13 de octubre de 2010

Prejuicios que quieren anular las profecias

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre

Está claro que la profecía es un carisma del Espíritu Santo. Que es «cimiento de la Iglesia» junto con el cimiento apostólico (Ef. 2, 20). Se nos ha revelado que a este carisma «debemos aspirar especialmente» después de la caridad (1 Co. 14, 1). Se nos ha revelado desde el Antiguo Testamento: «Vuestros hijos y vuestras hijas (que somos todos nosotros y los hijos e hijas de nuestros hijos e hijas) profetizarán» (Jl 3, 1). Jesús mismo nos dice que somos profetas mayores que los del Antiguo Testamento y que Juan el Bautista (Mt 11, 7-11) También nos dice hablando del Espíritu Santo:«Escuchas su voz», pues es el que nos conduce «a la verdad completa» y «nos habla de cosas futuras»

A pesar de todos estos textos que pertenecen a la revelación y al depósito de la fe; a veces, se tiene terror a una profecía, porque muchos suponen que se trata de una «nueva revelación» o que tiene que ser necesariamente una «novedad», «algo extraño» y como «ajeno a la Iglesia» o que se pone en peligro el depósito de la fe o que no son necesarias, como así tampoco los carismas, porque «basta la fe».
En la Iglesia hay espíritus mezquinos que por negar los falsos profetas niegan la profecía en la Iglesia - San Ireneo
Todos debemos tener en cuenta que según las Escrituras la profecía es la revelación de siempre, contenida en el depósito de la fe, pero expresada con la fuerza y la oportunidad del Espíritu Santo, para un momento determinado de la vida del cristiano y según las necesidades de la Iglesia.

El profeta auténtico dirá a voces, con el poder del Espíritu, la verdad que está revelada y ha sido olvidada o incluso despreciada o sepultada. Cuando anuncia las cosas por venir, eso mismo corresponde al depósito de la fe, en el que se nos ha revelado públicamente por Jesucristo, el rol del Espíritu Santo en la Iglesia. De igual manera pertenece al depósito de la fe que los carismas son para edificar la Iglesia.

Que «nos basta la fe» y «no necesitamos milagros, ni maravillas ni carismas» han sido los prejuicios que han sido rechazados en la discusión de los carismas por el Concilio Vaticano II. Lo que contiene el depósito de la fe, que es toda la verdad revelada hasta el último de los apóstoles, no invalida ni lo más mínimo lo que la Revelación nos dice. Porque así como no termina la Iglesia con el último de los apóstoles -sino que continúa hasta el fin de los siglos- del mismo modo lo que ha sido revelado continúa a través del tiempo hasta el final.

La Revelación no ha muerto, está viva y goza de buena salud, en todos los tiempos donde haya fe como una granito de mostaza.

Fraternalmente,

Claudio



Editorial Kyrios

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