14 de septiembre de 2010

Mateo 6, 21

Exaltación de la Cruz

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

Señor, con toda verdad te confieso que estoy expuesto a muchas distracciones. Con frecuencia no me encuentro en el lugar en el cual mi cuerpo se halla parado o sentado, sino donde me llevan mis imaginaciones. Estoy donde está mi pensamiento y mi pensamiento está preferentemente en lugar se halla lo que yo amo. Lo que con mayor facilidad se presenta a mi mente es lo que más satisface a mi naturaleza o aquello a lo cual estoy mas acostumbrado.

Por eso, tu que eres la Verdad, dijiste claramente
Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón (Mt. 6, 21)
Si amo el cielo, gustosamente pensaré en cosas celestiales. Si aprecio el mundo me alegraré con las prosperidades mundanas y me entristeceré de las contrariedades. Pero bienaventurado el hombre, Señor, que, por tu amor, repudia a todas las cosas creadas, hace violencia a su naturaleza y crucifica los apetitos carnales con el fervor del espíritu para que, con un conciencia sin mancha, pueda ofrecerte una oración pura y, desprendido interna y externamente de todo lo material, sea digno de ser agregado a los coros celestiales.

***

Hijo, cuando experimentes un deseo de eterna felicidad que te es infundido desde lo alto, cuando suspires salir de la pobre morada del cuerpo para poder contemplar mi luz, sin ninguna sombra que la pueda alterar, ensancha tu corazón y recibe con toda solicitud esta santa inspiración.

Da gracias sin fin a la suma bondad por tratarte con tanta clemencia, por visitarte con tanta deferencia, por ayudarte con tanta eficacia y sostenerte con tanto vigor para que no resbales por tu propio pesos hacia las cosas terrenas.

Todo esto no lo consigues por tu iniciativa o por tu propio esfuerzo, sino únicamente por bondad de la gracia celestial y de la voluntad divina. Te será concedido así para progresar en las virtudes con una humildad mayor y prepararte para las luchas venideras y así permanecer unido a mí de todo corazón y servirme con voluntad ardiente.

Hijo, el fuego arde fácilmente, pero la llama no sube sin humo. De la misma manera suben hacia el cielo los anhelos de algunos, sin estar libres de tentaciones de apego a las cosas materiales y aún lo que tan insistentemente piden a Dios no la hacen exclusivamente por la gloria de Dios.

Con frecuencia así sucede también con tu deseo, porque le agregas algún detalle muy inoportuno: no es puro ni es perfecto lo que va mezclado de interés propio.

Pídeme no lo que es para tí agradable y cómodo, sino lo que es para mi aceptable y honroso, porque si lo juzgas rectamente, debes preferir y anteponer mis disposiciones a tus deseos y a cualquier cosa que hayas podido codiciar.

Conozco tus aspiraciones y he oído tus continuos gemidos. Ya quisieras estar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios; te deleitas recordando la morada eterna y la patria celestial desbordante de felicidad, pero esa hora todavía no ha llegado; todavía queda un tiempo distinto, un tiempo de guerra, de trabajo y de prueba.

Deseas gozar del sumo bien, pero por ahora no lo puedes alcanzar. Yo soy ese bien supremo; espérame, dice el Señor (Sofonías 3, 8) hasta que venga el reino de Dios.

Que el Señor los bendiga,

Claudio

La imitación de Cristo.

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