8 de octubre de 2010

Inclinaciones opuestas - 3

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre
La naturaleza mira a las cosas temporales, se alegra de las ganancias terrenales, se entristece por cualquier perjuicio material y se irrita por toda palabra injuriosa; pero la gracia considera lo eterno , no adhiere a lo pasajero, ni se turba si lo pierde, ni se amarga si oye palabras ofensivas, porque su tesoro y su gozo los ha puesto en el cielo, donde nada se pierde.

La naturaleza es codiciosa; le gusta más recibir que dar, además de las propias ama las cosas ajenas. La gracia, por el contrario, es compasiva y abierta, evita la particularidad y se contenta con poco porque juzga «que hay más felicidad en dar que en recibir» (Hch 20, 35)

La naturaleza tiene inclinaciones a las criaturas, a la propia persona, a las vanidades y a las conversaciones, mientras que la gracia tiende hacia Dios y las virtudes, renuncia a la criatura, huye del mundo, abomina los deseos carnales, no se va de un lado para otro perdiendo el tiempo y se avergüenza de aparecer en público.

La naturaleza se deleita con los placeres externos que satisfacen los propios sentidos. Al contrario de la gracia que busca consuelo únicamente en Dios y por encima de todos los bienes de este mundo, mira a la posesión del sumo bien.

La naturaleza todo lo hace por su propia utilidad y comodidad. No puede realizar nada gratuitamente. Por cada favor espera conseguir otro igual o mayor o recibir alabanzas y consentimientos ya que ansía que sus acciones y sus dádivas sean conocidas y ponderadas por todos. La gracia, no es así. No aspira a ninguna cosa material y no pide, como recompensa, otro premio que Dios solo. De las cosas necesarias para esta vida no quiere poseer más que aquellas que le son útiles para conseguir las eternas.
Fraternalmente,

Claudio

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