frutos de gracia. Primero, creciendo en santidad por un camino espiritual que, comenzando con el don del Bautismo, prosigue hasta alcanzar la perfecta caridad (cfr ibid, 30). Viviendo el Evangelio "sine glossa", el cristiano se hace cada vez más capaz de amar como Cristo, a tenor de la exhortación: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt 5, 48).

Se esfuerza en perseverar en la unidad con los hermanos dentro de la comunión de la Iglesia, y se pone al servicio de la nueva evangelización para proclamar y ser testigo de la impresionante realidad del amor salvífico de Dios. Particularmente a vosotros, queridos adolescentes y jóvenes, os repito la invitación de Cristo a "remar mar adentro"... confiad en Él, escuchad sus enseñanzas, mirad su rostro, perseverad en la escucha de su Palabra. Dejad que sea Él quien oriente vuestras búsquedas y aspiraciones, vuestros ideales y los anhelos de vuestro corazón... pienso también en las palabras dirigidas por María, su Madre, a los servidores en Caná de Galilea: "Haced lo que Él os diga" (Jn 2, 5). Cristo, queridos jóvenes, os pide «remar mar adentro» y la Virgen os anima a no dudar en seguirle. Suba desde cada rincón de la tierra, reforzada con la materna intercesión de la Virgen, la ardiente plegaria al Padre celestial para conseguir "obreros para su mies" (Mt 9, 38):
 
Jesús, Hijo de Dios,
en quien habita la plenitud de la divinidad,
que llamas a todos los bautizados a "remar mar adentro",
recorriendo el camino de la santidad,
suscita en el corazón de los jóvenes
el anhelo de ser en el mundo de hoy
testigos del poder de tu amor.

Llénalos con tu Espíritu de fortaleza y de prudencia
para que lleguen a descubrir su auténtico ser
y su verdadera vocación.
Salvador de los hombres,
enviado por el Padre para revelar el amor misericordioso,
concede a tu Iglesia el regalo
de jóvenes dispuestos a remar mar a dentro,
siendo entre sus hermanos
manifestación de tu presencia que renueva y salva.
 
Virgen Santísima,Madre del Redentor,
guía segura en el camino hacia Dios y el prójimo,
que guardaste sus palabras en lo profundo de tu corazón,
protege con tu maternal intercesión
a las familias y a las comunidades cristianas,
para que ayuden a los adolescentes y a los jóvenes
a responder generosamente a la llamada del Señor.

Amén.

Fraternalmente,




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Mensaje para la 42 Jornada Mundial de oración por las vocaciones 17/04/2005 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)

Dominus Providebit

15 de julio de 2012

Necesidad de la pobreza

Paz y bien

Domingo 15, ciclo B, Marcos 6, 7 - 13

San Pablo nos dice a todos que Dios nos ha concedido ser hijos de Dios y ha derrochado en nosotros el tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad (Ef 1,5-9). Dios da a sus fieles grandes bienes y lo hace con generosidad. Pero leemos hoy en el evangelio que se nos pide a cambio una disposición de desprendimiento de los bienes materiales. Para alcanzar aquellas riquezas hay que despojarse de éstas.

Hay tres temas -pobreza, castidad y obediencia- en los que es fácil que se meta el yo, el criterio propio, egoísta. Es preciso ser objetivos, dejarnos orientar para ver las cosas como en tercera persona, porque mientras no se vivan, se está incapacitado para entender los bienes espirituales.

En la tierra necesitamos bienes y recursos, pero son medios: tener dinero sirve para no tener que estar preocupados por él, poder dedicarnos a lo que debemos hacer y poder ayudar a los demás. No es malo poseer bienes, lo malo es tener el corazón poseído por ellos. Todos hemos de estar desprendidos de las cosas que tenemos y usamos, todos hemos de vivir la virtud de la pobreza, sentirla en nuestra vida. A veces pasando necesidad voluntariamente, privándonos de algo, sobre todo de aquello que nos hace mucha ilusión. Al fin y al cabo, desnudos vinimos al mundo y sin nada nos iremos.

