19 de agosto de 2010

El discernimiento espiritual

¡Paz y bien en Cristo Jesús y en la Virgen María!
"Queda cada uno se examine a si mismo antes de comer este pan y beber esta copa; porque si come y bebe sin discernir el Cuerpo del Señor, como y bebe su propia condenación" (1 Cor. 11, 28)
La palabra "discernir" (del griego διακρίνω ó diakríno) se refiere a "darse cuenta", determinar , distinguir la verdad que está frente a uno. Aplicado al dominio espiritual, el discernimiento puede definirse como el arte o la ciencia por la que se reconoce el orígen divino o no, la orientación divina o no de lo que sucede en una persona o en un grupo, basandose en signos externos o las mociones interiores.

Viendo actuar a una persona puedo saber si esta o no apurada, si está de buen humor o no, si goza de salud o no; una serie de señales que identifico (discierno) me permiten darme cuenta de ello. La experiencia me ha enseñado también que se actúa de acuerdo a lo que se es: conozco por experiencia que una persona brusca no observa igual comportamiento que otra que es dulzura misma.

Si el Espíritu de Dios esta actuando en una vida obrará de acuerdo a lo que él es. La presencia del Espíritu de amor se dejará ver y reconocer en un comportamiento propio del amor. Si por el contrario es el Maligno el que se encuentra en acción en una vida, se dejará discernir del mismo modo porque tendrá un comportamiento conforme con lo que él es. El discernimiento espiritual o discernimiento de los espíritus consistirá pues en reconocer, a partir de las señales, que espíritu está actuando en una vida.

Jesús, Dios hecho hombre, no estuvo exento de ejercer este discernimiento. Es así que se lo ve, en el desierto, reconocer y desenmascarar a Satán que lo tienta. Además, Jesús nos invita al discernimiento y nos da la señal de los frutos como una clave cuando nos dice:
"Guardense de los falsos profetas. Es por sus frutos como lo reconocerán. Así todo árbol bueno produce buenos frutos, pero el árbol enfermo produce malos frutos. Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol enfermo dar los buenos" (Mt. 7, 15-18)
Entonces, distinguimos entre discernimiento personal y comunitario. Por el primero se entiende la búsqueda de la voluntad de Dios por una persona particular, por el segundo, la búsqueda realizada por la comunidad o por un grupo de personas que tienen algo en común, o en últimas por la Iglesia. Los dos aspectos, son distintos, pero no están separados. El segundo aspecto supone al primero, por un grupo o comunidad puede ponerse en camino de discernimiento en la medida que en que los individuos hayan hecho una profunda experiencia de Dios y se dejen guiar por el Espíritu en sus opciones. También el primero supone al segundo, en cuanto la escucha de dios pasa necesaria ente a través de la mediación de la Iglesia que lee los signos de los tiempos.

De la sociedad en que se vive. Cuando nos sentimos inspirados a tomar una opción determinada o una determinada orientación espiritual, es preciso medir esos impulsos con dos criterios fundamentales: La conformidad con la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia. Dejarse juzgar por la fe de la Iglesia: Rom 12, 6; 1 de Cor 14, 29- 32; 1 de Jn 4, 2) y el servicio para la edificación de la Iglesia como el fin para el cual el Espíritu Santo otorga los dones: 1 de Cor 12, 7; 14, 12- 26; lo contrario de la edificación es la división, que no puede venir del Espíritu Santo (1 de Cor 1, 10- 13) El Espíritu Santo es uno y no puede contradecirse.

Brevemente, San Juan en su primera carta nos sobre avisa que no aceptemos cualquier inspiración, sino, que más bien, como personas adultas en la fe sepamos discernir los espíritus: “Queridos míos, nos os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad los espíritus, a ver si son de Dios” (1 Jn 4, 1ss) ¿Cómo saber realmente si una inspiración viene de Dios? ¿Cuáles son los criterios de discernimiento? De la doctrina Paulina se obtienen algunos criterios de discernimiento.

1. Los frutos. El espíritu bueno y el espíritu malo se reconocen por sus frutos. Para nada contradice la doctrina del Apóstol “La regla de oro evangélica”, que siempre será: “El árbol se conoce por sus frutos” (cfr Mt 7, 20) “La obras de la carne son manifiestas: fornicación impureza, lujuria…Por el contrario los frutos del Espíritu son: caridad, alegría, paz, bondad, fe, mansedumbre dominio propio” (Gál 5, 19-22; Ef 5, 8-10; Rom 7, 4- 5.19- 20)

2. La comunión eclesial. Los dones auténticos del Espíritu son los que edifican la Iglesia (1 de Cor 14, 4.12.269 Los carismas son dones fecundos para la Iglesia, sobre todo la profecía, la cual es una palabra eficaz que da paz, ánimo y confianza.

3. La fuerza en la debilidad. El Espíritu se manifiesta con signos de poder: milagros, seguridad para proclamar la Palabra y afrontar las persecuciones (1 de Tes 1, 4- 5; 2 Cor 12, 12) Son signos que resultan, tanto, más auténticos cuanto más contrastan con la debilidad del Apóstol (2 Cor. 2, 4, 12, 9)

4. La inmediatez de Dios. Seguridad de una vocación divina en la docilidad eclesia. Por una parte Dios da la certeza de la vocación (Rom 1, 1, Gál 1, 15;Fil 3, 12) y, por otra, una llamada debe ser autenticada por la comunidad eclesial (Gál 1, 18) y por sus responsables.

5. La luz y la paz. Los dones del Espíritu no son impulsos ciegos que suscitan dificultades y desorden (1 de Cor 14, 33) Esto vale de las manifestaciones extraordinarias, sino también de las mociones interiores: “La tristeza que es según Dios causa penitencia saludable e irrevocable, mientras que la tristeza del mundo engendra la muerte (2 Cor 7, 10) “porque el pensamiento de la carne es muerte, pero el pensamiento del espíritu es vida y paz” (Rom 8, 6; cf 14, 17- 18)

6. La comunión fraterna. Es el criterio más seguro e importante que revela los signos de la presencia del Espíritu (1 Cor 12) y garantiza una recta interpretación delos signos.

7. Jesús es el Señor. El criterio supremo de discernimiento es el alcance y las consecuencias que ciertas emociones o actitudes tienen respecto a Jesús: “Por eso les aseguro que nadie, movido por el Espíritu de Dios puede decir "Maldito sea Jesús". Y nadie puede decir: "Jesús es el Señor", si no está impulsado por el Espíritu Santo” (1 Cor. 12, 3). Confesar que Jesús es el Señor no es sólo pronunciar una formula, sino descubrir el secreto de su persona, proclamar su divinidad, adherirse a él por la fe y el amor, lo cual no es posible mas que con la gracia del Espíritu Santo.

El discernimiento y, especialmente, en los grupos de oración o comunitarios, es un tema en el cual debemos profundizar, porque un cristiano adulto es el que sabe reconocer, identificar, discernir la presencia y la acción de Dios y distinguirla de sus falsificaciones.

Que el Señor los bendiga.

Claudio


Fuentes: "El carisma de discernimiento" Jacques Custeau, s.j. / P. Uriel Medina Romero

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