2 de mayo de 2010

El rinconcito de María - II

El pan del Cielo

Después de la multiplicación de los panes, la gente hablaba a Jesús de los padres de los judíos que habían comido maná en el desierto, según lo que estaba escrito "Pan del cielo les dió a comer"(Sal 78,34). Estaban muy lejos de imaginar que eso se decía no solo del maná sino de algo muchísimo más importante, como la Eucaristía. Por eso Jesús les dijo: "En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo".

Desde este momento les comienza a explicar cómo él mismo es ese Pan el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo, es decir, no el que apaga momentáneamente el hambre de un grupo de personas, sino el que da la vida plena al mundo.

Los judíos entendieron bien estas palabras, porque enseguida le dijeron Señor danos siempre de ese pan, pero seguían pensando en el pan material. ¿Que pensaban ellos? ¿Acaso un pan superior al maná? Posiblemente, pero muy lejos estaban de pensar que ese pan de que les hablaba Jesús era él mismo. Por eso se vio obligado a decirles Yo soy el pan de la vida; el que venga a mi, no tendrá hambre y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. Jesús se estaba revelando como fuente de vida para todos los hombres, como un pan lo es para muchos: les hablaba de no tener más hambre y sed, pero de Dios, porque al tenerlo a él es tener la fuente de la vida.

Sin embargo, los judíos no entendían plenamente estas palabras de Jesús. Por eso les añadió, pues veía la incredulidad en sus rostros: Ya les he dicho: me han visto y no creen en mí; y luego les habla de la gracia divina que mueve a los seres humanos a acercase a él todo lo que me de el Padre vendrá a mi, y al que venga mi no lo echaré fuera. Dos condiciones: la primera que el Padre le dé a Jesús aquellos que él ha elegido. La segunda, que Jesús los recibirá para darles vida. Por lo tanto, lo que quería hacer resaltar Jesús es que para acercarse a él, depende enteramente de la gracia divina. Por eso dirá siempre a sus apóstoles no fueron ustedes los que me eligieron a mi sino que Yo los he elegido a ustedes. Es decir, siempre, por delante, la gracia de Dios que obra en todos, pero que no todos comprenden, creyendo que lo que ellos hacen con Dios procede de ellos mismos y no del llamado de Dios.

Jesús, ha bajado del cielo, pero no para su voluntad, como el primer Adán, sino la voluntad de aquel que lo ha enviado, para que el mundo se salve por la obediencia, con la desobediencia de Eva y Adán. ¿Cuál es esta bellísima voluntad del Padre? Que no se pierda nadie de los que el Padre le ha dado a Jesús, por corresponder a este llamado. No sólo eso, sino que Jesús mismo lo resucitará el último día.

Bendiciones, buen domingo en la paz de Cristo.

Publicar un comentario

«Porque la boca habla de la abundancia del corazón.» (Mt. 12, 34) Por lo tanto, se prudente en el uso de ellas y recuerda que en este blog no se aceptan los comentarios anónimos.