Quizá no se trate del cuanto, sino del qué. Lo mismo da una maroma que un hilo fino lo que tiene atado al pajarillo y le impide volar. Es necesario que de vez en cuando hagamos examen, que miremos entre nuestras cosas. No se sabe la profundidad de un charco hasta que se mete el pie. Quizá valga la pena hoy hacer un poco de examen.

Señor, que deseas que estemos pendientes de las cosas importantes (la oración, la evangelización, la familia), no en tener más o menos ni en crearnos necesidades; danos la pobreza de espíritu para orientar bien nuestro corazón y aspirar a los bienes eternos.

Fraternalmente,



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Huellas de Jesús Martínez García


Dominus Providebit

10 de julio de 2012

En el camino aprendí...



Que llegar alto no es crecer.
Ni que escuchar es oír.
Ni lamentarse es sentir.
Que mirar no siempre es ver.
¡Ni acostumbrarse es amar..!

En el camino aprendí...
Que andar solo no es soledad ...
Que la cobardía no es paz.
Ni se es feliz por solo sonreír.
¡Y que peor que mentir es silenciar la verdad!

Que puede un sueño de Amor
abrirse como una flor
y como esa flor morir...
Pero que en su breve existir: ¡Es todo aroma y color …!

El camino me enseñó:
Que no es sumisión la humildad.
La humildad es ese Don que se suele confundir:
“No es lo mismo ser servil, que ser un buen servidor…”

Cuando vayan mal las cosas como a veces suelen ir,
Cuando ofrezca tu camino solo cuestas que subir,
Cuando tengas poco haber pero mucho que pagar,
Y precises sonreír aún teniendo que llorar,
Cuando el dolor te agobie y no puedas ya sufrir...

Descansar acaso debes, pero nunca desistir
¡Cuándo todo esté peor, más debemos insistir!

                                                          Rafael Amor

Fraternalmente, paz y bien...

Dominus Providebit

9 de julio de 2012

Donde sopla la brisa

Paz y bien

Acerca de la relación entre la confianza en Dios y lo que sucede en el cuerpo he leído en Hesiquía blog una síntesis impecable.
Lo que sucede en el cuerpo afecta a la mente y lo que sucede en la mente afecta al cuerpo. Es una relación recíproca. Pero, lo que es más importante: Lo que vivimos espiritualmente influye muy directamente en el cuerpo y en la mente.
Es por lo anterior, que cuando logramos afianzar una actitud de confianza en Dios y en su providencia, esto repercute de manera notable sosegando la mente y relajando el cuerpo.

La mente se inquieta cuando se cree la artífice, la que controla, planifica y la que debe prever. Y estas funciones, es cierto, le competen, pero en el marco del plan divino que va desarrollándose en todo. Si pierde este factor esencial en sus consideraciones, esa mente tenderá a la inquietud y permanecerá en el desasosiego, con la angustia resultante.

El cuerpo no puede menos que reflejar estos sucesos interiores, manifestando esto como tensión. El cuerpo se contrae, se crispa de temor latente, es un cuerpo alerta ante el posible fracaso de las expectativas, una estructura muscular que impide la paz interior. Por supuesto esto puede derivar en dolor, a veces en enfermedad o malestar general.

Es muy útil recordar esto y usarlo como indicador. Si me descubro tenso corporalmente o inquieto mentalmente, tengo la muestra de que he salido de la actitud de confianza en Dios. Al hombre le compete la intención y la acción atenta, pero los resultados de la acción están en manos de Dios. Si olvido esto vivo tenso, fuera del centro.

Este centro de confianza, que se identifica con lo que los monjes hesicastas llaman el corazón del hombre y que también fue denominado la celda interior por Santa Catalina, es el lugar del alma que se conecta con la voluntad de Dios íntimamente. Es allí donde se percibe claramente la brisa suave del Espíritu Santo. Es el espacio de las mociones, donde susurra la intuición.

En los momentos claves del día, como por ejemplo al levantarse, al iniciar los trabajos etc., tomarse un instante y atender al estado del cuerpo y aprovechar para aflojarlo, para eliminar la tensión innecesaria. Si esto se me dificulta, revisar mi actitud. ¿Vivo solo, a merced de acontecimientos azarosos en un universo caótico que avanza hacia la nada? Porque si con esa creencia se maneja mi mente, tenderá a la crispación y no será posible ninguna distensión.

