No estamos solos en esta lucha
«No temas, porque yo estoy contigo, no te inquietes, porque yo soy tu Dios; yo te fortalezco y te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa». (Isaías 41, 10)
Casi sin darnos cuenta diariamente nos viene pruebas de todas partes, de toda clase, andamos con graves preocupaciones, algunos se sienten desesperados, perseguidos, abandonados... La realidad es tan brutal para el universo de cada individuo que vivir así, es casi natural, normal.
¿Como se comporta la gente ante el pesado yugo de la vida misma? Caminamos sobre una delgada linea entre el bien y el mal. La profundidad de obrar con equilibrio y sabiduría o la liviandad de apegarnos a otros incentivos de hacer mas llevaderos los problemas que nos envuelven. Es la conciencia de cada uno.
Dios concedió al hombre la inteligencia para comprender, la conciencia para que sea su consejera, la ley (los mandamientos) para que sepa regularse y la libertad para merecer lo que el quiera merecer: Dios y su gloria o el infierno y la condenación.
Algunas veces sucede que el hombre al obrar contra la razón convierte su libertad en un yugo más cruel que todas las esclavitudes: prefiriendo el mal al bien. Porque si es verdad que el hombre, bajo el impulso de Dios o el estímulo de Satanás puede hacer al bien o el mal, no es menos verdad que el hombre seguiría a Dios con sus invitaciones de amor, porque ha recibido todos aquellos dones naturales, morales y sobrenaturales que lo hacen hijo de Dios y heredero del cielo.
El Evangelio de hoy plantea el ofrecimiento de Jesús que es profundamente transformador. El descanso que Jesús ofrece no es una pausa física, sino una renovación espiritual. Al dedicar tiempo a la oración, la meditación y la participación en los sacramentos, encontramos un descanso profundo que nos revitaliza para continuar nuestra misión. En la comunidad, el descanso también se traduce en el apoyo mutuo. Ayudar a quienes están cansados y agobiados es una forma de compartir el amor de Dios y de vivir el Evangelio. No estamos solos en esta lucha.
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Fuentes: Evangelio San Mateo 11,28-30. Juan XXIII Org. Biblioteca del blog
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