¿O sé que la vida tiene un sentido, que lo sagrado la inunda por doquier aunque a veces no pueda percibirlo?

Todos sabemos, en lo profundo del corazón, (aunque para percibir este saber es preciso silenciarnos) que el universo, la vida y los acontecimientos, forman parte de una trama de infinita variedad, tejida con la intención de Dios y que esta intención es sabia más allá de nuestra comprensión. A esa sabiduría hemos de entregarnos con afectuosa soltura.

El cuerpo, con vitalidad pero relajado. La mente clara y silente. El espíritu atento a la sagrada presencia, conectado en oración. Podemos tener ese ideal por norte, pedirlo cuando invocamos misericordia. No es solo para los santos o personas muy especiales. Puede ser el fruto cotidiano de todo aquél que invoca con paciencia y perseverancia el Nombre de Jesucristo. 
Fraternalmente,



Dominus Providebit

8 de julio de 2012

Los obstáculos


Paz y bien

Domingo 14, ciclo B, Marcos 6, 1-6

El Señor encontró al comienzo de su ministerio público una gran resistencia en la aceptación de su mensaje. Algunos se admiraban, pero los prejuicios pudieron más que la evidencia. También hoy algunos miran con desconfianza a Jesucristo, a su Iglesia y sus enseñanzas. Esta reserva inicial, que puede ser una dura prueba para nuestra fe, no debe ni retraernos de seguir difundiéndola entre nuestros conocidos, ni acomodarla para hacerla más atractiva a una mentalidad permisiva.

La verdad tiene un enorme poder de convocatoria. Ella se abre paso por sí sola en la cabeza y el corazón de quienes la buscan sinceramente. Hemos de tomar ejemplo de Jesús quien, en aquella entrevista con Pilato donde parecía derrotado frente al poderoso escéptico, confesó: Yo para esto he nacido y para esto vine al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz (Jn 18,37).

La indiferencia religiosa lleva a muchos a vivir hoy como si Dios no existiera o a conformarse con una religión vaga, incapaz de enfrentarse con el problema de la verdad y con el deber de la coherencia. Es muy cómoda esa postura, es muy cómodo exigir a los cristianos que les demuestren la verdad, que carguen con la prueba, porque siempre uno se puede escapar aludiendo a casos históricos complejos, a personas que no han vivido su fe, o invocando que lo que pide la Iglesia en el terreno moral es contrario a lo que dice cierta psicología o a lo que hace mucha gente.

No nos dejemos impresionar por los obstáculos. Habrá dificultades, incomprensiones y hasta rechazos violentos, pero el éxito final está asegurado. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo (Jn 16,33).

Señor, auméntanos la fe, la esperanza y la caridad, fortalécenos en las adversidades, para no dejarnos llevar por el desaliento.

Fraternalmente,




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Huellas de Jesus Martínez García


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Dominus Providebit

7 de julio de 2012

Invocar a María


Paz y bien

A través de la historia todo fiel cristiano, que por serlo tiene que ser mariano, ha llevado a la práctica consciente o inconsciente este ruego del gran devoto de la Virgen, San Bernardo.

El niño en quien se sembró una gran piedad mariana al llegar a los años borrascosos de la adolescencia y juventud no olvidó aquellas vivencias de sus años infantiles y, como niño, acudió a María tal vez destrozado su corazón por la pasión o el pecado, pero no por eso desesperanzado. Los años le irán haciendo más maduro, pero no por eso olvidará el cariño tierno a la Madre a quien si no de una manera particular, sí en su interior acudía a la Señora.

Ni que decir tiene que el anciano que ha vivido tantos años invocando a María, ahora en el declive de su vida sigue teniéndola muy presente, ya que tiene un presagio de pronta realidad el “ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”.

¡Cuántas invocaciones tienen los cristianos para dirigirse a la Señora y expresarle así la necesidad que tienen de ella en este peregrinar duro del vivir diario!. Será, por ejemplo, la “Virgen del Camino” que encontramos en nuestro peregrinaje por este mundo; la “Virgen del Paso” (Venerado en Otranto, al sur de Italia), quien en la fatiga del bregar diario nos alienta a proseguir en el camino hacia Dios; la “Virgen de la Luz”, quien en la oscuridad, fruto de nuestras dudas, aparece como disipadora de las tinieblas; “La Virgen de la Estrella”, quien en medio de la borrasca de la tentación nos encamina hacia Jesús, que es el camino.

¿Qué hombre en el dolor no se acuerda de su madre? ¿Qué cristiano verdadero en sus dificultades y luchas no invoca a María?.

Como niños en apuros acudamos al regazo de Nuestra Madre.

Fraternalmente,



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Huellas del Padre Tomas Rodríguez Carbajo


Dominus Providebit

6 de julio de 2012

La conciencia, sagrario del hombre

Paz y bien

En la unidad de cuerpo y alma, el hombre es una síntesis del universo, el cual alcanza en el hombre su cima más alta. Por su cualidad interior, por su interioridad, es el hombre superior al universo entero; y a esta profunda interioridad retorna cuando se mete dentro de si mismo, donde Dios lo aguarda.

Al afirmar en si mismo la espiritualidad y la inmortalidad de su alma, no es el hombre juguete de un espejismo ilusorio, sino que, por el contrario, toca la verdad más profunda de la realidad.
«La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquella» (GS,16)
En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley, que él no se dicta a si mismo. El hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón y esa ley es tan íntima que el hombre no puede desconocer, por más que tenga la triste posibilidad de acallarla y desoírla; siempre estará su conciencia reclamando la vigencia de esa ley.

Fraternalmente,





Dominus Providebit

5 de julio de 2012

Para cambiar las cosas

Paz y bien

Te rebelas ante este mundo dividido y enfrentado en el que circulan la droga, la indiferencia, el opio del placer, de la comodidad, la fiebre del dinero o del poder.

Ideologías irreconciliables, ambiciones encontradas. Te asquean la mentira, el cinismo, los manejos turbios, la hipocresía; te atormentan la angustia de este mundo, historia tan sucia, tan cubierta de sangre y de odio, tan gastada en violencias y guerras cruentas.

Te sublevan la injusticia de los “justos”, la estupidez de los “prudentes”, la inoperancia de los “declamadores”, la tiranía de los “liberadores“. ¿Y qué haces? ¿Comentarlo en el café, en las reuniones, en la calle, en la oficina? El mundo seguirá igual. Quizá peor.
«Traten de convencer a los que dudan y sálvenlos, arrancándolos de la condenación, a los demás trátenlos con compasión, pero con prudencia...» (Judas 22-23)
Al mundo no lo cambian los que critican, sino los que obran en él, los que se esfuerzan en volcar en él su generosidad, su entusiasmo, su entrega, su sacrificio.

Fraternalmente,




† 
Dominus Providebit

4 de julio de 2012

Camino al amanecer


Crece la luz bajo tu hermosa mano,
Padre celeste, y suben
los hombres matutinos al encuentro
de Cristo Primogénito.

El hizo amanecer ante tus ojos
y enalteció la aurora,
cuando aún no estaba el hombre sobre el mundo
para poder cantarla.

El es principio y fin del universo,
y el tiempo, en su caída,
se acoge al que es la fuerza de las cosas
y en él rejuvenece.

Él es quien nos reanima y fortalece,
y hace posible el himno
que, ante las maravillas de tus manos,
cantamos jubilosos.

He aquí la nueva luz que asciende y busca
su cuerpo misterioso;
he aquí, en la claridad de la mañana,
el signo de tu rostro.

Envía, Padre eterno, sobre el mundo
el soplo de tu Hijo,
potencia de tu diestra y primogénito
de todos los que mueren. Amén.


Fraternalmente, paz y bien 




† 
Dominus Providebit

3 de julio de 2012

Sin la luz de Cristo


El hombre siempre se propuso una serie de preguntas, esperando encontrar respuestas que lo satisfaga.

¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que a pesar de tantos progresos hechos subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan alto precio? ¿Que puede dar el hombre a la sociedad?  ¿ Qué puede esperar de ella?  ¿Qué hay después de esta vida temporal?

Hace muchos siglos que el hombre se halla torturado por estos interrogantes y seguirá siéndolo mientras no acuda a la fe, que es la única que puede dar la luz esclarecedora; una fe sincera y profunda, que lleve al hombre a echarse en los brazos paternales de Dios; de un Dios que piensa en el hombre, que ama al hombre, que se preocupa por el hombre aunque el hombre no alcance a comprender, por su limitación de naturaleza creada, los planes y designios de ese Dios.
«Bajo la luz de Cristo, imagen de Dios invisible, primogénito de toda la creación, el Concilio habla a todos, para esclarecer el misterio del hombre y para cooperar en el hallazgo de soluciones, que respondan a las principales problemas de nuestra época» [Gaudium et Spes 10]
Sin la luz de Cristo, no existen soluciones definitivas.

Paz y bien



Dominus Providebit

2 de julio de 2012

Un minuto a Dios

Salmo 118, 15 - 16

Poco se acostumbra hoy reflexionar, meditar, pensar con seriedad y detención. El mundo que nos rodea es un mundo de bullicio que aturde y nos priva del silencio indispensable para nuestra introspección.

Somos seres inteligentes; si el hombre es el profesional del pensamiento, hay muchos hombres que no ejercen su profesión. No debemos marchar por la fuerza exclusiva de los instintos ciegos y apetencias naturales... ni como hipnotizados irresponsables, ni como sonámbulos inconscientes.

No vayamos a ser victimas del vértigo de la velocidad, ni de la alocada precipitación, que es el mal terrible de nuestros días; dediquemos cada día, unos breves minutos al menos, a entrar en nosotros mismos... el “minuto de Dios” ha de ocupar en nuestro día un lugar preponderante; cuando más pensemos, más hombres seremos; cuanto más pensemos en Dios más nos asemejaremos a El.
«Meditaré en tus mandamientos y pensaré atentamente en tu voluntad. Pondré mi felicidad en tus estatutos; jamás me olvidaré de tus palabras»
¿Cómo responderemos al clamor del mundo si ignoramos el mensaje de Dios? ¿Como compartiremos la vida de Cristo si el anuncio de su Reino no forma parte integral de nuestra propia vida? ¿Cómo viviremos el compromiso cotidiano con el hombre si no invocamos la Palabra de Dios sobre todo hombre? ¿Cómo construiremos la Iglesia si no hablamos el lenguaje del Espíritu que la inspira?

Paz y bien

1 de julio de 2012

Querer de verdad

Paz y bien

Domingo 13 - B- Marcos 5, 32-43

Aquella mujer quería curarse, y había puesto todos los medios a su alcance. Ya no había más remedios, pero al oír hablar de Jesús se lanza a tocarle porque cree que puede curarle. Si hiciéramos una encuesta preguntando a las personas si quieren ir al cielo, todas dirían que sí, que sí quieren. Pero una cosa es ese vago deseo y otra el quererlo realmente, poniendo los medios que hagan falta.

Cuentan que una hermana suya preguntó a Tomás de Aquino qué es lo que se necesita para ir al cielo, y su hermano, que podía haberle hecho un largo menú (oración, sacramentos, obras de misericordia, etc.), fue esa vez muy lacónico: «Teodora -le dijo- lo único que hace falta es querer».

Por parte de Dios el camino está trazado, sólo queda recorrerlo personalmente; pero para eso hay que querer de verdad, empleándose a fondo: quien quiere de verdad pondrá los medios. Por eso señala la santa de Ávila que «a los que quieren beber de esta agua de vida y quieren caminar hasta llegar hasta la misma fuente... digo que importa mucho y el todo... una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, murmure quien murmure, siquiera llegue allá, siquiera me muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo» (Camino de perfección).

Cuánto tiempo y esfuerzos dedican las personas para las cosas que les placen. Cuánta ilusión tenemos a veces por ciertos temas que verdaderamente nos roban el corazón por momentos y, con tal de conseguir nuestro propósito, ¡cuántos sacrificios hacemos!
Tú quieres, Señor, que esté ilusionado por muchas cosas, pero sólo una es necesaria una cosa, y que ha de estar en el fondo de todo mi pensar, querer y actuar: Tú, Señor. Ayúdame a querer de verdad, con obras, sin que otros afanes apaguen mi propósito.
Fraternalmente,


† 
Dominus Providebit